Una historia dickensiana en el Londres del nuevo siglo
Centradaenlaamistaddedos mujeres criadas en el norte de Londres –la zona “marginal” de la capital inglesa, donde los inmigrantes sufren las penurias de la integración racial y cultural–, Tiempos de swing, de Zadie Smith (Londres, 1975), una de las voces más celebradas en la nueva escena literaria del siglo XXI, ubica como telón de fondo una historia simple y didáctica de la economía europea, desde los años de Margaret Thatcher hasta la actualidad.
Primero, Tracey y la narradora de la novela se conocen en una escuela infantil de baile en plenos años 80, cuando el sistema de beneficencia estatal británico se adapta a una doctrina liberal que sostiene que “no hay tal cosa como la sociedad: hay hombres y hay mujeres y hay familias”.
Este principio de competencia individualista funciona bien en una comunidad donde “de la mitad negra, al menos un tercio son mestizos, una cuarta parte son blancos y la otra cuarta parte surasiáticos”. En otras palabras, si la lucha por sobrevivir se intensifica, los más vulnerables son los primeros en acompañar con ingenuidad la decisión de que nadie reciba ayuda.
Luego, en los años 90, los caminos se separan. Mientras Tracey se encierra en el ciclo de la pobreza –“preñada, abandonando los estudios y muy probablemente con la cárcel”, según el funesto panorama de la madre de la narradora–, ella experimenta la cultura corporativa basada en el apogeo del consumo de servicios, la moda y el mercado de los medios de comunicación. “Todo el mundo iba en Vespa al trabajo, todos los cubículos parecían exhibir una foto de Michael Caine en Alfie o Un trabajo en Italia, y los ejecutivos maduros llevaban discos del nuevo hip-hop americano”, cuenta sobre su trabajo en una agencia de publicidad.
Lo que resta es el presente, donde una casta cada vez más condicionada de individuos sin vocación migra de una ocupación a otra, sin otro patrimonio que una agenda de contactos en el smartphone y el miedo a que sus relaciones amorosas o familiares interrumpan la inserción frágil en el mercado. Como una especie de Madonna o Britney Spears, Aimee será la estrella pop “de ojos gélidos y grises de belleza felina” a través de la cual la narradora de Tiempos de swing, que trabaja como su asistente, divisará la curva final de esta historia. El recorrido ocupa casi treinta años, ¿pero cuál de las dos amigas ha logrado algo en medio del ritmo frenético de la vida?
Heredera obediente y hábil de los elementos más sólidos de la tradición literaria inglesa –a la que Zadie Smith ya ha honrado con novelas como Dientes blancos y NW London–, Tiempos de swing puede leerse como otra “historia dickensiana” sobre la vida londinense en el siglo XXI. Con estrellas mediáticas omnipotentes en lugar de banqueros, y con inmigrantes provenientes de los rincones del Commonwealth en lugar de huérfanos de la burguesía victoriana, Smith construye un friso típico cuya extensión anima las conciencias de personajes con dramas similares a los que retrató en su momento el escritor inglés de origen paquistaní Hanif Kureishi. La premisa es la misma: la capital del Viejo Imperio incluye, pero de maneras precarias, y las esperanzas tienden a estrellarse contra la realidad.
En esa línea, Smith, cuya ascendencia es jamaiquina, hace valer el sesgo particular de la raza y el género que caracteriza a su obra (“Probé vainilla, café con leche y chocolate, ¿y sabes qué? Por dentro, son todos la misma bazofia: hombres”, dice Tracey ante sus tres hijos con tres padres distintos), aunque el centro no deja de ser la clase. Sin embargo, la “adultez de Smith como novelista”, como la describieron en su país, tampoco ilumina alguna maravillosa observación sobre el modelo contemporáneo de la vida social. Con la destreza necesaria para no aburrir, la conclusión de Tiempos de swing es evidente a simple vista. A pesar del ruido de los discursos urgentes sobre la integración multicultural, no hay ninguna identidad relevante en occidente más allá de las que se construyen con las exclusiones silenciosas del dinero.