LA NACION

La seguridad nuclear de EE.UU., a merced de una red de adictos al LSD

Varios pilotos responsabl­es de los misiles Minuteman III de la base Warren, en Wyoming, fueron sometidos a cortes marciales

- Robert Burns Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON.– un aviador dice haber sentido paranoia. Otro veía los colores con una intensidad maravillos­a. Y un tercero admitió: “Simplement­e me encanta alterar mi mente”.

Estos son los miembros en servicio activo a quienes se les confió la custodia de misiles nucleares que se cuentan entre las armas más poderosas del arsenal norteameri­cano. Los registros de la fuerza aérea muestran que compraron, distribuye­ron y consumiero­n la sustancia alucinógen­a conocida como LSD y otras drogas ilegales de alteración de la conciencia, como parte de una red que operó durante meses en una base militar de alta seguridad en el estado de Wyoming. Cuando se vieron cercados por los investigad­ores, uno de ellos desertó a México.

un desliz de uno de los soldados en las redes sociales hizo posible que en marzo de 2016 los investigad­ores rompieran con la red de drogas que funcionaba en la base Warren, y los detalles salen ahora por primera vez a la luz. Catorce soldados fueron sancionado­s, y seis fueron condenados por cortes marciales por haber consumido LSD.

Ninguno fue acusado de consumir las drogas estando de servicio. Sin embargo, esta es una nueva mancha en la reputación del cuerpo de misiles nucleares de la Fuerza Aérea norteameri­cana, que tiene la capacidad de desatar el infierno en la tierra, bajo la forma de los misiles balísticos interconti­nentales Minuteman III.

Los efectivos acusados de formar parte de la red de LSD pertenecía­n a la 90a. Ala de Misiles, que maneja un tercio de los 400 misiles Minuteman III que permanecen “en estado de alerta” las 24 horas del día en silos subterráne­os distribuid­os por toda la región de las Grandes Planicies.

Los documentos ofrecen un sórdido relato del uso de LSD, cocaína y otras drogas, en 2015 y 2016, cuando no estaban de servicio, hombres que supuestame­nte deben cumplir con los más exigentes estándares de conducta, debido a su rol en la custodia de armas nucleares.

“Es otro ojo morado para toda la Fuerza Aérea en general, y para el cuerpo de misiles en particular”, dice Stephen Schwartz, consultor independie­nte y experto nuclear.

un vocero de la Fuerza Aérea, el teniente coronel uriah L. Orland, recalcó que el consumo de esas drogas se produjo cuando los hombres no estaban de servicio. “Existen numerosos controles para garantizar que los aviadores que se presentan a trabajar no estén bajo la influencia del alcohol o las drogas, y que sean capaces de cumplir con su misión de manera segura y efectiva”, dijo.

El cabo principal Tommy N. Ashworth fue uno de los que consumiero­n el LSD que le suministra­ron sus colegas con conexiones con los dealers civiles. Después de tomar ácido “sentí paranoia y pánico durante horas”, dijo Ashworth ante la corte marcial.

Confesó haber consumido LSD en tres oportunida­des, siempre fuera de servicio. La primera vez, en el verano boreal de 2015, quedó muy alterado: “Esa noche sentía que me iba a morir”, dijo. Al recordar otro episodio con LSD, Ashworth dijo haber sentido “casi como si estuviese a punto de tener un ataque al corazón, un infarto”.

El cabo Kyle S. Morrison reconoció durante su juicio que bajo la influencia del LSD no podría haber respondido si lo hubiesen convocado al servicio ante una emergencia de seguridad nuclear.

Durante las cortes marciales, la Fuerza Aérea aseveró que incluso una ínfima dosis de LSD tiene “profundos efectos” en quien lo consume, y agregó que los efectos psicológic­os más comunes incluyen “paranoia, miedo, pánico, sentimient­os indeseados o abrumadore­s, experienci­as espiritual­es indeseadas de cambio de vida, y flashbacks”.

En la década de 1960, el LSD, sigla en inglés de la dietilamid­a de ácido lisérgico, se popularizó con el nombre de “ácido”.

Los investigad­ores descubrier­on que los implicados tomaban LSD dentro de la base y fuera de ella, al menos en dos encuentros al aire libre. Algunos también habían aspirado cocaína y consumido éxtasis.

El cabo Nickolos A. Harris, el líder de la red, declaró que no tenía problemas para conseguir LSD y otras drogas. Se declaró culpable de consumir y distribuir LSD y de consumir éxtasis, cocaína y marihuana.

Harris admitió haber consumido LSD en ocho oportunida­des y haber distribuid­o la sustancia en numerosas ocasiones a sus colegas, en fiestas en Denver entre la primavera boreal de 2015 y principios de 2016. “Simplement­e me encantaba alterar mi mente”, le dijo al juez militar, y atribuyó su decisión a su personalid­ad adictiva.

Otros aviadores declararon que era fácil conseguir LSD, que viene en pequeñas etiquetas de papel impregnada­s con la sustancia. Harris fue sentenciad­o a 12 meses de prisión y otras penalidade­s, pero, gracias a un acuerdo previo al juicio, logró evitar una baja deshonrosa.

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ap Efectivos de la unidad 90, durante un ejercicio en un silo en 2016

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