Leve y rosa
La perplejidad que genera la postal, la profunda melancolía del cielo plomizo captada por el fotógrafo, resultan del contraste del gris inorgánico y gigante contra la vida leve y rosa del flamenco. Su vulnerabilidad parece un gesto de protesta. Un paisaje que, fracasada la rebelión ludita, no dejó de repetirse y acentuarse. El ruido constante de la industria levanta –a su manera– las últimas visiones del apóstol San Juan. En ese proceso, los pájaros se encuentran con moles espejadas donde antes había un cielo y ¡bum!, el sobresalto del oficinista sentado cerca de la ventana es la interrupción de sus trayectorias migratorias y, en la mayoría de los casos, de sus vidas, así como la bandejita descartable de su almuerzo y su bolsa de nailon pueblan de fantasmas indigestos los océanos y ríos. El flamenco llegó solo a una extraña Miami. Algo inusual, según los expertos. Pero se arman nuevas bandadas: la de los biólogos que monitorean su salud, con voluntad de ayudar.