Acuerdo, luego debato
Antes de entrar en el debate sobre sus pros y sus contras del nuevo Código Urbanístico, o en la polémica de si beneficiará o no al sector analicemos algunos puntos. El código actual debía reformarse. Con 40 años de vigencia necesitaba adaptarse a la nueva realidad demográfica así como a los nuevos hábitos de vida y sustentabilidad de la sociedad moderna. Nadie puede discutir que será provechoso para la vida pública de los vecinos que cada barrio concentre todos los servicios posibles así como todas las facetas de la vida: esparcimiento, comercial y laboral, reduciendo la movilidad y el uso de transporte. Tampoco imagino voces en contra de intentar resguardar la identidad de cada barrio con un desarrollo sustentable y proporcionado. Y menos aún, desarrolladores contrarios al juego limpio que propone la eliminación del FOT y el establecimiento de un marco regulatorio claro que generará mayor paridad en el desarrollo de nuevos proyectos inmobiliarios. Jugadores grandes y chicos saldrán a la cancha con las mismas posibilidades, y eso es bueno para un país que busca crecer y generar oportunidades. Puntos a debatir y mejorar sobre el nuevo código sobran. Se me ocurre la necesidad de establecer corredores, como las principales avenidas, donde se permitan edificaciones de más de 13 pisos de altura. Alcanza con mirar lo que sucede en las principales ciudades del mundo para entender que este tipo de excepciones enriquecen el trazado urbanístico y agregan valor a los barrios. Pero volvamos a las coincidencias. El cambio era necesario. Las reglas de juego serán más transparentes y las nuevas normas promoverán el desarrollo sustentable de la Ciudad ¿Porqué no iniciar entonces el camino de esta reforma desde el acuerdo para luego debatir las diferencias? Sigo hablando del código, o tal vez no.