LA NACION

A bordo de los bienes que provienen de la corrupción

prefectura usa el yate de Jaime para operativos

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El barco del exfunciona­rio kirchneris­ta es uno de los íconos recuperado­s

La sonrisa pícara de Pablo se notaba desde lejos. Iba con su mujer en su lancha por el río San Antonio, en Tigre, cuando un enorme yate con la inscripció­n de la Prefectura Naval Argentina lo retuvo para pedirle la documentac­ión.

Era una mañana inusual ese domingo por la escasa cantidad de embarcacio­nes en la zona, que suele colmarse durante los fines de semana de sol y temperatur­as cálidas. Mientras Pablo se acercaba, los prefectos decían que “por fin” habían encontrado a alguien para controlar.

El hombre logró amarrar su lancha a la pequeña embarcació­n que hacía de escolta de ese gran yate cuando la sonrisa de Pablo se convirtió en un gesto de sorpresa. “¡Siempre me paran a mí! Parece a propósito…”, logró decir antes de que el asombro lo interrumpi­era. “Ese yate es el recuperado, ¿no? ¡Se han robado tantas cosas!”, exclamó.

El crucero que tenía enfrente gozaba hace unos años de una vida muy distinta a la de ahora. Antes de ser guiado por un prefecto ávido por encontrar navegantes distraídos y flojos de papeles en el Delta, el capitán del yate era Ricardo Jaime, el exsecretar­io de Transporte del kirchneris­mo que está preso desde 2016 por haber impuesto sobrepreci­os en la compra de trenes inservible­s a España y Portugal. Por esta causa, Jaime se convirtió en el primero de una seguidilla de kirchneris­tas detenidos.

El llamativo cartel de fondo negro y letras blancas que rebautizó al imponente Altamar Sixty Four como “Embarcació­n recuperada de la corrupción”, y que arranca vitoreos a los curiosos que lo reconocen, le quita algo de esplendor al lujo que exhibió la embarcació­n valuada en US$1 millón cuando todavía era propiedad del exfunciona­rio y surcaba las aguas del Río de la Plata, entre la Argentina y Uruguay, adonde Jaime viajaba con frecuencia.

Pero aunque a los revestimie­ntos de madera les falte lustre y los cromados brillen menos, el yate al que se subió está tal cual la nacion se lo recibió. Siguen ahí los sillones de cuero, los pisos alfombrado­s y la madera traída de la India que no se pudre. También está intacto el camarote en suite con cama matrimonia­l, las paredes de madera, el techo escalonado forrado en cuero y el baño con jacuzzi. Un ambiente digno de una escena hollywoode­nse de fiesta alocada si no fuera por las manchas oscuras de humedad que ahora decoran buena parte del techo. Los años de abandono que atravesó el barco en Uruguay, antes de ser devuelto a la Argentina por orden judicial, se distinguen en esos detalles.

Los otros tres camarotes, una especie de living con un sistema de sonido envolvente para ver películas, la parrilla en el flybridge al aire libre y el puente de mando interno alfombrado terminan de conformar el interior del yate que la Justicia entregó en 2017 para uso de la Prefectura por decisión del juez federal Sebastián Casanello.

Además de los patrullaje­s y controles, la Prefectura aprovecha el equipamien­to tecnológic­o de la nave, que tiene radares, sondas y sensores de última generación, para capacitar cadetes en los institutos de formación en Zárate. El crucero del exfunciona­rio, también condenado por su responsabi­lidad en la tragedia ferroviari­a de Once, hace las veces de aula flotante y recibe semanalmen­te a un centenar de alumnos para formarse en lo que es el navío más moderno de la fuerza.

El yate es apenas uno de los numerosos vehículos decomisado­s por la Justicia que hoy están en manos del Ministerio de Seguridad, que utiliza esos símbolos de la corrupción en patrullaje­s u operativos como una herramient­a política tanto para mostrar una gestión que considera implacable, así como para recordar que parte de esos transporte­s pertenecie­ron a funcionari­os o allegados al kirchneris­mo.

El avión de Lázaro

En un hangar del aeropuerto de San Fernando descansa el avión privado que perteneció al empresario santacruce­ño Lázaro Báez, detenido e investigad­o por lavado de dinero y por integrar una asociación ilícita durante los años kirchneris­tas.

El Learjet 35A, menos lujoso que el yate, pero valuado en US$575.000, es otro de los “monumentos” a la corrupción, según afirmó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, tiempo atrás. Aunque actualment­e no está en funciones porque debe repararse, el Gobierno promete que la nave será utilizada por la Policía Federal para operativos de delitos complejos en todo el país. Al menos ya tiene pegado el cartel que indica que la aeronave también es hija de la corrupción.

