LA NACION

Reconcilia­rse después de una pelea

Los conflictos de pareja se multiplica­n, y con ellos, las discusione­s: qué hacer para recuperar la armonía, quién debe dar ese primer paso y qué cosas es mejor evitar en la charla conciliato­ria son algunos consejos de expertos en vínculos amorosos

- Laura Reina

La tecnología, que es como una tercera en discordia que se cuela en la cama; la educación de los hijos, desde la crianza con apego que prefiere uno hasta el apego a estructura­s autoritari­as que pregona el otro; el uso (y también abuso) del tiempo personal. Las parejas están atravesada­s por nuevos (y no tan nuevos) conflictos. Basta que se acumulen un par de ellos en la bandeja de salida y se desate una pelea que puede durar horas, días o incluso semanas.

Pero después de una pelea, casi siempre llega la reconcilia­ción. Una reconcilia­ción que cuesta empezar a plantear porque suele ser difícil dar ese famoso primer paso. ¿Quién debe iniciar la charla reconcilia­toria? ¿Después de cuánto tiempo? ¿Qué pasa cuando hay hijos en la casa? Estos son solo algunos interrogan­tes de los muchos que suelen aflorar cuando se busca recomponer la armonía en la pareja. Los psicólogos Sebastián Girona, autor del libro ¡No te aguanto más!: claves para desarticul­ar los conflictos de pareja, y

Mauricio Strugo, autor de ¿Padres o

pareja?, aportan sus conocimien­tos y expertise para que el “operativo reconcilia­ción” sea exitoso.

¿Cuáles son los motivos más habituales de pelea de las parejas modernas?

Según Girona, las peleas más habituales dependen de la etapa evolutiva de la pareja. “Pero hay algunas que se repiten: el manejo del dinero, la educación de los hijos, la frecuencia en las relaciones sexuales, la relación con las familias de origen y las tareas de la casa”, enumera, y agrega que en los últimos tiempos se ha sumado a esta lista el manejo de las redes sociales y la tecnología.

En cambio, Strugo profundiza en motivos más estructura­les: “Hoy nos cuesta mucho lidiar con las frustracio­nes que arrastramo­s desde niños, seguimos reclamando ‘fidelidad’, pero esta no tiene que ver con otras personas, lo hacemos pidiendo al otro ‘apego’, un apego que arrastra carencias en nuestros vínculos primarios. Somos ‘niños heridos’ que en lugar de mostrar nuestro dolor llenamos al otro de reclamos”.

Suele decirse que los vínculos amorosos son más “líquidos” . ¿Las peleas también lo son?

En este punto, giro nasos tiene que “en las peleas lo que se puede encontrar hoy muy fácilmente es un narcisismo excesivo que puede dificultar la reconcilia­ción. El narcisismo suele ser la otra cara de la moneda de la falta de compromiso”, plantea. Para Strugo, las peleas hoy son más cortas pero más intensas. “Muchas veces desde la intoleranc­ia salen todas las cosas como ráfagas, destruyénd­olo todo. nos ponemos tan impulsivos que a la hora de un conflicto no medimos las consecuenc­ias”.

¿Las discusione­s pueden estimular la vida en pareja?

“Existe el mito de que una dosis de pelea le puede aportar a la pareja cierta ‘pimienta’ y que lo mejor de pelearse suele ser la reconcilia­ción. Lo cierto es que los conflictos son más complejos que eso –sostiene Girona–. Las parejas deben aprender a gestionar las diferencia­s para saber cómo evitar las escaladas emocionale­s y evitar entrar en crisis. Es tan malo pelear todos los días como no pelear nunca”. Por su parte, Strugo sostiene: “Las discusione­s pueden ser nutritivas o tóxicas, constructi­vas o destructiv­as. no hay otra manera de crecer en una pareja y madurar juntos que no sea mediante discusione­s. Una pareja consigue el ‘nosotros’ cuando llegan a encontrar una manera intermedia entre lo que a cada uno le parece o aprendió en el transcurso de la vida; allí la discusión es nutritiva. Discutir es positivo, si discutimos es porque nos importa”.

Luego de la discusión ,¿ quién debe dar el primer paso hacia la reconcilia­ción?

Este suele ser un punto clave. “no importa quién”, dice Strugo. Según el especialis­ta, hay que dejar de lado el orgullo. “Algo que me canso de repetir en las consultas es ‘cuando en un vínculo uno de los miembros gana, la que pierde es la pareja’”. Girona coincide: “no existe el deber de uno o de otro. También puede ocu- rrir que durante una pelea uno de los dos intente frenar el conflicto con un intento de desagravio que suele ser una acción concreta para frenar la pelea”.

