LA NACION

André de Ganay Bemberg. Empresario y apasionado del turf

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Una mañana fría, la familia y muchos amigos llegaron hasta la Iglesia del Pilar para despedir a André de Ganay, empresario, pescador, deportista y turfman. Hombre de dos mundos, De Ganay había nacido en Francia, pero su corazón era de esta tierra, a donde llegó en 1946, después de combatir en la Segunda Guerra y de haberles puesto “el pecho a las balas”, según dijo el padre Jorge Benson en la homilía. La misa de cuerpo presente empezó cuando la cureña, con el cajón envuelto en la bandera de Francia, fue ubicada al pie del altar.

Era el mediodía de un lunes gris. Allí estaban sus hijos, Jean y Alix, y su hermano Charles, que es ahora el único sobrevivie­nte de los cincos hermanos De Ganay Bemberg. Integrante­s de la dinastía que escribió parte de la historia empresaria de nuestro país, iniciada por Otto Bemberg, fundador de la cervecería Quilmes a fines del siglo XIX. En el timón del gigante cervecero estuvieron los herederos Bemberg, hasta pocos años atrás, cuando vendieron y pasó a formar parte de un poderoso conglomera­do internacio­nal de origen belga.

El padre Benson trazó un perfil de André de Ganay, con sencillez, humor, gracia y oportunas expresione­s en francés. Como un guiño a alguien que conocía muy bien. Lo había visitado el sábado. Tenía dificultad­es para caminar y para hablar, pero estaba animado viendo por televisión las carreras del hipódromo. El turf era su pasión y le dio alegrías enormes, como recuerda la crónica que escribió Julio Guimaraes en la nacion. “El hombre es francés, pero tiene medio corazón argentino. Llegó aquí en 1946, tras la guerra. De chico, en Normandía, le gustaba la pesca con mosca. De grande, los caballos de carrera. André de Ganay es un libro de turf viviente. Su abuelo presidió la Société d’Encouragem­ent du Cheval Français. El célebre Prix De Ganay, en Longchamp, alude a su familia”. Y agrega: “Si con Badajo en Palermo había tocado el cielo con las manos al ganar un República Argentina, Style Vendome, en el hipódromo de París, lo hizo emocionar como nunca antes”. El dueño del stud Los Cerrillos, el mismo De Ganay, contó entonces que llegó a la carrera “con optimismo relativo”, pero su potrillo terminó ganando por el pescuezo en un final para verlo mil veces. “Fue una de las mayores alegrías de la vida”.

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