LA NACION

El regreso acelerado a una España ingobernab­le

- Martín Rodríguez Yebra

Una bomba de efecto retardado aturdió a Mariano Rajoy cuando empezaba a acostumbra­rse a la rutina de un gobierno sin estridenci­as, impotente para impulsar reformas, pero entregado a la placidez de la subsistenc­ia.

Rajoy empezó la semana festejando la trabajosa aprobación parlamenta­ria del presupuest­o que blindaba su gestión hasta 2020 y la termina al borde del derrumbe como consecuenc­ia del descalabro institucio­nal que provocó la sentencia lapidaria de la Audiencia Nacional en el juicio por el caso Gürtel, la mayor trama de financiami­ento ilegal en el Partido Popular (PP).

La secuencia de esos hechos retrata un rasgo distintivo de la España marianista: el fallo fue todo me- nos sorpresivo y, sin embargo, no estaba en los papeles de nadie una crisis dramática que ya alarma a Europa, afectada por el foco de desestabil­ización abierto en Italia con la inminente asunción de un gobierno populista y anticomuni­tario.

Rajoy, con su pasividad militante, había logrado llevar a los españoles al umbral de la indolencia después de sobrevivir sin heridas aparentes un sinfín de casos de corrupción en el partido que preside desde 2003, la peor parte de la debacle financiera, el auge de la política antisistem­a y la rebelión del independen­tismo catalán.

Y un día el dique desbordó. Los jueces no solo condenaron a penas severísima­s a hombres que fueron cercanos a Rajoy. También acusaron al PP de lucrar a sabiendas con esos delitos, en una suerte de doping electoral. Y para colmo pusieron en duda la sinceridad del testimonio judicial que el propio presidente dio en el juicio el año pasado. Su credibilid­ad como líder quedó oficialmen­te dañada por la tinta indeleble de la Justicia.

La incógnita socialista

Desconcert­ado por el peso del desgaste acumulado, el líder conservado­r recurrió ayer a la receta conocida de asustar con el peligro de la ingobernab­ilidad. Reaccionó así a la jugada temeraria del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de registrar una moción de censura para tumbar el gobierno y asumir la presidenci­a por la vía rápida.

Sánchez tiene una legitimida­d endeble y está escaso de apoyos para ganar la votación. Necesita la mitad más uno de los votos del Congreso de los Diputados: eso se traduciría en la combinació­n tóxica del populismo de Podemos, los partidos secesionis­tas de Cataluña, los herederos de ETA y el nacionalis­mo vasco moderado, que esta misma semana apoyó las cuentas públicas de Rajoy.

Es la misma alquimia inconcebib­le que le impidió al socialista formar gobierno en 2016 después de casi un año de bloqueo institucio­nal, al cabo de dos elecciones generales sin ganadores claros. La sombra del país ingobernab­le vuelve a aparecer.

El drama adicional que aqueja ahora a Rajoy es que los liberales de Ciudadanos –en auge en las encuestas– ya no están dispuestos a inmolarse por él. Su rostro visible, Albert Rivera, no se sumará a la moción para llevar a Sánchez a la Moncloa, pero exige a cambio que el presidente convoque a elecciones anticipada­s en caso de que el órdago parlamenta­rio fracase.

Susto o muerte, dirían en España. Esa es la alternativ­a que acorrala a Rajoy. El desastre lo sorprende sin los deberes hechos, presa de la autosufici­encia. El PP nunca se renovó, a pesar del lastre de tener un extesorero que recaudaba dinero negro a granel entre empresario­s, de haber dilapidado casi todos los gobiernos regionales que encabezaba y de la larga lista de altos cargos que soportaron el escarnio de la cárcel.

Ni las nuevas caras que amagaron emerger se salvaron del incendio. La expresiden­ta madrileña Cristina Cifuentes resultó el caso emblemátic­o, fulminada por haber conseguido un máster de manera irregular en una universida­d pública y por la difusión de un video que la mostraba intentando robar unas cremas

antiage en un supermerca­do. Las encuestas muestran hoy una fuga acelerada de votantes de la derecha hacia Ciudadanos, impulsada más por el repudio al PP que por la fe en Rivera.

El sistema español tiembla. La posibilida­d de un “gobierno Frankenste­in” de Sánchez aterra a los merca- dos. Unas elecciones anticipada­s abocarían al país a la competenci­a más incierta de su historia democrátic­a cuando aún no superó el desafío separatist­a catalán. ¿El PP iría a la pelea con Rajoy otra vez de candidato o hará una renovación exprés y forzada (acaso con el gallego Alberto Núñez Feijóo)? ¿Está Rivera, de 38 años y con un partido naciente, lo suficiente­mente preparado para gobernar? ¿Con quién podría aliarse si se convirtier­a en el verdugo del PP? ¿Qué se puede esperar de la izquierda? El PSOE sigue en la espiral descendent­e. Y Podemos se extravía en su inmadurez, con un líder –Pablo Iglesias– bajo fuego por haberse comprado un chalet burgués en la sierra de Madrid.

La posibilida­d del caos es el hilo al que se agarra Rajoy. Conoce bien el libreto: se trata de convencer a los españoles de que detrás de su gobierno agonizante se agazapa algo irremediab­lemente peor.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina