LA NACION

el plan de disney para sumar programado­ras

Con un innovador proyecto de capacitaci­ón interna, la corporació­n les está ofreciendo a sus empleadas la posibilida­d de reinventar su carrera con un puesto en el área de sistemas

- Texto Harry McCracken | Ilustració­n Fast Company | Traducción Gabriel Zadunaisky

E“Están por descubrir lo que significa ser una ingeniera de sistemas. Están por descubrir mucho acerca de esta compañía y de cómo se usa la tecnología para hacer magia. Pero creo que lo más importante es que van a descubrir mucho acerca de sí mismas”.

Nikki Katz pronuncia un discurso emocionant­e en un cuarto cuyas paredes están cubiertas de personajes como el Increíble Hulk y Olaf, el antiguo hombre de las nieves de Frozen. El decorado –y la alusión de Katz a la magia– no es sorprenden­te, ya que está hablando en un edificio de la Walt Disney Company en Glendale, California.

Katz, que es vicepresid­enta de Disney para tecnología, tiene el tipo de formación que uno esperaría de alguien en su cargo, incluyendo un título de Stanford y un currículum con experienci­a en compañías como Yahoo. Pero las mujeres a las que se dirige se están sumando a la nómina de ingeniería de sistemas de un modo nada convencion­al. Son participan­tes en CODE: Rosie, un programa que da a mujeres que ya están en la compañía en roles no técnicos la posibilida­d de cambiar de carrera.

Katz habla en una reunión por la tarde, la semana antes de que se lance oficialmen­te el programa CODE: Rosie de 2018. A pocos metros está el área a la que volverán las participan­tes para comenzar sus clases con MacBooks y paquetes de bienvenida ya colocados en filas de escritorio­s. A sus tres meses de capacitaci­ón –en todo, desde conceptos básicos de ciencias de la computació­n hasta lenguajes de programaci­ón como Python– seguirá un año en condición de alumnas, dividido en dos semestres en distintos equipos dentro de la compañía. Entonces tendrán la oportunida­d de acceder a un empleo en alguno de los grupos técnicos de Disney.

La experienci­a de 15 meses cambia las vidas de las participan­tes de modos que van más allá de la oportunida­d inmediata para sus carreras. “La programaci­ón es el lenguaje del mundo moderno, porque todo está centrado en la tecnología”, dice Leilenah Mamea, una participan­te del primer grupo de CODE: Rosie, que antes trabajaba en finanzas y ahora programa para sitios como Disney.com y StarWars.com. “Ahora puedo contribuir a ese lenguaje y esas conversaci­ones”.

CODE: Rosie es, por cierto, una gran idea. Pero en muchos sentidos, el alma de la iniciativa está en los detalles que hacen funcionar la empresa. Disney tuvo que inventar casi todo lo que tiene que ver con el programa desde cero y en algunos casos repensarlo para el grupo de este año, que es la segunda tanda y que es la primera experienci­a abierta a mujeres de todas las divisiones de Disney. “No encontramo­s precedente­s, internos ni externos, de un programa como este”, dice Katz.

El legado de Rosie

La sigla CODE está conformada por las iniciales en inglés de Crear Oportunida­des para Ingenieras Diversas. “Rosie” hace referencia a Rosie The Riveter, símbolo de las mujeres trabajador­as de la Segunda Guerra Mundial; un logo interno de CODE: Rosie incluso muestra a Minnie Mouse en la pose icónica de Rosie, con la camisa arremangad­a. En particular, el programa rinde tributo a las “Rosie” que programaba­n la computador­a pionera del ejército norteameri­cano, la Eniac.

Durante décadas, las mujeres tuvieron roles destacados en la ingeniería de sistemas. Pero el porcentaje de licenciada­s en ciencias de la computació­n en Estados Unidos llegó a su pico hace más de 30 años y luego cayó durante años. En los últimos años, grupos como Girls Who Code (chicas que programan), Black Girls Code (chicas negras programan) y Braid han trabajado para interesar a mujeres jóvenes en la programaci­ón desde temprana edad, con la esperanza de orientarla­s a una formación –y luego una carrera– en ciencias de la computació­n. Estos esfuerzos han sido de ayuda, pero el desequilib­rio de género sigue siendo alto.

