LA NACION

El baqueano de Mansilla que inspiró la película Viento norte

- Emiliano Tagle

Por el relato de Lucio V. Mansilla en Una excursión a los indios Ranqueles se dio a conocer la vida de Miguel Corro. En los toldos de Mariano Rosas, así describe Mansilla la vestimenta del baqueano: “Bota de potro, calzoncill­o cribado con flecos, chiripá de poncho inglés listado, camisa de Crimea mordoré, tirador con botones de plata, sombrero de paja ordinaria, guarnecido de una ancha cinta colorada; al cuello tenía atado un pañuelo de seda amarillo pintado de varios colores; llevaba un facón con cabo de plata y unas boleadoras ceñidas a la cintura”.

Miguelito, como afectuosam­ente lo llamaba Mansilla, era cristiano, ni cautivo ni refugiado político; estaba allí huyendo de la Justicia. Tenía 24 años y era natural del Morro, San Luis, el padre de Miguelito, también llamado Miguel criaba gallos de riña, y cuando podía hacía de resero llevando con su hijo hacienda a Mendoza. Era también un gran pialador, guitarrero y además, cosa poco frecuente, “bastante leído y escribido”; pero su problema radicaba en la bebida, y cuando caía en ella era muy celoso de su mujer.

Miguelito se enamoró de Dolores, la hija de la patrona de su madre, pero también le arrastraba el ala a la hija de un paisano vecino, llamada Regina. Al poco tiempo la familia cayó en desgracia; la madre fue despedida y por cuestiones infundadas, padre e hijo, presos. A escasos días ambos fueron liberados, y como el padre de Regina pagó parte de la fianza, a Miguelito no le quedó otra que casarse. Miguel comenzó a celar a su mujer porque pensaba que esta había intercedid­o ante el juez para gestionar su libertad.

El matrimonio de Miguelito no estaba bien encarrilad­o, incluso tuvo una discusión con su suegro y como le comentó a Mansilla: “Si no es por Regina, le meto el alfajor hasta el cabo, por mal hablado”. Comenzó a distanciar­se de su mujer y una tardecita volviendo a caballo, de visitar a Dolores, su verdadero amor, desmontó para prender un cigarrillo y quedó de a pie, su caballo se le disparó; al llegar al poblado una partida de policía le dio unos cuantos sablazos y en seguida al cepo, acusado de dar muerte al juez.

En prisión, Miguelito se dio cuenta que al juez lo había asesinado su padre por celos. No dijo nada y fue condenado a muerte. Según le relata el baqueano a Mansilla, su padre y unos vecinos aprovechar­on una revuelta generada con la llegada de Felipe Saa, para liberarlo. Con un buen pingo Miguelito disparó hasta las tolderías de Mariano Rosas.

Mario Soffici, en 1937, lleva esta historia al cine con el nombre de Viento norte, como Miguelito actuó el joven Ángel Magaña y como el padre, nada menos que Enrique Muiño; además la gran actriz entrerrian­a Camila Quiroga interpretó a Malena, la madre de Miguelito, y Elías Alippi actuó como el Capitán Ramallo; esta película contó con la escenograf­ía de Raúl Soldi, y las pilchas fueron provistas por la talabarter­ía Casa Arias. Los exteriores se realizaron en Campo de Mayo y los ranchos de adobe fueron construido­s allí especialme­nte. Como soldado cantor actuó Francisco Amor que cantó “Vidalita y la tonada Boyera”. la nacion del 16 de octubre de 1937 manifestab­a: “... representa, sobre todo, un punto de partida para un cine legítimame­nte nuestro. Concreta, con fuerza evocativa, con sugestión, una galería de nobles tipos criollos en el ambiente, recortado con limpidez, de un poblado de tierra adentro a mediados del siglo pasado”.

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