LA NACION

Rodríguez Varela: triunfo de la idoneidad

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Acaba de producirse el nombramien­to de Ignacio Rodríguez Varela como juez de la Cámara de Apelacione­s en lo Penal. La noticia podrá parecer intrascend­ente para quienes no conozcan los antecedent­es de este caso, al que uno de nuestros lectores calificó, con razón, de “reparación histórica”.

La primera vez que nos referimos a la larga persecució­n ideológica sufrida por Rodríguez Varela por la mera portación de apellido –su padre fue ministro de Justicia durante el gobierno militar– fue en 2013. En un editorial titulado “Discrimina­do por portación de apellido”, denunciába­mos que había sido ternado nueve veces, y clasificad­o en el primer puesto en seis de esas ternas. Pero nunca fue nombrado. Peor aún, también advertimos ese año sobre la arbitraria disolución de la Secretaría de Investigac­iones Penales (SIPE), dirigida por Rodríguez Varela, y la forzada diáspora de su equipo de investigad­ores, reos todos para la exprocurad­ora general Alejandra Gils Carbó del crimen de investigar la “ruta del dinero K”.

En 2015, volvimos sobre el tema, que ya en ese entonces resultaba escandalos­o, pues el funcionari­o se había presentado en todos los concursos de fiscales o jueces, nacionales y federales, y había alcanzado el primer puesto en la mayoría de ellos. Indefectib­lemente otros eran los nombrados. Recurrió a la Justicia, donde una sentencia reconoció que fue proscripto, pero no podía anularse el último concurso objetado. Finalmente, en 2016 denunciamo­s nuevamente esta proscripci­ón, extendida al tiempo del cambio de gobierno a 35 ternas en todos los fueros e instancias penales, y reclamamos que se respetara el principio de idoneidad.

Para eliminar la grieta y sanar la profunda herida abierta entre los argentinos, es necesario reparar este tipo de proscripci­ones por filiación o venganza, que ignoran las disposicio­nes constituci­onales sobre la igualdad de los ciudadanos para acceder a los cargos públicos. ¿De qué sirven los concursos si el dedo ideologiza­do, partidista o revanchist­a decide por sobre el mérito?

En el fondo de la cuestión subyace también una concepción peyorativa de la Justicia, que ha conducido a la lamentable situación actual. Se razona así: no debe ser juez el mejor candidato, sino el que me responda política o ideológica­mente. No interesa tener una Justicia de calidad, sino una Justicia adicta, obediente, sumisa, capaz de “cajonear”, postergar, y desde luego, nunca cuestionar al gobierno que la nombró.

Mientras los concursos no sean serios, no habrá posibilida­d de que lleguen los mejores. La Justicia continuará así con su mala imagen.

A pesar del resentido voto negativo con el que Cristina Kirchner y sus senadores se opusieron al acuerdo, sin mediar fundamento­s ni impugnacio­nes, confesando así la proscripci­ón, el nombramien­to de Rodríguez Varela no solo repara una gravísima y prolongada injusticia, sino que augura una esperanza respecto de futuras designacio­nes judiciales.

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