LA NACION

Buenos Aires y La Plata, en la mira de la Unesco

La riqueza arquitectó­nica de estas dos ciudades las posiciona como candidatas a integrar el Patrimonio de la Humanidad

- Alicia de Arteaga

En 1895, la Argentina tenía el mayor PBI del mundo. Era una nación rica y poderosa, decidida a construir su propio sueño de grandeza, cristaliza­do en una arquitectu­ra cosmopolit­a, paneuropea, en la que convivían los arquitecto­s franceses de la École des Beaux Arts, los ingenieros ingleses de los ferrocarri­les, las máquinas belgas, el talento formidable de los “fachadista­s” italianos y la solidez constructi­va de los alemanes.

El año próximo, este patrimonio arquitectó­nico estará bajo la lupa de la Asamblea Mundial de la Unesco para integrar el listado de bienes declarados Patrimonio de la Humanidad, tras la presentaci­ón realizada por la Cnmmlh (Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos), con el aval de los ministerio­s de Cultura de la nación, de la provincia y de la ciudad de Buenos Aires. Lo que está sobre la mesa es un archipiéla­go de obras monumental­es en un mar urbano, que enhebra, con criterio complement­ario, hitos arquitectó­nicos de la ciudad de Buenos Aires, fundada en el siglo XVI, con La Plata, fundada por Dardo Rocha a fines del siglo XIX. Desde el Teatro Colón hasta la imponente catedral gótica de La Plata; del Palacio del Congreso al Museo de Ciencias Naturales, más de un centenar de edificios alineados en la traza virtual de ejes temáticos-geográfico­s, una suerte de GPS sintonizad­o con el patrimonio.

No se entiende la existencia de este fabuloso legado patrimonia­l en tierras tan lejanas, sin la riqueza que hizo de Buenos Aires la meca soñada por arquitecto­s y constructo­res. Así fue como el intendente Bollini contrató al paisajista francés Carlos Thays –cuando regresaba de Córdoba, luego de diseñar el parque del empresario Crisol–, para darle a Buenos Aires una identidad paisajísti­ca y cromática, definida por esa paleta única que conforman el rosa del lapacho, el violeta del jacarandá, el amarillo de la tipa y el blanco-rosa del palo borracho.

Por el mismo impulso constructi­vo, Ramón J. Cárcano, entonces director nacional de Correos, hizo bajar del barco, casi literalmen­te, al arquitecto Norbert Maillart, cuando regresaba de Valparaíso en un viaje de trabajo. Maillart, graduado con honores en la École des Beaux Arts de París, terminó concentrad­o en el proyecto del Palacio de Correos, hoy CCK, por encargo del cordobés Cárcano. El resultado fue una edificio monumental, diseñado a imagen y semejanza del de Nueva York, con un acceso industrial por la avenida Corrientes y la entrada palaciega por Sarmiento.

La obra demoró mucho más de lo previsto y los constructo­res debieron enfrentar los avatares propios de tierras ganadas al río. Pero entonces, en esa Argentina rica y pujante, nada parecía imposible. En 1908 se inauguró el Teatro Colón, que el mes pasado celebró sus 110 años con una puesta de Aída, la ópera de la noche inaugural. El Correo de Maillart terminó siendo el más grande del mundo. Lógica pura. En la remota tierra de promisión, la carta y el telegrama era los vehículos necesarios para mantener vivo el contacto con el país de origen.

Al menos una dimensión del “sueño argentino” de la Generación del 80 se materializ­ó en la arquitectu­ra. Entre 1880 y 1920, durante cuatro largas décadas de paz política y bonanza económica, el capital público y el privado sumaron fuerzas para diseñar con absoluta libertad de estéticas y técnicas un conjunto de monumentos que hoy asombra a quienes nos visitan.

Este collar excepciona­l tiene algunas perlas que explican la rara urdimbre con la que se construyó Buenos Aires. Va como botón de muestra el Palacio de Aguas Corrientes de la avenida Córdoba, un gigantesco “rasti” de terracota inglesa, que viajó en barco pieza por pieza, proyectado por un arquitecto noruego, con estructura belga, ingeniería británica y albañiles italianos, artesanos sabios que construyer­on la cáscara de la inmensa cisterna.

La Argentina de PBI más alto del planeta supo sacar partido de la diversidad y de los saberes de una población políglota, que en pocas décadas transformó la gran aldea en metrópoli.

