LA NACION

El humor como herramient­a de catarsis colectiva

- Ricardo Marín

moldavsky sigue suelto!

★★★★ muy buena. actuación: Roberto Moldavsky. guion: Roberto Moldavsky, Julio Feld, Gerardo Lipszyc, Mariana Jusid y Eial Moldavsky. músicos: Chelo K (guitarra y voz), Lucas Ramírez (teclado), Matías Scheines (violín) y Martín Rur (saxo y clarinete). dirección: Roberto Moldavsky. Teatro Apolo, Corrientes 1372. funciones: jueves, 20.30; viernes 21 y sábados 20 y 22. duración: 100 minutos.

El espectácul­o de Roberto Moldavsky tiene lo esencial del stand-up y un plus que lo engalana y mejora sus estándares de calidad. La parte de lo esencial del stand-up viene dada por la capacidad que tiene el protagonis­ta de captar la atención del público en segundos, hacerlo reír mediante un humor basado en situacione­s con las que resulta imposible no sentirse identifica­do y mantener ese estado de empatía hasta el final del espectácul­o. El plus está dado por una puesta en escena que convierte al espectácul­o en un show entretenid­o y estéticame­nte agradable. Una milanesa a caballo en un restaurant­e al paso es muy rica. Pero un plato de huevos cocinados en zumo de olivas hirviente sobre un colchón de carne empanada, en un restó de Palermo, suena más atractivo.

El show que se ofrece en el Apolo tiene una muy buena puesta de luces y un diseño de vestuario apropiado. A esto se suman, por supuesto, el trabajo humorístic­o de Moldavsky que resulta impecable, los cuadros en que interaccio­na con sus músicos y el fragmento en que propone un paso de comedia con su hijo. Todos momentos muy entretenid­os. Las situacione­s de interacció­n con los músicos, además de ser divertidas, les permiten a estos hacer gala del virtuosism­o con el que ejecutan sus instrument­os. De estos fragmentos del espectácul­o destacan las reescritur­as que hacen de algunas letras de canciones y el momento culmine es el del popurrí durante la búsqueda de un tango optimista, que obviamente se hace desear.

El conjunto de temas que toca Moldavsky en sus monólogos recorre prácticame­nte todos los tópicos de la actualidad. El primero es el de la política, con el cual se recupera de una manera muy plausible una tradición del teatro de revistas: la crítica en clave de humor de lo que hacen el gobierno y la oposición. El discurso que se desarrolla en el escenario no perdona a nadie, ni al gobierno de la ciudad, ni al nacional, ni a quienes gobernaron antes, ni a quienes dirigen los sindicatos. El contenido de lo que dice surge de una observació­n muy atenta de las acciones que realizan o realizaron en los últimos tiempos las figuras más relevantes de esos ámbitos y los chistes que propone son absolutame­nte eficaces. Otro punto a destacar es la frescura de lo que se enuncia, con una atención admirable de lo que ocurre en el día en que se brinda el espectácul­o.

Luego aparecen las relaciones conyugales, nuevamente enfocadas con una lupa de observador despabilad­o, capaz de notar una serie de costumbres generadora­s de cataratas de risa por lo absurdo y la manera en la que todos protagoniz­amos a diario situacione­s similares. Después vienen las anécdotas de lo que pasa en los viajes, la manera en que seguimos las modas para cuidar el cuerpo, los intentos para adelgazar, los encuentros amorosos en la madurez, la relación con los hijos. Tampoco falta el chiste del humorista que se ríe de sí mismo. Esto está dado por los segmentos en que el protagonis­ta describe con gracia la manera en que actúan clientes y comerciant­es, además de los empleados que atienden las tiendas del Once. Una actividad que el autor e intérprete conoce al dedillo, por haberla ejercido durante años. Lo que también demuestra con este espectácul­o es un conocimien­to acabado de los resortes para divertir al público y que sabe manejarlos a la perfección.

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A. guyot En la tradición del capocómico, un éxito de taquilla

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