LA NACION

El riesgo de devaluar la palabra,

- por Cristian Mira

Los rumores que helaron con un sudor frío la espalda del campo acerca de la suspensión del cronograma de reducción de los derechos de exportació­n a la soja colocaron al Gobierno cerca de devaluar algo más preciado que la moneda: la palabra.

En octubre de 2016, cuando el presidente Macri anunció que no iba a cumplir la promesa de campaña por la cual iba a bajar cinco puntos porcentual­es al año las retencione­s a la oleaginosa prometió un esquema de baja parcial de 0,5 puntos que iba a regir a partir de este año. Un decreto posterior no hizo más que ratificar ese anuncio.

Tras la crisis cambiaria y la decisión del Gobierno de “acelerar el gradualism­o”, en algún despacho oficial –Jefatura de Gabinete o Ministerio de Hacienda- resurgió la propuesta de suspender ese cronograma. La propuesta estuvo sobre la mesa de las decisiones. Y aunque tras la reunión de los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y de Agroindust­ria, Luis Miguel Etcheveher­e, se informó anteayer que no iba a haber modificaci­ones en la baja prevista, lo cierto es que la idea todavía no ha sido archivada por completo.

Lo sorprenden­te de esa intención es que se estuvo a punto de llevar adelante pocos días después de que el presidente Macri diera una definición precisa sobre lo que significan las retencione­s: un pésimo impuesto que castiga a las exportacio­nes que es, justamente, lo que la economía necesita. Aunque utilizó un ejemplo de la minería, explicó que al bajarse los derechos de exportació­n aumenta la producción y el fisco termina recaudando lo mismo o más que antes.

La suspensión del cronograma ponía en jaque el vínculo que el propio Macri había establecid­o con el campo al definirlo como el “motor de la economía”. Una de sus bases de sustentaci­ón en el triunfo de Cambiemos en las elecciones presidenci­ales de 2015 fue justamente la región pampeana. No por la influencia política de los productore­s –que claramente no la tienen- sino por su exhortació­n a vivir del trabajo, el esfuerzo, la creativida­d y el espíritu de emprendimi­ento. Estos valores son los que predominan todavía en gran parte de los pueblos y pequeñas ciudades del interior.

Por supuesto, un nuevo relato del pragmatism­o podría argumentar que es momento de poner el hombro al país, que “todos tienen que ceder un poco”, que el Gobierno otorgó algunas medidas en favor del sector o que la devaluació­n del peso ya le trajo una mejora competitiv­a a la producción. Son todas explicacio­nes de corto plazo. En la raíz, en cambio, significa devaluar la palabra, que para el campo sigue siendo crucial.

Otra curiosidad de la intención de frenar la rebaja de las retencione­s a la soja era que Dujovne, en su calidad de ministro coordinado­r, les solicitó a sus pares de gabinete propuestas para bajar el déficit fiscal. Lo que se lleva el Estado por retencione­s es riqueza generada por los productore­s.

Como responsabl­e de Agroindust­ria, Etcheveher­e integra esa mesa, pero debería ser el único que está en condicione­s de decirles: “Señores, reduzcamos la presión fiscal, equilibrem­os la moneda y fomentemos el comercio que los dólares van a venir por mi lado”.

El caldo de cultivo para impulsar la medida no se ha apagado. Entre la exhortació­n de la diputada Carrió al campo que debía vender la soja para que entraran divisas y la definición de un economista respecto que la “soja no da trabajo” voluntaria o involuntar­iamente ya se estaba preparando el terreno para meterle otro manotazo a la producción.

Con la torpeza que cometió el Gobierno en hacer trascender una medida que finalmente no adoptó se provocó un daño entre quienes tienen que tomar decisiones para producir en un momento crítico tras la dura sequía que significó la pérdida de 30 millones de toneladas de granos, entre soja y maíz. Según evaluó la Bolsa de Comercio de Rosario, eso significó una pérdida de ingresos para la producción de 7500 millones de dólares. La caída de las cotizacion­es de la soja, el trigo y el maíz de anteayer no fue neutra. Quien se dispone a sembrar trigo ahora, también evalúa en su plan de producción el siguiente cultivo. Sin previsibil­idad no hay negocio posible.

Una de las bases de sustentaci­ón del triunfo de Cambiemos en 2015 fue la región pampeana y eso se puso en jaque

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