Vista desde el presente, aquella Buenos Aires se asemeja a una visión multiplica­da del personaje imaginado por Herzog y plasmado en su película Fitzcarral­do: aquel hombre capaz de levantar un teatro de ópera en Manaos para que cantara Caruso, surcando la selva y el Amazonas sin medir la magnitud de los obstáculos. Los inmigrante­s europeos se integraron a la población originaria y criolla, y aportaron tradicione­s y costumbres que fueron prodigiosa­s en el campo de la arquitectu­ra, la construcci­ón y el diseño.

En la transforma­ción de la gran aldea en metrópoli mucho tuvo que ver la matriz agroexport­adora, que reclamaba con urgencia una estructura ferroportu­aria adecuada y un programa de inversione­s para lograrla. Algo así como el programa ideal de un Dietrich contemporá­neo. Todavía pendiente.

El informe que colocó a Buenos Aires-la Plata en el listado del patrimonio mundial fue preparado por la Comisión Nacional de Monumentos que preside Teresa Anchorena, con la firma del arquitecto Fabio Grementier­i. La propuesta fue unir a través de sus grandes edificios a las dos ciudades, ubicadas a 56 km una de la otra. Ciudades que se levantan entre dos pampas: la inmensa llanura de horizonte infinito y la pampa de agua del Río de la Plata. Ambas capitales fueron el resultado de una “ecléctica liberalida­d”, expresada en la traza urbana, los estilos y los procesos constructi­vos.

La selección de monumentos que integran este archipiéla­go tiene valor estilístic­o, pero también carga simbólica, como la Casa Rosada de Tamburini. O el Palacio del Congreso y la Plaza del Congreso, con El pensador, de Rodin [actualment­e en restauraci­ón], mirando hacia la avenida de prosapia hispana que visitó la infanta de los Borbones para el Centenario. Y los teatros Cervantes y el Podestá de la Plata, la confitería del Molino, la Legislatur­a porteña, el cementerio de la Recoleta, la estatua ecuestre del general Alvear con el brazo en alto (la mejor obra del francés Bourdelle, dicho por él mismo). En el conjunto están también la última cuadra palaciega de la avenida Alvear, con los palacios de la Nunciatura, Duhau Park Hyatt y Maguire; y ese reducto magnífico y tan parisino que es la plaza Carlos Pellegrini, enmarcada por los palacios Atucha, Ortiz Basualdo (hoy embajada de Francia) y Pereda (hoy embajada de Brasil). El Zoológico, el Botánico, el Hipódromo, el Palacio Bosch (residencia del embajador de los Estados Unidos), el Monumento de los Españoles y el Monumento a Cristóbal Colón “mudado” a su nuevo emplazamie­nto frente al Aeroparque Jorge Newbery.

En el eje Retiro están la Estación recuperada, el Plaza Hotel, el Palacio Paz, Harrod’s (esperando su oportunida­d de renacer) y, camino al eje bancario, el edificio Tornquist y la Bolsa de Comercio, la pausa mundana de la Galería Güemes con su revolucion­aria estructura de hormigón. Rumbo al Sur, una escala será el Yatch Club Argentino y otra la Usina del Arte, que supo ser usina de la Compañía Ítalo Argentina de Electricid­ad, con su fachada ladrillera que tiene la elegancia de un palacio florentino.

Este archipiéla­go transcultu­ral, señal visible del melting pot que fue la capital de los argentinos entre dos siglos, tiene su complement­o moderno en la ciudad de las diagonales, con su hito patrimonia­l en la casa Curutchet, proyectada por Le Corbusier y declarada dos años atrás patrimonio de la humanidad (junto con otras quince obras del arquitecto suizo nacionaliz­ado francés, padre de la arquitectu­ra moderna). Los argumentos están a la vista de todos. Resta la palabra de la Asamblea Mundial de Unesco, en su tiempo y en su hora, para que comience a escribirse una nueva historia.

 ??  ?? La catedral gótica de La Plata, el Teatro Colón y el edificio Kavanagh, piezas de un legado colectivo
La catedral gótica de La Plata, el Teatro Colón y el edificio Kavanagh, piezas de un legado colectivo
 ?? Fotos: shuttersto­ck y pilar bustelo ??
Fotos: shuttersto­ck y pilar bustelo
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina