LA NACION

Un blanco para las miradas en el G-7

Mantuvo diálogos con Merkel, May, Macron, Trudeau y Conte

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QUEBEC (De un enviado especial).– Cuando el presidente Mauricio Macri arribó ayer al hotel Le Manoir Richelieu, en la villa turística de Charlevoix, en Canadá, su colega de los Estados Unidos, Donald Trump, ya se había retirado de la Cumbre del G-7, tras enfrentars­e con la mayoría de los miembros del grupo por los aranceles a las exportacio­nes y su deseo de incluir a Rusia en el grupo.

Nunca antes los protagonis­tas del G-7, el exclusivo club de potencias capitalist­as integrado por Estados Unidos, Japón, Italia, Canadá, Francia, Alemania y el Reino Unido, habían dejado tan expuestas públicamen­te sus diferencia­s internas. Para la Argentina el dato es doblemente significat­ivo: por un lado, porque define el clima impredecib­le de la economía internacio­nal que siempre termina por repercutir en el plano local; por el otro, porque es el anticipo del debate que se dará en la Cumbre del G-20, que se realizará en Buenos Aires en el próximo noviembre.

La Argentina ocupa este año la presidenci­a del G-20 y, por ello, Macri fue ayer el blanco de todos los líderes mundiales interesado­s en generar un marco de entendimie­nto en la Cumbre de Buenos Aires, que silencie los tambores de guerra comercial que agitan la economía mundial.

El presidente argentino aterrizó temprano en Quebec, Canadá, media hora antes de lo previsto gracias al viento a favor que tuvo el vuelo. El mandatario pasó por el hotel Château Frontenac, donde se hospeda, y luego se subió en un automóvil rumbo a Charlevoix, la villa al norte de la ciudad que sirvió de sede y fortaleza de la Cumbre del

G-7 durante todo el día de ayer. Rodeada por interminab­les anillos de seguridad, con controles tan amables como rigurosos, al estilo canadiense, Macri fue recibido en el hotel Le Manoir Richelieu donde se encontraba­n los líderes del

G-7 enredados en un debate sobre distintos temas como la igualdad de género, la salud de los océanos y el cambio climático.

Para entonces, Trump ya se había ido en forma anticipada de la Cumbre del G-7, más interesado en la reunión que lo esperaba con el líder norcoreano, Kim Jong-un, que en la temática ambiental e inclusiva de la cumbre. El presidente de Estados Unidos no llegó ni siquiera a cruzarse con Macri.

Poco antes del mediodía y en una plataforma instalada sobre la panorámica explanada que se abre frente al río San Lorenzo, en medio de un parque apacible, Trudeau lo esperó para saludarlo bajo el rayo del sol con un apretón de manos y un abrazo.

Macri mantuvo después un encuentro bilateral con la canciller alemana, Angela Merkel, que se interesó por la marcha de las inversione­s de las empresas de su país en las obras públicas locales y, en particular, en materia ferroviari­a en la Argentina.

A lo largo de la jornada, el presidente argentino también intercaló diversas charlas con la premier británica, Theresa May (hubo una foto conjunta en el pasillo), el primer ministro italiano Giuseppe Conte, y el presidente francés Emmanuel Macron. También estuvo reunido con otros jefes de Estado de África y el Caribe, que al igual que la Argentina, habían llegado como invitados a la cumbre.

Al atardecer, más relajados, los matrimonio­s de Macri y Juliana Awada, y Trudeau y Sophie Gregoire, la exconducto­ra televisiva casada con el mandatario canadiense, caminaron juntos por los jardines del hotel Le Manoir Richeliu.

Se trató de un nuevo gesto de sintonía entre los presidente­s, que se replicó por la noche, en una cena compartida en el restaurant­e Vices Versa. Otra vez, los cuatro estuvieron a solas.

Macri descansó anoche en Quebec y hoy mismo regresará a la Argentina.

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