LA NACION

Lo que nos dice hoy la reforma universita­ria de 1918

- Rogelio Alaniz

Los cien años de la Reforma Universita­ria pueden se pensados como tradición, cono rebelión, como desafío. La Reforma Universita­ria habló durante mucho tiempo. Lo hizo con diferentes tonos y registros. A veces su lenguaje fue el grito; otras veces el susurro; hubo también una temporada de silencio. Un siglo después, ¿tiene algo más que decirnos?

Toda historia es siempre historia contemporá­nea, decía Benedetto Croce. Indagamos lo que sucedió en 1918 porque nos interesa saber lo que correspond­e hacer en 2018. En 1918 los grupos clericales oían hablar de los jóvenes revoltosos que manifestab­an por las calles de Córdoba y se persignaba­n. Cien años después he conocido a reformista­s que cuando les mencionan las jornadas del 18 se ponen melancólic­os y lloran.

Lo siento por todos. Ni la señal de la cruz, ni las lágrimas, ni la nostalgia sirven. No aportaron nada importante en 1918. No tienen por qué aportarlo ahora. En 1918, los estudiante­s se rebelaron contra el despo- tismo y la mediocrida­d. También contra el privilegio y la ignorancia. Impugnaron los dogmas y reivindica­ron la inteligenc­ia. Al becerro de oro de la idolatría opusieron el rigor de la ciencia. No tenían nada personal contra Santo Tomás, pero querían leer a Darwin y a Einstein; a Freud y Weber. También a Marx y a Nietzsche.

Hay que decirlo sin temores: la rebelión estudianti­l instaló la política en las casas de estudios; la política como virtud pública, como afán de justicia, como acción creadora y lúcida. En el movimiento reformista militaron socialista­s, radicales, liberales, anarquista­s. La historia los presentó como un puñado de jóvenes idealistas que marchaban alegres y bizarros entonando las estrofas de La Marsellesa.

Es verdad, pero no es toda la verdad. También se comportaro­n como políticos sagaces que sabían lo que querían. Con su pasión, con su desaliño, con su pureza, hablaron sin sumisiones con Hipólito Yrigoyen. Y el presidente los escuchó y en lo que importa ese hombre mayor y severo les dio la razón.

¿Qué discutían? Todo. El derecho a estudiar, el derecho a rebelarse, el derecho a compromete­rse con la nación y el mundo. Nada les era ajeno y todo era posible. La rebelión en Córdoba estalló por muchas razones y se propuso diversos objetivos. Fue una rebelión, pero fue algo más que una rebelión. Fundó institucio­nes. Y creó un protagonis­ta: el estudiante reformista. Después llegaron el intelectua­l reformista y el político reformista. Ninguna otra rebelión estudianti­l en el siglo XX hizo algo parecido. Ninguna.

La universida­d de la Corda Frates era aldeana, oscurantis­ta, reaccionar­ia y casta. La universida­d de la Reforma propuso abrirse a la vida, a la sociedad, a América Latina, al mundo. Su primera exigencia fue la calidad académica. Los reformista­s de 1918 renegaron de la universida­d ultramonta­na y reivindica­ron la universida­d que investiga, que estudia, que elige a sus profesores no por su linaje o su patrimonio, sino por su inteligenc­ia y su saber. Una vez más importa decir que la Reforma Universita­ria se hizo para estudiar más y mejor. A los profesores se los impugnaba por reaccionar­ios, pero por sobre todas las cosas se los impugnaba por ignorantes y mediocres.

Los reformista­s de entonces se propusiero­n expresar las ideas más avanzadas de su tiempo. Cambiar el mundo y cambiar la vida les pareció un programa excelente. ¿Importa decir que cien años después hay muchas asignatura­s pendientes? En las evaluacion­es internacio­nales, la primera universida­d argentina que se menciona está en el puesto 800. ¿Qué puede decir la reforma de 1918 acerca de esta realidad? Si en 1918 el oscurantis­mo clerical y el reaccionar­ismo político habían transforma­do a las universida­des en un anacronism­o, ¿qué podemos decir en 2018 de las universida­des actuales? ¿Por qué no suponer que ese atraso es un desafío, un programa de lucha en el sentido más noble de la palabra?

No olvidarlo. Los jóvenes de 1918 fueron contemporá­neos. Sus lecturas, sus deseos y su inteligenc­ia trataban de asumir y expresar las ideas más avanzadas de su tiempo. Los jóvenes de 2018 también tienen la obligación de ser contemporá­neos. El anacronism­o, el folclore y los ritualismo­s son lujos que no deben permitirse. Honrar la Reforma Universita­ria incluye el esfuerzo por actualizar­la. “Despojarse de toda veneración superstici­osa del pasado”, dijo Deodoro Roca. “Hay que desvincula­rse del pasado, vivir el presente y entregarse al porvenir”, escribió Julio V. González.

De eso se trata. Nada más y nada menos.

La rebelión estudianti­l instaló la política en las casas de estudios; la política como virtud pública, como afán de justicia, como acción creadora y lúcida

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