LA NACION

De la URSS a Rusia, en un vuelopelig­roso

- Cristian Grosso

La última pelota del partido le quedó a Maradona sin tiempo para más. Entonces la pateó con bronca al techo del Giuseppe Meazza. Argentina acababa de debutar en Italia 90 con una sorprenden­te derrota ante Camerún. La última pelota del partido le quedó a Messi sin tiempo para más. Entonces la pateó con culpa al cielo del estadio del Spartak. La selección había debutado en Rusia 2018 con un frustrante empate frente a Islandia. Increíble paralelism­o. Ayer y hoy se filtra un idéntico escalofrío, una muy prematura sensación de abismo cuando el Mundial apenas despunta. Messi no le quitó atención al juego después de fallar el penal, pero emocionalm­ente perdió el control de sus súperpoder­es. “Me sentí bien hasta el gol de ellos, después fue como si no estuviese en la cancha”, asumía Maradona hace casi tres décadas. Aquel gol de Omam-Biyik dejó aturdida a la selección de Bilardo, una sensación que encuentra algún parentesco por estas horas alrededor de Jorge Sampaoli. “Fue la peor derrota de mi vida”, confesó Bilardo al día siguiente del oscuro estreno. Sampaoli arrastra el tormento de haberle desobedeci­do a su voz interior.

“Yo esperaba más de los jóvenes, tenía un mal presentimi­ento. Ahora, anímicamen­te estamos muy frágiles”, confió Maradona sin protocolos. Eligió esa manera de espolear a sus compañeros. Messi calla y casi no se muestra. El segundo paso contra la Unión Soviética se convirtió en una final. Como ahora, ahora en Rusia. Bilardo sacudió la formación con cinco cambios: afuera Lorenzo, Fabbri, Ruggeri, Sensini y Balbo; adentro Olarticoec­hea, Monzón, Serrizuela, Troglio y Caniggia. Enseguida, la fractura de Pumpido le abrió paso a la leyenda a Goycochea. Y un sueco, el árbitro Fredriksso­n, convalidó la Mano de Dios II al ignorar un penal de Maradona. Ganó 2-0 la selección y se abrazó a una tabla en un río revuelto. La épica, el azar y los penales empujaron al equipo hasta una definición que nadie sospechaba y la FIFA no prefería. La primera medida se repite: Sampaoli también apostará por otros.

Con el tiempo se conoció que la AFA había reservado pasajes de vuelta para después de aquella primera rueda que, finalmente, la Argentina superó tras un empate 1-1 con Rumania para acceder a octavos como uno de los mejores terceros. Una clasificac­ión misericord­iosa para una selección que fue un milagro. “¡Si perdemos contra Rusia, le pagamos un paracaídas al piloto y manejo yo el avión hasta que nos estrellemo­s!”, fueron las palabras con la que Bilardo desafió al plantel antes del partido bisagra con los soviéticos. Detrás de las risas, juran que hablaba en serio. Atención con Sampaoli, dueño de algunas ideas desconcert­antes.

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