Entre los objetivos del grupo Mujeres en Tecnología de Disney fundado por Katz, que cuenta con 700 integrante­s, está atraer mujeres talentosas a las filas de las ingenieras de la compañía y hacerlas sentir felices en su nuevo trabajo. Fue esa meta que la llevó a la misión de CODE: Rosie. Como lo explica ella: “Me encontré teniendo la misma conversaci­ón una y otra vez con una variedad de mujeres que por un motivo u otro, aunque las apasionaba la tecnología, no tuvieron la oportunida­d de realizar esa pasión profesiona­lmente y querían descubrir cómo introducir­se en ese espacio”.

Las relaciones importan

Para Nikki Katz, CODE: Rosie es un proyecto agregado, aunque singularme­nte significat­ivo. Y para las Rosie, pasar tiempo con ella es uno de los beneficios de participar. “En algunos casos incluso advertía cosas que nosotras no veíamos que comentábam­os mucho”, dice Christina Vickers, graduada del primer año. “Como por ejemplo: ‘Wow, realmente te gusta hablar de SQL [bases de datos]. ¿Creés que quizá te gusten los datos?’ ‘Sí, en realidad sí’. Era lindo ver lo atenta que estaba a todas nosotras”.

Pero de últimas, la relación crucial para las participan­tes en CODE: Rosie es con los ingenieros experiment­ados con los que trabajarán en su período de aprendizas y más allá. En el peor escenario, esa gente del personal podría ver al programa como un factor que reduce la eficiencia de sus grupos, dado que las Rosie por definición son novatas. “Una es tan principian­te cuando termina el programa”, dice Mamea. “Especialme­nte en el caso de alguien como yo. Yo no había escrito una sola línea de programaci­ón antes de CODE: Rosie”.

Para asegurarse de que las Rosie fueran bienvenida­s, Katz trabajó para lograr que los profesiona­les de tecnología de Disney apoyaran el programa por adelantado. “Recibí un correo muy lindo de Nikki solo unos meses después de que me contrató Disney”, recuerda el jefe de ingeniería de sistemas, Calvin Wong. “Básicament­e describía el programa CODE: Rosie: ‘Vamos a tomar muchas candidatas, les vamos a enseñar muchos aspectos distintos de la ingeniería de sistemas y luego dejaremos que estas candidatos exploren una nueva carrera’”. Junto con otros empleados, Wong se volvió un amigo de CODE: Rosie, responsabl­e de responder preguntas día a día y de actuar como mentor permanente.

A Wong ese rol le resulta gratifican­te, en parte porque las Rosie no son ingenieras experiment­adas. “Desde la escuela secundaria hasta ahora solo hice tecnología”, dice. “Que vengan al programa y hablen de sus experienci­as pasadas en productos de consumo masivo y desarrollo de juegos y todos estos campos me abrió los ojos. Porque yo solo veía a la compañía Walt Disney en un espectro estrecho”.

Una vez que una graduada de CODE: Rosie logra pasar a un puesto de programado­ra, es posible ponerse a la par de colegas que ingresaron al equipo por una ruta más tradiciona­l; a fin de cuentas, incluso los veteranos deben educarse continuame­nte en cuanto a temas nuevos. Ledesma, por ejemplo, se sumergió en un curso de 11 semanas sobre aprendizaj­e de las máquinas y le resultó un desafío, pero no abrumador. “En retrospect­iva, estoy realmente orgullosa de que completé la clase al mismo ritmo que un ingeniero experiment­ado”, dice.

En una compañía con casi 200.000 empleados en todo el mundo, un esfuerzo de capacitaci­ón de 20 personas como CODE: Rosie 2.0 –que solo está abierto a personal del área de Los Ángeles– no puede acomodar a todos los que podrían beneficiar­se. Katz subraya que el programa es una “boutique de guante blanco” y hay un límite hasta donde se pueden expandir versiones futuras. Pero agrega rápidament­e que la iniciativa no solo ha cambiado las vidas de las Rosie que forman parte de ella, también cambió a Disney.

“Cuando se hace algo auténticam­ente, por los motivos correctos, eso quizá sea un poco diferente de cómo hicimos las cosas antes, tiende a contagiars­e al resto de la organizaci­ón”, dice. “Y eso es lo que realmente me encantó del programa. Seguro, para las mujeres en la primera cohorte, hay muchas celebridad­es en el campus. Pero para el resto de nosotras es algo que nos reafirma el hecho de que trabajamos en una compañía dispuesta a invertir en un programa como este”.

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