A Sampaoli lo traicionaron sus concesiones la peor radiografía: el próximo será el dt número 10 en 14 años
La selección fue en la Copa del Mundo de Rusia 2018 un desteñido rebaño sin identidad, ni mecánica, ni suficiente rebeldía. Nunca exhibió ni un síntoma del auténtico Jorge Sampaoli que veneraba la audacia. Él es responsable de su traición, y los dirigentes de la AFA, de un inmundo manoseo.
Aferrarse a los principios debe ser innegociable para un entrenador que aspira al respeto. No a la supervivencia ni a la simpatía de un plantel. Creyó en un grupo al que no le interesaba su confianza, sino solo perseguía la libertad que le dio. “Messi es un prócer, Messi es nuestro Dios y el mejor de la historia”, tres expresiones exuberantes que socavaron su liderazgo. Creyó en un par de dirigentes que le dijeron que era “el mejor del mundo” y luego lo maltrataron hasta reducirlo a un entrenador que apenas despunta en la profesión. En algún momento, todos abandonan al director técnico. Por eso el capital es su credibilidad.
Sampaoli no fue un conductor sincero con la propuesta y coherente con la ejecución. Se apartó de sus trazos referenciales y él cargará con su conciencia. Pudo imponerse desde la noche de la clasificación en Quito, pero al contrario, comenzó a decolorarse. Ni se afirmó en sus creencias para sobrellevar algunas injusticias e invasiones. Quedó enmarañado en sus contramarchas. Los liderazgos se construyen sobre la coherencia de una conducta previsible. Tantos desenfoques también invitan al desprestigio, más que una derrota deportiva. ¿No lo ayudaron? Es cierto, ni los dirigentes ni los futbolistas. Por eso conviene temerle más a las concesiones que a un rival poderoso.
La paranoia siempre se las ingenia para perforar la barrera de la paciencia y el sentido común. Claudio Tapia se había propuesto, como antes con Bauza, empujarlo a la rendición. Los entrenadores, expuestos a esas embestidas, nunca encontrarán amparo. Pero los que defienden con rabia su idea se ganan la consideración. Todos los técnicos saben que finalmente pierden; ayer, hoy o dentro de un año. Siempre. Por eso son mucho más importantes los ideales que los beneficios. Supuestos beneficios. ¿Quiénes se sostienen mejor? Muy probablemente aquellos entrenadores que se afirman en lo que hacen con tal convicción que así combaten a los desestabilizadores. Sampaoli había perdido ese privilegio que otros custodiaron yéndose a tiempo. Es cierto que la selección propone un desafío fascinante, pero lo que nunca se puede hacer es sustituir las convicciones.