Cálido adiós
Macri y la gente despidieron al seleccionado
Diego Maradona hubiese llevado el 13 en México si Bilardo respetaba de manera estricta su idea de numerar al plantel por orden alfabético. Pero cuando presentó la lista en la AFA se reservó tres excepciones; la 6 de Passarella y la 11 para Valdano también quedaron a salvo. “Nos vamos a la mierda”, apresuró algunos días después el entrenador. Quería huir de esa caldera de desprecio que asfixiaba a una selección antipática. Todavía corría abril del 86 y recién el 2 de junio sería el debut en el DF. El plantel se marchó temprano desde Ezeiza para reducir la exposición, para desactivar reproches y silbidos. En silencio, casi a escondidas. “Ni la familia nos fue a saludar”, confiarían entre bromas, mucho tiempo después, los campeones del mundo. Empezaba un raid desgastante, porque la delegación se embarcó a Oslo para jugar contra Noruega, luego fue a Tel Aviv para golear a Israel y solo después aterrizó en suelo azteca. Dar vueltas por el mundo era mejor que estar en la Argentina.
El escenario giró completamente en estas décadas, y no siempre porque la Argentina haya atrapado toda la adhesión antes de los mundiales. Cientos de personas acompañaron anoche la partida de la selección, último contacto en el país antes de que la moneda esté en el aire. La puerta del predio de Ezeiza quedó amurallada por los hinchas desde la tarde, y el ritual de despedida no se salteó ningún paso: delirio, fascinación y súplicas. Y un pogo ricotero al ritmo de ‘Jijiji’ para escoltar a paso lento el tramo de pocos kilómetros hasta el aeropuerto.
Antes, una visita especial cerró la actividad en el complejo: el presidente Mauricio Macri se acercó para saludar a los jugadores y al cuerpo técnico. Una acción sin antecedentes el día de la partida de una selección rumbo al Mundial. Lo más cercano había sido la visita de Aníbal Fernández en 2010, entonces Jefe de Gabinete, que le llevó a Maradona y a sus dirigidos los mejores deseos de Cristina Fernández de Kirchner a pocas horas de tomar vuelo hacia Johannesburgo.
Macri pensaba presenciar dos encuentros de la selección en Rusia, pero cambió de planes y ningún funcionario podrá viajar para ofrecer una señal de austeridad. Su presencia iba a cortar con 28 años de ausencia de un Presidente alentando a la selección en la Copa: Menem en Argentina vs. Camerún, en Italia 90, fue la última foto.
Otra época. Otros tiempos. Otras herramientas, también. Si ‘Pancho’ Varallo y sus compañeros esperaban en el año 30 que los visitara Carlos Gardel con sus guitarristas en la concentración de la La Barra de Santa Lucía, en las afueras de Montevideo, para quemar el tiempo cuando jugar a las cartas ya no resistía otra mano, anoche los jugadores fueron cronistas en vivo de su propia partida. Celular en mano, desde el micro, filmaron esa nube de sensaciones que los envolvió. Activos en sus redes sociales, ellos mismos retrataron la despedida. Cambió el mundo. En 1934, abordo del buque Athenia, la selección tardó 25 días en llegar Italia. Desde la escala en Río de Janeiro, el defensor sanjuanino Jose Nehín le escribió una carta a sus amigos del diario Tribuna. Decía: “Nosotros, los chacareros, le vamos a demostrar a los profesionales en el torneo de Roma que también somos argentinos”. Entonces, a la Argentina la representó un plantel amateur con mayoría de futbolistas del interior.
La moda de las despedidas populares es, en realidad, un fenómeno moderno. Bielsa en 2002 se marchó apenas acompañado por los dos jugadores del medio local que eligió: Ortega y Claudio Husain. Dentro de la desazón que invadía al país por la crisis económica, a esa selección se la señalaba casi como el único indicador capaz de despertar una esperanza. “Cualquier alegría que podamos dar no es sustitutiva de las necesidades del pueblo y de las personas honestas”, advertía Bielsa antes de partir hacia Roma, donde iba a reunir al plantel antes de seguir hacia el Lejano Oriente.
Las olas de acompañamiento popular se instalaron desde Alemania 2006. Desde Lionel Messi, vaya casualidad. Para Italia 90 Bilardo también salió eyectado de la Argentina, aunque era campeón del mundo. Fue reuniendo a los jugadores en Italia y un día después de la consagración en el calcio del Napoli de Maradona, todos se marcharon a Viena para iniciar una gira que siguió por Berna y Tel Aviv. Siempre lejos de la Argentina, donde nunca recogió calor popular.
Las mismas imágenes de anoche se vieron hace cuatro años, cuando se embarcó la selección de Alejandro Sabella hacia Belo Horizonte. No faltaron emociones, porque a último momento los visitó en el predio una orquesta infantil compuesta por alumnos de escuelas rurales que interpretó ‘Rezo por vos’, un clásico de Charly García y el Flaco Spinetta, y también un grupo de chicos del sector oncológico del hospital Garraham.
En 2010 también la gente hizo colapsar la autopista Riccheri, pero entre el genuino fervor de los hinchas se colaron los intereses políticos de grupos vinculados con el entonces intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. Y más se oscureció el escenario cuando en el mismo avión que trasladó al plantel a África, también viajaron 22 barrabravas, cabecillas de Boca, Estudiantes y Nueva Chicago, caras que se habían hecho frecuentes en la selección desde la aparición de Bilardo como secretario técnico. Una sobrecarga indeseable. Muy diferente a los 30 kilos de dulce de leche y los 100 de yerba que anoche no faltaron en la bodega del avión.