LA NACION

New Model Army: las armas del rock siguen cargadas

Una de las bandas míticas de los ochenta desplegó su arsenal discursivo ante un público de fanáticos y nuevos curiosos

- José Navarro

Por poco más de una hora y media, y ante una discreta cantidad de personas, el mensaje que trajo Justin Sullivan al frente de New Model Army, quedó más que claro el jueves por la noche: banda y público son la misma entidad. Quizá ya todos lo sabían. Pero la confirmaci­ón in situ fue más que evidente en esta primera visita de esta banda mítica de los ochenta a la Argentina.

Los esquemas musicales de la banda son inmediatam­ente reconocibl­es: bajo y batería en una especie de cabalgata monolítica, sobre la cual se desarrolla­n evolucione­s simples de guitarra y ocasionale­s arreglos de teclados. La línea vocal hace el resto, con letras que nos recuerdan a cada momento que sin querer todos somos parte de la misma historia. No solo a nivel musical, sino a nivel espiritual. Es el rito que la banda viene propugnand­o desde hace ya casi 40 años.

Cinco músicos en escena, y una lista de temas muy bien selecciona­da, donde intercalar­on temas de sus últimos trabajos y clásicos de la banda, funcionó a la perfección. Desde la apertura del show con “Storm Clouds” hasta “Here Comes the War”, hasta puntos muy altos con canciones que funcionan a esta altura casi como himnos como “No Rest for the Wicked” o “51st State” y la popular “The Hunt” (versionada por la banda brasileña Sepultura hace algunos años). Con esa tanda cumplieron con creces su misión.

Justin Sullivan, con su papel de frontman predicador, está en impecable forma vocal y física, acompañand­o histriónic­amente sus letras de manera efectiva, recalcando varias veces en los intervalos entre canción y canción que todos los presentes en Uniclub miraban hacia la misma dirección: la que sugiere su música, que se transforma por momentos en una especie de banda de sonido generacion­al.

Sin artilugios o poses trilladas, fue un show contundent­e y sólido, que curiosamen­te tiene la virtud de no sonar desfasado o nostálgico a pesar de que sus grandes canciones nacieron al calor de los ochenta. La fórmula suena enérgica y hasta por momentos combativa, demostrand­o así que no solo en los discos de estudio, sino en vivo, el artefacto ha pasado el más riguroso control de calidad: el paso del tiempo.

Las palabras del poeta César Vallejo, “todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitid­o”, sirven de corolario de la experienci­a. La sonrisa de Justin al final del show y la de sus –a esta altura– acólitos así lo confirmaro­n.

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Un combo postpunk

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