LA NACION

iniesta entra en el recuerdo con una emotiva despedida

El talentoso volante le puso fin a 22 años gloriosos en Barcelona; el Camp Nou le rindió un sentido tributo a quien llegó con 12 años a la Masía; su futuro estaría en el fútbol japonés

- Juan I. Irigoyen

BARCELONA.– Volvió Xavi Hernández al césped del Camp Nou. Ya no estaba vestido de corto, sino de traje. No venía a que le rindieran pleitesía, sino a homenajear a su amigo Iniesta. Y, de paso, también tenía algo para Messi. El volante catalán le entregó al Nº10 el trofeo al mejor jugador de la Liga en abril. Uno más para el rosarino que se consagró con su quinta Bota de Oro, premio al máximo goleador de las ligas europeas. Y después, ya con la cabeza en el Mundial, descansó. No mucho. Messi ingresó en el minuto 66, quería tirar sus últimas paredes con Iniesta.

El Barcelona pierde a uno de sus hijos predilecto­s, Messi a uno de sus mejores socios. Juntos, el español y el argentino jugaron 489 partidos: ganaron 337, empataron 96 y perdieron 56. Y participar­on en 59 goles, 13 asistencia­s del Nº 10, 46 del Nº 8. Si el fútbol se entiende a partir de las pequeñas sociedades, la alianza entre Messi e Iniesta fue única para el barcelonis­mo, nadie ganó más que ellos con la camiseta del Barça (32 títulos). Emblemas de la Masía, en 2010 coparon el podio del Balón de Oro junto a Xavi. Un día que representó la obra cumbre de la cantera azulgrana: el pase, el cerebro, la gambeta; el catalán, el español y el argentino, símbolo del fútbol y de la globalizac­ión.

A Iniesta nunca le inquietó el reconocimi­ento individual. Quizá por su educación, quizá por la esencia de su fútbol o quizá, simplement­e, por esas cosas del destino. “Creo que las cosas pasan porque tienen que pasar”, entiende el volante. Y hubo un día clave en la vida del español. No fue el Iniestazo en Stamford Bridge (cuando marcó el 1-1 ante el Chelsea en la semifinal de la Champions), tampoco su gol en la final del Mundial 2010 frente a Holanda; mucho menos el día de su debut contra el Brujas en la Liga de Campeones de 2002/03.

“Parece absurdo, pero el peor día de mi vida lo he pasado en la Masía. Así lo sentí entonces y así lo siento ahora, con tanta intensidad como si no hubiese pasado el tiempo”, explica el interior azulgrana. Nacido en Fuentealbi­lla, un pueblo de 2000 habitantes en el corazón de España; hijo de José Antonio, albañil, y María Luján, ama de casa; a Iniesta le cambió todo en 1996. En un torneo organizado por la Cadena Ser, los ojeadores del Barcelona pusieron en lo más alto de la lista a un pibito blanquito al que era imposible robarle la pelota. “Hasta un ciego hubiera visto que era el mejor. Intentamos que viniera para Barcelona, con algún impediment­o porque estaba el Madrid, pero al final lo llevamos a casa”, recuerda Albert Benaiges, su descubrido­r.

En un Ford Orion azul oscuro emprendier­on su camino a Barcelona. En el auto viajaban sus padres, su abuelo materno y él, que mientras tejía sueños de futbolista, no podía parar de llorar. “Cuando llegamos a la Masía, como lo vi tan mal, me lo quería llevar de vuelta para el pueblo”, admite José Antonio. Entonces, apareció la voz de la madre. “Tranquilos”. “De no ser por mi mamá, nos hubiéramos vuelto para Fuentealbi­lla. Le agradezco por haberme enseñado a superar las adversidad­es”, cuenta el volante. Iniesta le agradece a su madre, el fútbol a él. De aquel traumático primer día en la Masía pasaron 22 años. El resto de la historia ya está escrita. “El mejor jugador de la historia de España”. La frase lleva el sello de Xavi Hernández.

“Hace todo con mucha facilidad. Algo que se ve imposible de hacer, él lo reduce con una sencillez que no es normal”, lo define Messi. “Decían que no podíamos jugar juntos… ¡Esto es el Barça! Un club lleno de debates. El músculo más importante para jugar a fútbol es el cerebro, como ya decía Cruyff. Es el más importante y valioso. Pronto sabrás lo que has hecho de verdad, ¡máquina!”, le escribió Xavi, en una emotiva carta.

“Ha sido un placer y un orgullo defender a este club, el mejor del mundo”, subrayó Iniesta. El silencioso Camp Nou se vistió de fiesta para homenajear a Iniesta. “Lo hemos despedido con todos los honores”, celebró Valverde. Pero él, como siempre, necesitaba un tiempo para pensar. A la una de la mañana Iniesta regresó, en ojotas, a una cancha ya sin luces ni gente. Se sentó en el círculo central y agachó la cabeza. “Yo creo en el destino, también creo en Dios”, dice Iniesta. Se tomó una última selfie con el Gol Sur de fondo. Detrás de esa tribuna está la vieja Masía. Ahí lloró cuando no se animaba a dejar a su familia, hoy el Camp Nou lo llora a él.

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Afp iniesta es reemplazad­o a diez minutos del final; se da el último abrazo con Messi como compañeros en Barcelona

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