LA NACION

Por sus “virtudes heroicas”, declaran venerable a sor Leonor Santa María

La decisión del papa Francisco permite así impulsar la causa de beatificac­ión de esta religiosa riojana que dedicó su vida a la fe

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Dándole impulso a su causa de beatificac­ión, el Papa proclamó “venerable” a sor Leonor Santa María Ocampo, monja de clausura riojana que vivió en el siglo XIX, tras aprobar un decreto que certificó sus “virtudes heroicas”.

Esta religiosa nació como Isora María Ocampo el 14 de agosto de 1841 en una cueva del cerro Famatina y murió el 28 de diciembre de 1900 en Córdoba, donde entregó su vida en el Monasterio dominicano de Santa Catalina de Siena.

Francisco aprobó el decreto correspond­iente a sus virtudes heroicas el sábado pasado, en una reunión con el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos, informó ayer la Sala de Prensa del Vaticano. Según el proceso de canonizaci­ón, para que esta monja de “venerable” pase a ser beata es necesario que se produzca un milagro debido a su intercesió­n.

Según cuentan sus biografías, esta religiosa famosa por sus experienci­as místicas tuvo una historia muy peculiar. Nació, de hecho, en una época de grandes luchas políticas, cuando Sañogasta, un pueblo riojano, estaba conmociona­do por la invasión de tropas enemigas, venidas desde Mendoza para derrotar al gobierno. Entonces su madre decidió escaparse de allí e ir a dar a luz en el cerro Famatina, a 6000 metros de altura, en una cueva. Según el blog Luces Doradas de Tucumán, tras perder a su madre a los ocho años fue enviada a vivir con una tía que no comprendía su fuerte vocación religiosa.

Tuvo su primer éxtasis a los 15 años, mientras hacía acción de gracias frente a la imagen de la Virgen de la Candelaria, en la celebració­n del Día de Todos los Santos en la Iglesia Matriz de La Rioja. “De allí en más, las manifestac­iones sobrenatur­ales en la vida de Isora fueron constantes”, escribiero­n Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita. Después de vivir en San Juan, tardó tiempo en cumplir su deseo en llegar al Monasterio de Santa Catalina, en el cual, a usanza de la época, se debía pagar una dote bastante elevada para ingresar.

Para reunir el dinero, Isora rezó, recibió donaciones importante­s y se humilló pidiendo limosnas, lo que disgustó mucho a su familia. Cuando reunió los fondos, viajó a Córdoba desde San Juan y a los 26 años logró su objetivo: ser monja de clausura. Adoptó el nombre de la fundadora del monasterio: sor Leonor de Santa María.

La comunidad dominica de Santa Catalina presentó los antecedent­es para iniciar el proceso de canonizaci­ón. Luego de terminar la fase diocesana, se presentó la “Positio” a la Congregaci­ón para las Causas de los Santos e Isora fue declarada “sierva de Dios”, primer paso hacia la santidad. Esto fue posible por la ayuda de monseñor José María Arancibia, actual capellán de las hermanas de Córdoba, según destaca el sitio de las dominicas.

Este sitio recuerda que sor Leonor, en su entrega total a Dios, escribió sobre sí misma: “Él dirá con el tiempo lo que de mí ha de ser”.

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Archivo Sor Leonor

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