LA NACION

Más dosis de coraje para una nueva ley de semillas

- Patricio Watson

Hoy estamos más cerca de alcanzar el consenso necesario para lograr una nueva ley de semillas. Nunca entendimos que proteger la propiedad intelectua­l es una necesidad imperiosa para quienes invierten en investigac­ión y desarrollo, y para poder seguir invirtiend­o en el país, deben recuperar las inversione­s de tiempo y dinero. El camino burocrátic­o que debe recorrer un nuevo evento o variedad es tremendame­nte largo.

No hay dudas de que las pérdidas concretas que significan para los productore­s, no contar con los adelantos tecnológic­os necesarios para producir eficientem­ente ante la problemáti­ca actual es mucho mayor que el valor que pagaríamos por reconocer la propiedad intelectua­l de las semillas. Esta ecuación ya es aceptada por la mayoría de los usuarios, productore­s de granos argentinos y mesas multilater­ales, aunque todavía y después de haber suscripto importante­s acuerdos con la industria quedan dirigentes que dudan en aceptarlo, influidos por la bucólica nostalgia del pasado de escardillo­s y azadas.

Esta ley, que inevitable­mente tiene que adecuarse al mundo actual, se percibe como algo que solamente afecta al sector agropecuar­io, pero nada más lejos de la realidad; los países que reconocen la propiedad intelectua­l cuando ven que en otros lugares la usan sin pagar, les ponen aranceles a las importacio­nes y así se perjudica al conjunto de actores de la cadena, en este caso, a los productore­s argentinos. Por este motivo luchar para que se logre de una buena vez es tarea de todos: productore­s, industrial­es, funcionari­os y legislador­es. Pero el que en primera o última instancia y en resguardo de la economía de su país tiene que hacer el esfuerzo para lograrla es el propio gobierno, y no solo este, ya que, de todos los colores, ninguno se animó, y por falta de decisión o coraje se la viene postergand­o desde hace 20 años.

Pareciera que el coraje de los gobernante­s, en algunos casos, es transmitid­o por algunos operadores del comercio de granos. Me refiero a la rápida resolución para permitir el ingreso para molienda de soja desde Estados Unidos, cuando sabemos que esos granos en parte son producidos con semillas modificada­s con eventos que no están liberados en nuestro país. Desde el punto de vista profano esto no tiene ningún inconvenie­nte, pero, para quienes conocen los tiempos normales de liberación de un evento, que a veces tarda diez años, para este caso de necesidad de la industria aceitera, se liberó en veinte días. Esta medida, que no critico por necesaria y positiva, contrasta fuertement­e con la falta de expedición por parte de las autoridade­s que tienen que liberar eventos que ya probaron su inocuidad y se mantienen cajoneados tal vez para no complicarl­e la vida a alguien.

Ojalá que esa dosis de coraje adquirida para la urgencia alcance también para presentar el famoso proyecto de reforma y adecuación de la ley 20.247 y comencemos la nueva campaña de soja con un nuevo marco legal que dé el impulso necesario para que en pocos años nos coloque en la verdadera vanguardia de la producción mundial de granos. El autor es productor agropecuar­io

Luchar para que se logre la aprobación de la ley de una buena vez es tarea de todos

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