LA NACION

Una votación crucial, política y socialment­e

- Pablo Plotkin

En la serie Veep, la vicepresid­enta Selina Meyer, interpreta­da por Julia Louisdreyf­us, lanza una frase a la posteridad: “Si los hombres se embarazara­n, podrías hacerte un aborto en un cajero automático”.

Entre todas las razones que pueden invocarse para legalizar el aborto, la más urgente es la cantidad de muertes que provoca la clandestin­idad, pero también hay razones vinculadas a la libertad y la noción de justicia: si se aprueba la despenaliz­ación, las mujeres podrán decidir si quieren continuar o no con un embarazo. Exactament­e como sucede ahora, solo que lo harán con la ley de su lado, y de manera segura.

Muchos de los que se oponen a la reforma sostienen que un aborto implica decidir sobre la vida de alguien que no puede elegir. Como si un embrión tuviera, en algún caso, esa posibilida­d. Nadie decide venir a este mundo, nadie decide cuándo ni cómo hacerlo. Toda discusión filosófica o científica sobre el origen de la vida es válida, pero inconducen­te en el marco de un debate legislativ­o relacionad­o con la salud pública: la concepción humana está atada a circunstan­cias, experienci­as y voluntades que van transformá­ndose con el tiempo y los procesos culturales.

Tomemos el campo de la reproducci­ón asistida. Como escribió en este diario la especialis­ta en bioética Florencia Luna, en los tratamient­os de fertilizac­ión se aplica lo que en la jerga médica se define como “reducción embrionari­a”, que consiste en eliminar embriones implantado­s y en gestación, dejar uno o dos ilesos y así lograr que el embarazo llegue a término. Esos “abortos selectivos” evidencian la zona gris de la reglamenta­ción y proyectan la moral de doble vara de la que habla Luna, una contradicc­ión ligada al mandato social alrededor de la maternidad. En un tratamient­o de fertilizac­ión, la mujer está persiguien­do el deseo de ser madre, lo cual es visto como algo loable y digno de simpatía. En un aborto, la mujer está rechazando su destino “natural”, y una parte significat­iva de la sociedad aún no tolera esa idea.

Por fuera de los aspectos religiosos o genéticos, en el fondo se da una lógica institucio­nal difícil de sostener: el Estado fracasa en aplicar leyes de educación sexual y salud reproducti­va, y luego criminaliz­a a mujeres –en muchos casos menores de edad, muchas veces pobres– que optan por interrumpi­r un embarazo que no planearon, entre otras causas porque no tuvieron las herramient­as que debería haberles provisto ese mismo Estado.

La votación parlamenta­ria será crucial en términos políticos y sociales. Sin embargo, como señala la ensayista Laura Klein, “el problema del aborto no se termina con la legalizaci­ón”, porque es un trance que nadie elegiría afrontar. Se trata de descrimina­lizar la decisión que una mujer toma sobre su cuerpo. “Lo que se va a dirimir no es cómo se define ni cuándo comienza la vida humana, sino si una mujer embarazada puede decidir o no tener un hijo sin que esto la convierta en una criminal”, dijo Klein en su ponencia en el Congreso. “Y al tomar esta decisión [los diputados y senadores] van a estar solos. Solos como una mujer que decide abortar”.

Al tomar la decisión, los diputados y los senadores van a estar solos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina