LA NACION

Una pasión colectiva

- Diana Fernández Irusta

Es mayo, se cumplen 50 años de las jornadas que hicieron a París aún más mítica de lo que siempre fue, y cómo no ver En el intenso ahora, el documental de João Moreira Salles que pone el acento en Mayo del 68. Y en algunas cosas más.

Auspiciada por el Programa de Cine de la Universida­d Torcuato Di Tella, la película se exhibió en la Sala Lugones del Teatro San Martín (en el marco de un ciclo dedicado al Mayo francés), continúa en cartel en el Multiplex Belgrano y se proyectará el sábado que viene en el auditorio del Malba. Diversos espacios para un film de unas dos horas, inscripto en la tradición del cine-ensayo, construido exclusivam­ente con material de archivo y cuya propuesta, contra lo que cualquier prejuicio fácil podría suponer, apunta al intelecto, pero mucho más a ciertos recodos del corazón.

En su indagación, Moreira Salles evita dos posturas habituales en los discursos sobre el convulso final de los años 60: la suficienci­a irónica del que juzga a la distancia y con todos los dados hace rato arrojados, o la melancolía del que rememora un paraíso en ciernes que, lo intuye, quizá nunca existió. La apuesta de En el intenso ahora es muy distinta. Porque el interrogan­te que organiza el documental incluye lo político y contempla lo histórico, pero los supera. Lo que Moreira Salles se pregunta –y nos pregunta– es qué hacer con el raro privilegio de haber tocado algo del núcleo de la historia con las manos. Qué hacer con ese instante en el que el mundo, y lo que los seres humanos hacen con él, mostró una crudeza, un brillo, una potencia, imposibles de recuperar. Qué hacer, en fin, con las escasas ocasiones en que la intensidad de la vida se muestra sin tapujos, puro desborde inapresabl­e y fugaz.

En un momento clave del documental, el director menciona una novela donde el noruego Per Petterson cita unos textos de Mao. No precisamen­te del Mao revolucion­ario cuyas frases enfebrecía­n a Nanterre, sino del poeta que intuía que la vida es un pasaje sin tregua: “Maldigo el río del tiempo”, escribía el hombre que cambió la historia de su país y conmovió la de Occidente. El “Mao humano”, lo describe Moreira Salles, ese que ya estaba al tanto del modo en que “el tiempo lucha contra el cuerpo”.

¿Es En el intenso ahora una película sobre Mayo del 68? Desde luego que sí. ¿Es una película que excede ese mes y ese año? Por supuesto. El director trabaja con enorme cantidad de filmacione­s, muchas de ellas amateurs, realizadas durante las jornadas de París, pero también durante el avance de los tanques soviéticos en Praga y durante el sepelio de un joven manifestan­te en Río de Janeiro. El período histórico es el mismo, en todas ellas hay multitudes tomando las calles y estudiante­s movilizado­s. Varía el tono: mientras que los jóvenes franceses, con gestos a veces más próximos a la provocació­n surrealist­a que a la solemnidad militante, se movían en el marco de una democracia, los brasileños lo hacían en una dictadura y los checoslova­cos bajo la amenaza de una invasión.

Lo que las une, de un modo u otro, es lo que el director percibió en las más caseras de las filmacione­s: las que realizó su propia madre durante un viaje a China (como parte de una suerte de delegación comercial), poco tiempo antes del año que paralizó a Francia. El hijo mira lo que miró la madre cuando pisó un país diametralm­ente opuesto a todo lo que ella era. Lee algunas notas que dejó: “La inefable emoción que sigue al choque del encuentro inesperado”. Y descubre en esas imágenes, esas palabras, algo que, otra vez, excede lo político. En su madre latía la misma intensidad de quienes, por esos días, se disponían a inundar las calles al grito de “queremos vivir”. Eso es lo que busca retratar en su película: el fogonazo de pasión colectiva que atravesó el mundo a fines de los 60, y al cual toda explicació­n parece quedarle corta.

Qué hacer con el raro privilegio de haber tocado algo del núcleo de la historia con las manos

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