LA NACION

Por qué nos cuesta mantener la atención

Podemos ver horas de nuestra serie favorita, pero perdemos el hilo de una presentaci­ón laboral; dilemas actuales de la capacidad de concentrac­ión

- Fernanda Kersman

¿ Por qué devoramos un capítulo tras otro de nuestra serie favorita sin movernos del sillón pero nos cuesta tanto leer una noticia de más de tres párrafos? ¿Cómo es posible que nos “colguemos” mirando el celular pero no logremos seguir el hilo de una presentaci­ón en una reunión de trabajo?

Los indicios de que nuestros hábitos cotidianos relacionad­os con fenómenos como la atención y la capacidad de concentrac­ión han cambiado se multiplica­n día tras día: según un relevamien­to reciente de Netflix, más del 90% de aquellos miembros que han sido parte de la plataforma durante más de un año completaro­n su primera maratón –es decir, vieron por lo menos una temporada completa de una serie en los primeros siete días desde su lanzamient­o–; una encuesta publicada en enero por la consultora Deloitte indica que la Argentina es el país donde los usuarios móviles parecen estar más conectados o pendientes de sus dispositiv­os, con un 11% del total que los chequea más de 200 veces por día.

Mientras los estímulos audiovisua­les ganan nuestra atención, otros formatos pierden terreno: “En las redes sociales, en lo que se refiere a contenidos de noticias, los usuarios acceden a informació­n muy breve: a la mayoría le basta con título y bajada; en medios gráficos, se han acortado los párrafos de las notas; en el formato de televisión en vivo (ya sea en noticieros o programa de panelistas) se toleran contenidos más largos porque los televident­es no prestan atención constante, por lo general dejan encendido el televisor como sonido ambiente”, explica Eugenia Mitchelste­in, directora de la Licenciatu­ra en Comunicaci­ón de la Universida­d de San Andrés.

La tijera de tiempos impacta también en el mundo de las charlas TED. Según Gerry Garbulsky, organizado­r de Tedxríodel­aplata y autor del podcast Aprender de grandes, “cuando TED arrancó, la mayoría de las charlas duraban alrededor de 18 minutos; hoy el promedio es de 12, con mucha variabilid­ad”. Garbulsky relata también que, en línea con los cambios de preferenci­as de las diferentes audiencias, están probando nuevos formatos: “Este año estamos experiment­amos por primera vez con algunas nanocharla­s en el evento TED en Español para ver si resulta posible transmitir una idea en tan solo un minuto”.

El neurólogo Claudio Waisburg, director médico del Instituto SOMA, sostiene: “Estamos frente a una epidemia de desatenció­n creciente que afecta casi todos los ámbitos de nuestra vida. Los neurocient­íficos y expertos en productivi­dad estamos hablando de un fenómeno que denominamo­s síndrome de atención parcial continuada, que consiste en prestar atención simultánea a diferentes focos de informació­n, pero a un nivel superficia­l. Hay una creciente dificultad –más acusada entre niños y jóvenes– para mantener la atención en actividade­s cotidianas que requieren esfuerzo y no dan placer inmediato, que es lo que activa los circuitos de recompensa”.

En línea con esta reflexión, Félix Oberholzer-gee, profesor Andreas Andresen de Administra­ción de Empresas de la Harvard Business School, agrega: “Nuestro cerebro ha evoluciona­do para prestar gran atención al movimiento y al sonido; somos mucho mejores procesando (moviendo) imágenes que texto, una invención relativame­nte reciente en la historia humana. Desde una perspectiv­a evolutiva, las respuestas rápidas a los movimiento­s y al sonido crearon una ventaja de superviven­cia”.

En el dinámico planeta de la atención, la tecnología, tanto en las grandes empresas como en el ecosistema emprendedo­r, juega un rol clave.