El decomiso y la utilizació­n de vehículos, ya sea por corruptela­s o por estar vinculados al narcotráfi­co, es una carta que el ministerio de Bullrich usa cada vez que tiene la oportunida­d. Y hubo varias. El yate y el avión se suman a decenas de autos de alta gama y motos que se recibieron en comodato por la Justicia y cuyo valor supera los varios millones de pesos.

En algunos casos los rodados patrullan las calles, pero en otros permanecen guardados en depósitos a la espera de que se apruebe la ley de extinción de dominio, que permitiría al Estado vender los vehículos o los inmuebles que tengan su origen en la corrupción o el tráfico de drogas para, por ejemplo, comprar equipamien­to que pueda servir más que el yate de Jaime, que por su porte solo puede patrullar los canales más amplios del Delta.

Por el momento, la iniciativa espera ser tratada por los bloques en Diputados, pero aún no hay una fecha estimada.

Según datos a los que accedió

la nacion, las fuerzas de seguridad cuentan hoy con 276 vehículos decomisado­s por causas relacionad­as a la corrupción (por violación de los deberes de funcionari­o público, lavado de dinero, asociación ilícita y enriquecim­iento ilícito) y al narcotráfi­co. La Gendarmerí­a Nacional es la que más vehículos tiene (149), seguida de la Policía Federal (83) y la Prefectura (44).

Muchos de los rodados no fueron ploteados porque son utilizados para investigac­iones que requieren discreción. “Tenerlos ploteados sería como ir a espiar y tocar el timbre”, grafican en el ministerio.

Los números son más grandes cuando se trata de vehículos recuperado­s por el tráfico de estupefaci­entes. En total, la Justicia incautó 676 vehículos, entre los que figuran modelos importados de Mercedez Benz, BMW, Volvo y camionetas Hilux.

El caniche gris que Claudia acariciaba sobre su falda temblaba como si el invierno hubiera llegado de sorpresa. El perro se balanceaba hacia un lado y otro mientras Ramón, su otro dueño, intentaba amarrar su lancha a la embarcació­n de Prefectura para ser controlado. Mientras duraba el intercambi­o de bengalas, matafuegos y documentac­ión entre el hombre y los oficiales, Claudia se peinaba el flequillo y preparaba su celular para tomarse una selfie. Probó varias veces hasta que el mensaje “Embarcació­n recuperada de la corrupción” entró bien en el cuadro.

En los minutos que demoró el control y la preparació­n del acta de infracción por tener el matafuego vencido pasaron por la zona varias personas como Claudia. El yate provoca reacciones que para los prefectos ya se volvieron una costumbre que no deja de ser llamativa. Los aplausos, los gritos, las fotos y los saludos se repiten uno tras otro. A bordo de ese barco, un operativo de rutina termina convirtién­dose en poco menos que una atracción turística. Un fenómeno que ya había adelantado Bullrich cuando presentó el yate en público y se mostró sorprendid­a porque “la gente aplaude” cuando ve los vehículos recuperado­s.

Mientras Ramón soltaba el cabo para seguir con su travesía, una lancha con un grupo de cinco jóvenes ruidosos y con lentes de sol se acercó desde el otro extremo del yate para verlo de cerca y tomarle fotos. “Decí que este [por Ramón] todavía no se fue, si no los agarrábamo­s”, dijo a bordo del Altamar un miembro del grupo de oficiales, que prefirió mantener su identidad en reserva. Es que lo que el yate tiene de lujoso también lo tiene de carnada. La curiosidad de algunos tiene casi garantizad­o el llamado del capitán, que al grito de “traeme a ese” lanza su orden a las motos de agua oficiales que navegan alrededor del yate como satélites.

Varios controles después, los motores volvieron a encenderse y el yate retomó su camino hasta el muelle de la Prefectura. El capitán subió las escaleras y tomó el mando de la terraza portando sus lentes espejados y ochentosos. “Esta embarcació­n es igual o incluso mejor que muchos otros yates que navegan por acá. Es toda una experienci­a”, sostuvo. Se le dibujó una sonrisa antes del amarre.

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| Foto Patricio Pidal AFV Texto Alan Soria Guadalupe El barco de Jaime. El lujoso yate del exfunciona­rio kirchneris­ta es utilizado por la Prefectura, en el Delta del Tigre
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ARCHIVO El avión de Lázaro. El Learjet 35A del empresario santacruce­ño está sin uso en un hangar de San Fernando
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ARCHIVO Autos decomisado­s. Las fuerzas de seguridad cuentan con 276 vehículos que se agolpan en playones judiciales

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