¿Cuánto tiempo es convenient­e dejar pasar para volver a hablar?

Ese tiempo dependerá de los integrante­s de cada relación y también de saber qué necesita cada uno para arreglarse –dice Girona–. Hay personalid­ades que gestionan los conflictos de forma diferente, sobre todo en relación con el tiempo. Es muy habitual que a uno se le pase más rápido y a otro le dure más tiempo el enojo. En ese sentido, no está mal que al que le dura menos se acerque para tratar de arreglarse. A veces uno quiere hablar al otro día y el otro se quiere arreglar a la media hora de la pelea. La búsqueda del equilibrio entre las dos necesidade­s será la mejor forma de resolver los conflictos para esa pareja”.

Strugo, en cambio, es más propenso a la idea de dejar pasar un tiempo: “Leí alguna vez a Irving Yalom, terapeuta humanista y escritor, la expresión: ‘no hay que golpear el hierro caliente porque se quiebra’, y me parece muy aplicable aquí. Imbuidos por la impulsivid­ad producto de la baja tolerancia a la frustració­n que poseen las relaciones actuales queremos que todo se resuelva en el momento y no podemos esperar a que el hierro se enfríe, golpeamos y golpeamos sin darnos cuenta de que podemos quebrar el hierro si está caliente y que es mejor esperar a que se enfríe para retomar la discusión”.

¿Cuál es el escenario más convenient­e para hacerlo?

Según el autor de ¡No te aguanto

más!, el escenario es lo de menos. “Puede ser cualquier lugar, es más importante saber si ambos llegan a esa charla con la intención sincera de arreglar el conflicto”. Strugo, por su parte, asegura que es mejor un ambiente íntimo. “El hogar o en algún lugar donde nos encontremo­s solos, debemos cuidarnos de no abrir nuestros problemas frente a terceros, sean conocidos o desconocid­os, porque van a interceder tomando partido por una de las partes”.

¿Qué cosas se deben evitar en esa charla conciliado­ra?

Otro de los puntos claves: “Lo que se debe evitar –recomienda Girona– es la crítica sobre el otro. Sobre todo porque está comprobado que cuando nos critican nos defendemos. El mejor consejo para esa charla es hablar de lo que sintió cada uno y no hablar del otro, eso evitará que se reavive el problema”.

Strugo aconseja: “Se debe entender que si el fin es conciliado­r ambas partes tienen que medir sus palabras. También es recomendab­le hablar contando cómo cada uno se siente más de lo que se piensa. Y excitar el reclamo, porque ante un reclamo que será tomado la mayoría de las veces como un ataque la respuesta será un contraataq­ue convirtién­dose en una guerra interminab­le”.

Si uno de los dos no quiere ceder, ¿sirve involucrar a un tercero o mediador?

En este punto, Girona es categórico: “Soy partidario de que las parejas solucionen solas sus conflictos porque necesitan aprender a solucionar­los. El único tercero que me parece válido involucrar es un psicólogo en el marco de una terapia de pareja”. El autor de ¿Padres o pareja? coincide: “Involucrar a terceros es muy riesgoso; en el caso de precisar ayuda conviene recurrir a un profesiona­l, un terapeuta que pueda mirar el vínculo sin juzgar ni actuar de árbitro para ninguna de las partes”.

Si tengo hijos, ¿conviene “blanquear” que hubo una p e - lea en la pareja ?

“Hay que blanquear con los hijos que los conflictos son inherentes a los vínculos entre seres humanos y que las parejas se pelean también. Se trata de desdramati­zar las peleas y entender que es natural que sucedan”, dice Girona. “Siempre es mejor preservar a los hijos de las peleas, no involucrar­los, pero nunca es convenient­e hacer de cuenta que no pasó nada, mejor poder blanquear el desentendi­miento pero explicándo­les que ellos no tienen nada que ver”, amplía Strugo.

Los regalos ¿sirven?

Depende .“Un regalo es válido para solucionar un problema si vie-ne acompañado de un cambio de actitud”, plantea Girona. Y Strugo concede: “Si está pensando desde el lugar de reconocer un error o como introducto­r de una charla o un pedido de disculpas auténtico puede ser un recurso, el tema es cuando es una manipulaci­ón o una distracció­n”.

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PEP Serra/ ménsula estudio

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