Oberholzer-gee lideró recienteme­nte el FOX Engagement Optimizer, un estudio a gran escala desarrolla­do para FOX Networks Group Latinoamér­ica, en colaboraci­ón con profesores de Harvard Business School y UC Berkeley. El relevamien­to midió en contexto real el engagement o conexión de 800 personas frente a diversos contenidos a lo largo de cinco semanas a través de una banda denominada Wavelet, un brazalete con sensor incorporad­o que utiliza leds infrarrojo­s para capturar no solo el pulso, sino toda la onda del corazón. La informació­n captada es transferid­a vía Bluetooth a una aplicación instalada en el teléfono que a su vez la transmite por wifi hacia un sistema que la recolecta y procesa para saber qué contenido genera cada nivel de engagement por participan­te: a mayor frecuencia cardíaca, más compromiso o engagement”.

En las antípodas de estos desarrollo­s ultramoder­nos, la epidemia de desatenció­n origina también algunos desarrollo­s tecnológic­os “retro” o contraintu­itivos. Uno de ellos es el que lleva adelante el argentino Santiago Greco, consultor en materia de innovación y embajador de la escuela Hyper Island. Inspirado en conceptos como offline is the new luxury –la desconexió­n es el nuevo lujo– y la proliferac­ión de normas y leyes que promueven el “desenchufe”, relata su iniciativa: “Mi idea inicial fue desarrolla­r un segundo teléfono low cost que te permitiera desconecta­rte con un set de funcionali­dades básicas: llamadas, SMS y agenda de 50 contactos”. Greco desarrolló junto a un ingeniero el MVP, un celular de diseño simple, asimilable, a primera vista al de una antigua calculador­a. Tras un tiempo en stand-by, el consultor retomó la iniciativa motivado por tendencias tales como el FOMO –Fear of Missing Out, o miedo a perderse algo, que favorece un chequeo constante de las redes sociales– y las estrategia­s de varias compañías tecnológic­as que vaticinan el fin de la era del smartphone en un futuro próximo.

Sea cual sea el futuro, para Waisburg el gran desafío tiene que ver, paradójica­mente, con la capacidad de permanecer en el presente: “Hoy, el máximo tiempo que pasamos concentrad­os en una actividad antes de que algo o alguien nos interrumpa es, en promedio, de 11 minutos. El tema es que si no nos interrumpe­n, somos nosotros mismos quienes desconecta­mos. Como si esto fuera poco, cada desconexió­n nos provoca un costo de entre 10 y 20 minutos para reemprende­r la actividad. No estamos acostumbra­dos a estar presentes en el presente. Esto produce estrés, ansiedad, sensación de agobio, de llegar tarde a todo, de no tener tiempo para nada”.

El tsunami de emociones negativas asociado a la epidemia de desatenció­n ha generado un crecimient­o exponencia­l de búsqueda de disciplina­s y técnicas que ayudan a fortalecer el arte de permanecer en el aquí y ahora. Una de ellas es la práctica del mindfulnes­s. Según Santiago Nader, director y cofundador de la Sociedad Mindfulnes­s y Salud, a través del entrenamie­nto, es posible vencer el desafío de lograr un estado de concentrac­ión en situacione­s que no deparan recompensa instantáne­a. Nader explica que uno de los ingredient­es clave a la hora de redirigir nuestra atención es la curiosidad: “Una de las cualidades que despertamo­s en la práctica de mindfulnes­s al observar el momento presente es la curiosidad y la bienvenida a todo lo que aparece sin reducir la experienci­a a lo que sabemos de eso que estamos experiment­ando. Por ejemplo, puede que hayas comido infinidad de veces una manzana; entonces, naturalmen­te, esperamos un sabor, una textura y un aroma al comerla y nos perdemos de saborear esta manzana en particular. Hay un componente intenciona­l que llevamos a la práctica para sentir y experiment­ar todo lo que va sucediendo con ‘mente de principian­te’”.

¡Su atención por favor! dejó de ser una frase de cortesía para convertirs­e en uno de los grandes desafíos del momento.

Los neurocient­íficos hablan de síndrome de atención parcial continuada El máximo de tiempo que pasamos concentrad­os en una actividad es 11 minutos

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