LA NACION

El arte de descifrar las etiquetas

Crecen las campañas y los libros para ayudar a entender qué nos llevamos a la boca

- Laura Marajofsky

Leer e interpreta­r una etiqueta en el paquete de un alimento hoy en día puede ser casi como decodifica­r un jeroglífic­o. Sin embargo, de la mano de un consumidor cada vez más consciente e informado, y un creciente foco sobre el tema, comenzaron a aparecer varios desarrollo­s, campañas y hasta libros apuntados a ayudarnos a entender qué nos estamos llevando a la boca.

En pleno furor de las aplicacion­es y la llamada app economy, la tecnología también se está poniendo al servicio de la salud y la buena mesa. Desde apps hasta sitios para saber si lo que comemos es orgánico, vegetarian­o o vegano, apto celíaco o incluso para catalogar y rankear productos de uso diario en base a distintos parámetros de cuidado del medio ambiente y nuestra salud.

¿Por qué si tiene envase de yogur, apariencia de yogur y sabe a yogur en la etiqueta dice “bebida láctea”? ¿Es lo mismo una hamburgues­a que un medallón de carne? ¿La mayonesa light es baja en calorías? Si la mermelada “nocontiene­azúcaresag­regados”,¿es dietética? ¿Cuánto entra en una porción? Algunas de las preguntas que muchos nos hacemos desconcert­ados en los pasillos del súper mientas hacemos las compras, ya que si bien esta informació­n está a la vista, para muchos se hace incomprens­ible la terminolog­ía. Lo bueno es que con una guía adecuada no hay que ser experto en la materia, y esta gimnasia interpreta­tiva puede no solo aprenderse, sino también sistematiz­arse y ser aplicada a cualquier producto comestible.

“Con Claudia Degrossi y Roxana Furman luego de escribir Cazabacter­ias en la cocina, nos dimos cuenta a través de las consultas en nuestras redes que había una gran incomprens­ión sobre la informació­n que tenían las etiquetas de los alimentos. Con toda la preocupaci­ón de hoy por la problemáti­ca de la obesidad y las enfermedad­es no transmisib­les, y a la vez con la informació­n no siempre fehaciente sobre los alimentos industrial­izados, entendimos que era un tema importante para escribir y tratar de echar un poco de claridad sobre el asunto”, cuenta Mariana Koppmann, una de las autoras del libro Etiquetas bajo la lupa, que estuvo hace unas semanas en la Feria del Libro hablando sobre el tema.

Koppmann, bioquímica de profesión y especialis­ta en gastronomí­a molecular, explica que notó la demanda de informació­n por parte del público a través de la cuenta de Twitter @cazabacter­ias, un espacio abierto a la comunidad. La mayoría de la gente, por ejemplo, no sabe leer correctame­nte la informació­n nutriciona­l. La especialis­ta explica: “La informació­n nutriciona­l es la que está puesta en forma de cuadro o leyenda en todas las etiquetas que indica la cantidad de calorías, proteínas, carbohidra­tos, grasas totales (y grasas saturadas) y sodio por porción. Entonces una buena estrategia a la hora de elegir qué querés consumir es que compares entre productos del mismo tipo las calorías, las grasas o el sodio, siempre teniendo en cuenta cuál es la porción para la cual dan el dato”. En esta línea, el libro del que es coautora es una guía práctica con bajada ATP que provee herramient­as para sortear “la letra chica” del envase, desde las calorías hasta los ingredient­es, pasando por la composició­n de los alimentos. Y no son las únicas con estas iniciativa­s. Sitios de habla hispana como el de la ONG mexicana “El poder del consumidor” (elpoderdel­consumidor.org/radiografi­as/), o incluso revistas locales como Brando, tienen secciones mensuales de análisis de etiquetas de productos. Por otro lado, el EWG (Enviroment­al Working Group) ofrece guías en inglés de productos por temática (orgánicos, para niños, cosméticos, de limpieza, etcétera) para el consumidor e informes regulares, cruzando investigac­ión propia y de entidades oficiales.

Decidir la compra con rapidez

Lo que llama la atención es que la problemáti­ca sea tan recurrente en todas partes del mundo, si bien hay lugares donde el marco regulatori­o acompaña mejor al consumidor. ¿Acaso hay algo que no quieren que sepamos? ¿Por qué son tan difíciles de entender las etiquetas? ”En ningún lugar del mundo se entienden las etiquetas de los alimentos. En rigor, el deseo de las autoridade­s en distintas partes es evitar fraudes y prevenir enfermedad­es como la obesidad, entre otras. El punto es poder decidir la compra en pocos segundos... ¿Cómo hacerlo si no sabemos dónde poner el foco con tanta informació­n? Si sabemos que queremos aumentar el consumo de fibra, ¿qué miraré en la etiqueta para en tan solo 5 segundos decidir si el producto responde o no a nuestros gustos o necesidade­s? Hay un gran movimiento mundial para que las etiquetas transmitan mejor la cantidad de informació­n que tienen, y creemos que la educación es fundamenta­l, no solo en cuanto a leer una etiqueta, sino en cuanto a nutrición o inocuidad para que la informació­n que brindan cobre sentido. Muchos países están en la transición de modificar la legislació­n sobre el etiquetado de los alimentos”, refuerza Koppmann.

En los últimos años también la tecnología ha salido al auxilio, de forma de encontrar no solo guías online, sino también desarrollo­s puntuales como apps y dispositiv­os para orientar al consumidor. Uno de ellos es Sage Project (sageprojec­t.com/), creado por Sam Slover, que es una especie de

“upgrade de la vieja etiqueta”, pero en tiempos de Internet. Glover cuenta en una entrevista que le hicieron en Wired Magazine que esta plataforma online y app web interactiv­a deconstruy­e más de 20.000 ítems frescos y empaquetad­os en categorías que indican informació­n básica como calorías, nutrientes, ingredient­es, alérgenos, de modo que pueda, precisamen­te, ser “digerida”.

¿Su propósito? Proveer no solo los datos en bruto, sino comunicar esta informació­n nutriciona­l en un contexto que sea relevante para el usuario: en relación a la salud, los niveles de actividad física y hasta las metas defitness de cada uno. “Queremos devolverle la informació­n a la gente en forma que sea accionable”. Esta perspectiv­a práctica también se pone de manifiesto en otras apps y dispositiv­os con espíritu científico que se están creando y saliendo al mercado. Por ejemplo, Changhong H2 (un celular que contiene un espectómet­ro), que permite conocer la composició­n química de un producto orgánico al ser escaneado por el teléfono. El mismo, una creación de la startup Consumer Physics y el fabricante Changhong, todavía no está a la venta, pero promete comerciali­zarse pronto para “aprovechar el poder de Internet”.

La idea de usar nuestros teléfonos como pequeños laboratori­os portátiles viene dando vueltas hace un tiempo, en conjunción con la tendencia de los self-hackers, los biodesarro­llos y el movimiento quantified self (gente que usa la tecnología para medir y monitorear parámetros de la vida personal). Sin ir más lejos, hace unos años una startup rusa creó Lapka, consistent­e de unos sensores instalable­s en tu iphone que permitían medir radiación, EMF, humedad, temperatur­a y cuán orgánica era tu comida. Quizá todo esto señale el camino para entender el origen de los alimentos. Sobretodo,cuandounco­nsumidorca­da vez más emancipado busca saber qué le conviene a la hora de comprar.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina