LA NACION

Fast Company

en ee.uu., los jóvenes no tienen hijos por el alto costo de los alquileres.

- Por Eillie Anzilotti |

Es algo que los millennial­s escuchan una y otra vez: su retraso en el inicio de las familias y su incapacida­d para pagar un hogar representa­n un fracaso colectivo como generación. Poco a poco estamos empezando a entender que esto puede no ser su culpa, y que bien podría ser del capitalism­o . De hecho, un equipo de economista­s cruzó datos que demuestran que la zonificaci­ón y las regulacion­es restrictiv­as del uso de la tierra –las fuerzas que contribuye­n a encarecer la vivienda en ciudades como San Francisco y Nueva York– están reduciendo las tasas de fecundidad. Un artículo recienteme­nte realizado en coautoría entre la candidata a doctorado Harvard Kennedy School, Lauren Russell y Daniel Shoag, profesor de Kennedy School y Case Western Reserve, encontró “una relación significat­iva entre las restriccio­nes de uso de la tierra y las tasas de fertilidad en todas las medidas y geografías”. Shoag y Russell analizaron que las ciudades y pueblos que obstaculiz­an activament­e o restringen el desarrollo ven que las tasas de fertilidad, especialme­nte entre las mujeres jóvenes, caen en picada. Lo sabemos instintiva­mente. Abundan las historias sobre jóvenes trabajador­es de tecnología en las principale­s ciudades que viven en pequeños apartament­os que nunca podrían acomodar a una familia. Incluso para los relativame­nte acomodados en estas ciudades, los costos de mudarse a un hogar más grande son lo suficiente­mente prohibitiv­os como para que a menudo abandonen o demoren el inicio de una familia hasta mucho más tarde en la vida: las tasas de natalidad entre mujeres de 20 a 24 años, el momento más probable para comenzar a tener una familia disminuyó en un 4 por ciento de 2006 a 2016. En ese mismo período de tiempo, las tasas de fertilidad entre las mujeres de 35 a 39 aumentaron ligerament­e. Estos hallazgos, según Shoag se circunscri­ben dentro de “un cambio más grande en el panorama económico de EE. UU. que rompe con dos tendencias que han sido válidas durante mucho tiempo”. Una de ellas es que durante 100 años, los ingresos per cápita en los estados históricam­ente más pobres creció más rápidament­e que los ingresos en los estados más ricos, y la brecha entre los dos se fue cerrando lentamente. Y el otro, dice Shoag, era que la gente de los estados más pobres a menudo se mudaba a lugares más ricos en busca de salarios más altos. Sin embargo, durante los últimos 30 años, ambas tendencias han desapareci­do abruptamen­te .

“La desaparici­ón es intuitiva”, dice Shoag. “Si piensas en los lugares del país que crecen más rápido en términos de población, piensas en lugares como Texas y Florida Central. No piensas en San Francisco. Eso es así porque por ejemplo en esta última ciudad, que es conocida por una vivienda estancada, no están construyen­do lo suficiente para acomodar el crecimient­o. La población en lugares como San Francisco y Nueva York se mueve, sin duda, pero es más una cuestión de rotación, personas más ricas y educadas que se mudan y desplazan a trabajador­es de bajos ingresos y menos calificado­s. Entonces, en cierto sentido, las ciudades más ricas, al restringir su oferta de vivienda, están impulsando las rentas hacia arriba, concentran­do sus poblacione­s entre las personas que pueden pagarlas, y haciendo cada vez más difícil que las personas con menos recursos se muden allí y permanezca­n allí. Esencialme­nte, mudarse a lugares como San Francisco o Seattle requiere una serie de requisitos como por ejemplo que la persona esté lo suficiente­mente educada como para trabajar en industrias, además de estar concentrad­as en aquellas áreas que lo demanden y que por supuesto estén dispuestas a desembolsa­r una gran parte de sus ingresos en la vivienda; y que, como resultado, decidan minimizar sus gastos en el día a día.

Y eso, por supuesto, evita introducir el gasto masivo que está teniendo un niño.

Lo que nos lleva de nuevo a la disminució­n de las tasas de fertilidad. Esta es una tendencia que se concentra principalm­ente en las principale­s ciudades, pero el estancamie­nto de los salarios en otras partes del país también crea una barrera para los nuevos padres. Economista­s como Shoag están particular­mente preocupado­s por esta reducción en la fertilidad. Menos niños nacen ahora, especialme­nte en las ciudades más ricas, lo que significa que habrá menos personas para apuntalar la economía en los próximos años y menos personas para apoyar el envejecimi­ento de la población. Básicament­e, hemos creado un sistema que hace de la reproducci­ón una carga para las personas que el sistema pronto ya no podrá reproducir­se (una vez más, este es un problema con el capitalism­o ).

Las ciudades, dice Shoag, podrían hacer más para apoyar las tasas de fertilidad, el crecimient­o de la población y las oportunida­des para que las personas de bajos ingresos se muden allí y prosperen construyen­do más viviendas asequibles y aliviando algunas de esas regulacion­es de uso de la tierra que han hecho esas tres condicione­s tan difícil de mantener en las últimas décadas. Incluso medidas como aumentar el salario mínimo, que San Francisco, Nueva York y Seattle han defendido en los últimos años, lograrán poco si esas ciudades tampoco construyen viviendas. “Solo hay espacio para X personas”, dice Shoag. “Si una ciudad crea 50.000 nuevos empleos con un buen salario, pero no actualiza los códigos de zonificaci­ón ni agrega más viviendas, eso significa 50.000 personas que serán expulsadas”.

abundan los casos de personas que viven en pequeños pisos donde no pueden adaptarse a una familia

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PATRICK PERKINS / FASTCOMPAN­Y

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