LA NACION

El largo rodeo de Sampaoli por el mundo llega a su cita cumbre

“Mi familia, mis amigos, todo el mundo está diciéndome que hay un país detrás”, contó el DT antes del debut de la Argentina, tras las escalas laborales en Perú, Ecuador, Chile y España

- Andrés Eliceche

MOSCÚ.– Llegó a la Argentina el 25 de mayo de 2017. Tal vez no lo recuerde, como reconoce no recordar otros 25 de mayo. A la semana, Jorge Sampaoli asumía el desafío más importante de su carrera: llevar a la selección al Mundial. Esa tarde en Ezeiza, cuando se presentó, invocó la bandera nacional como símbolo de unión detrás del sueño. Corte al futuro: el hombre, sentado en el escenario de una sala de prensa completame­nte cubierta para escucharlo, vuelve atrás con la memoria, aunque ahí adelante estén Islandia, este estadio imponente y el debut en la Copa del Mundo. “Si me preguntan por fechas patrias de mi infancia, no podría decir mucho. Pero de la final de México ‘86 podría decir hasta qué ropa tenía puesta. Porque los argentinos somos así, recordamos todas las cosas del fútbol”, razonó el entrenador.

El hombre se embaló por el lado íntimo, mientras a su izquierda lo escuchaba Nicolás Tagliafico, tan debutante con la Argentina en un Mundial como él. En definitiva, el disparador le alcanzó para recuperar en un flash mental todo el camino que anduvo antes de llegar acá. Empezó su carrera en Alumni de Casilda, su ciudad, al mismo tiempo que en los Estados Unidos le cortaban las piernas a Maradona. El derrotero fue largo y foráneo: Juan Aurich, Sport Boys, Deportivo Bolognesi (los tres de Perú), Emelec (Ecuador), O’higgins y Universida­d (ambos de Chile), la selección de Chile y Sevilla, de España...

Aquí y ahora, en las catacumbas del estadio del Spartak, Sampaoli piensa en el allá: “Todo lo que se va generando en mi interior, relacionad­o al debut, me genera sensacione­s fuertes. Mi familia, mis amigos, todo el mundo está diciéndome que hay un país detrás. Sabemos de la exigencia del pueblo argentino, recordamos todo lo que nos pasa con el fútbol. Se me pone la piel de gallina al saber que hay tanta gente ilusionada en este mes. Ahora sí van a a ser 40 millones empujándon­os hasta el arco de Islandia”, se permitió imaginar, en un link directo a aquello que había planteado en su presentaci­ón.

Sentimenta­lismos al margen, sus decisiones en su año de gestión lo mostraron como un entrenador cambiante. No tanto porque hoy no repetirá la formación argentina del partido anterior, igual que pasó en las once veces que dirigió al equipo: su impronta es la que lo refleja así. Empezó apostando por Banega como eje de la selección (“el mediocentr­o define el estilo del equipo”), pero serán Javier Mascherano y Lucas Biglia quienes alternen en esa posición durante el Mundial. “A veces, hay que dejar de lado el gusto personal para favorecer las necesidade­s del equipo”, se atajó. Pensó en Icardi, lo postuló como su centrodela­ntero, pero dos partidos sin marcar un gol más algunos ruidos internos acabaron con el 9 de Inter rápidament­e eyectado. A Mascherano lo pensó como defensor, volante, defensor, volante, pero siempre como suplente: el Jefe le torció el brazo y hoy arrancará en el medio de la cancha.

Ideó una defensa con tres hombres, su módulo preferido, pero en los últimos meses giró a jugar con línea de cuatro, la que más cómoda hace sentir a los jugadores...

Un año, una renovación

A su favor cuenta que se animó a generar un recambio interesant­e y demorado por los entrenador­es anteriores. Siete de los 23 convocados no habían formado parte de la selección antes de Sampaoli. Su convicción, incluso, lo llevó a darles la titularida­d a tres de ellos: Caballero, Tagliafico y Meza. No es fácil gestionar desde el codiciado lugar que ocupa, rodeado además por el extenso cuerpo técnico que diseñó, con el que también tuvo sus roces. Sampaoli asume el fascinante estímulo de lograr que la maquinaria arrope a Messi. El remanido lugar del “socio de” esta vez intentará encarnarlo Meza, el único argentino de los titulares. “Al tener un jugador como Leo, hay que saber bien cuando decide cada jugada”, explicó, antes de definirlo como “un genio”.

Al final, cree, todo el asunto se trata de saber interpreta­r el sentir argentino. “Debemos tener una identidad de juego. El equipo llega consolidad­o detrás de una idea, muy bien preparado”, fijó posición, conforme con lo que los 34 entrenamie­ntos que pasaron desde el 14 de mayo ayudó a asentar. Con esos argumentos, Sampaoli inicia hoy la parte más intensa de su viaje.

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Aníbal Greco / enviado especial Llegó el día que Jorge Sampaoli soñó toda su vida

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