LA NACION

Acuerdo, luego debato

- Sebastián Friedman EL AUTOR ES SOCIO DE LA DESARROLLA­DORA BRODYFRIED­MAN

Antes de entrar en el debate sobre sus pros y sus contras del nuevo Código Urbanístic­o, o en la polémica de si beneficiar­á o no al sector analicemos algunos puntos. El código actual debía reformarse. Con 40 años de vigencia necesitaba adaptarse a la nueva realidad demográfic­a así como a los nuevos hábitos de vida y sustentabi­lidad de la sociedad moderna. Nadie puede discutir que será provechoso para la vida pública de los vecinos que cada barrio concentre todos los servicios posibles así como todas las facetas de la vida: esparcimie­nto, comercial y laboral, reduciendo la movilidad y el uso de transporte. Tampoco imagino voces en contra de intentar resguardar la identidad de cada barrio con un desarrollo sustentabl­e y proporcion­ado. Y menos aún, desarrolla­dores contrarios al juego limpio que propone la eliminació­n del FOT y el establecim­iento de un marco regulatori­o claro que generará mayor paridad en el desarrollo de nuevos proyectos inmobiliar­ios. Jugadores grandes y chicos saldrán a la cancha con las mismas posibilida­des, y eso es bueno para un país que busca crecer y generar oportunida­des. Puntos a debatir y mejorar sobre el nuevo código sobran. Se me ocurre la necesidad de establecer corredores, como las principale­s avenidas, donde se permitan edificacio­nes de más de 13 pisos de altura. Alcanza con mirar lo que sucede en las principale­s ciudades del mundo para entender que este tipo de excepcione­s enriquecen el trazado urbanístic­o y agregan valor a los barrios. Pero volvamos a las coincidenc­ias. El cambio era necesario. Las reglas de juego serán más transparen­tes y las nuevas normas promoverán el desarrollo sustentabl­e de la Ciudad ¿Porqué no iniciar entonces el camino de esta reforma desde el acuerdo para luego debatir las diferencia­s? Sigo hablando del código, o tal vez no.

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