El notable documentalista norteamericano llegó a Netflix, donde puede verse su elogiado film La Guerra de Vietnam
bienvenida. De la Guerra de Vietnam al jazz y de la cultura del béisbol a la guerra civil y la época de la ley seca, el gran maestro del documental llega a la plataforma de streaming
Con el advenimiento de los servicios de streaming y el creciente interés del público por ver contenidos basados en la realidad, cambió el estatus de los documentales dentro del espectro de la producción audiovisual. La serie documental, cuyos horizontes temáticos se expandieron hacia territorios más populares como la cultura pop o el true crime, se convirtió en un producto atractivo para gran parte de los usuarios de las plataformas de streaming. En el pasado quedó la división tajante del público entre los adeptos incondicionales al género y aquellos que equiparaban la palabra “documental” con aburrimiento.
Esta nueva afición generalizada al género abre las puertas para descubrir y repasar documentales excepcionales, a los que antes era muy difícil acceder. La llegada de algunos trabajos de Ken Burns a la Argentina a través de Netflix es una gran oportunidad para conocer a uno de los documentalistas más destacados y prolíficos de los Estados Unidos. La Guerra de Vietnam, The War (sobre la Segunda Guerra Mundial), Prohibition (sobre la época de la prohibición del alcohol en ese país) y Defying the Nazis: the Sharp’s War son las series documentales de Burns que se pueden ver en Netflix.
Hasta ahora, el acceso a la obra del documentalista norteamericano era complicado; apenas se había emitido alguno de sus trabajos. Ken Burns’ Jazz, una de sus series más famosas, se pudo ver aquí por la señal Film & Arts.
Burns es un verdadero autor, aunque cuenta con el respaldo de un gran equipo de producción y comparte la dirección de sus documentales con colegas como Lynn Novick, con quien realizó su último trabajo, La Guerra de Vietnam, entre mucho otros que vienen produciendo juntos desde 1989. El interés primario por la historia y la cultura de los Estados Unidos, la exhibición de un arduo trabajo de archivo, cierto estilo de entrevistas, el uso de la música y la narración en off a cargo de figuras conocidas son algunas de sus marcas. El paneo de cámara y el uso del zoom sobre las fotografías para generar una sensación de movimiento ya son conocidos como el “efecto Ken Burns” y se incluyen con ese nombre entre las herramientas del programa de edición de videos de los productos Apple.
El estilo del realizador está completamente alejado del cinema verité, esa forma de documental que dicta que la intervención del director debe ser mínima, aunque haya experimentado con ella en alguna ocasión aislada. Los temas que tratan las series de Burns son desafiantes, tanto por su importancia histórica como por su dimensión. El realizador elige contar la Segunda Guerra Mundial, la historia del Jazz o el conflicto de Vietnam sin hacer foco en un solo aspecto, sino con la intención de comprender un hecho o un fenómeno en su totalidad. Eso lo lleva en ciertos proyectos a utilizar el formato de serie en vez del largometraje tradicional, lo cual le da la posibilidad de hacer diez episodios de casi dos horas cada uno, como es el caso de La Guerra de Vietnam.
“Siempre elijo temas sobre los que no sé y quiero saber –dice Burns, en una entrevista con Alec Baldwin, en el podcast del actor: Here’s the Thing–. En vez de contarte lo que sé, prefiero compartir con vos el proceso de descubrimiento”.
Según explica en varias entrevistas, su acercamiento a la Guerra de Vietnam fue distinto, porque creía saber algo más sobre el conflicto, pero cada día que pasaba en la investigación “fue como una humillación”, al descubrir lo poco que sabía en realidad.
“Cuando los norteamericanos hablamos de Vietnam, solo hablamos sobre nosotros mismos –dice Burns en la misma charla con Baldwin–. Lo que teníamos que hacer en el do- cumental era triangular con todas las otras perspectivas. No solo las del enemigo. Teníamos que ver qué sentían los civiles, el Vietcong, pero también nuestros aliados, los vietnamitas del sur, que fueron maltratados, y los hombres que pelearon, los desertores, los que se manifestaban en contra. Si hacés eso, la dialéctica política pierde fuerza, porque te das cuenta de que se puede obtener más de una verdad en cualquier momento”.
para poder armar un cuadro general que incluya diversidad de voces, Burns y su equipo arman un grupo de asesores conformado por expertos sobre el tema que van a tratar en cada proyecto, dedicados a ver y opinar sobre distintos materiales, borradores del guion y primeros armados de edición del documental. Algunos de ellos, por ejemplo los que son especialistas en historia norteamericana, trabajaron en varios proyectos. El grupo de asesores de La Guerra de Vietnam estuvo formado por 20 personas que aportaron distintos tipos de conocimientos necesarios para el documental, desde veteranos de la guerra hasta expertos en cultura pop de la época.
A pesar del exhaustivo trabajo de investigación que lleva a cabo junto con su equipo, Burns recibió críticas de diversas personas, desde historiadores hasta especialistas en jazz (por Ken Burns Jazz) sobre su acercamiento a cada uno de los temas que ha tocado.
Más allá de la preocupación por el rigor histórico y la inclusión de voces diversas, el director tiene como foco en sus documentales la importancia de la narración. para Burns, aunque él y su equipo se manejen dentro de la ética periodística, son antes que nada realizadores audiovisuales, que tienen que llevar a su público a recorrer una historia, solo que en el caso de los documentales está tomada de la realidad.
“Soy amigo de Steven Spielberg –contó el documentalista en una charla con los alumnos de rowan University–. Las leyes de la narración son las mismas para ambos. Aunque, a veces, le digo: ‘Vos podés inventar cualquier cosa, yo no’. Hay tanto drama en lo que es y lo que fue como en lo que se le puede ocurrir a la imaginación humana”.
La pasión de Burns por los documentales empezó desde joven. Estudió cine y fotografía en la Hampshire University, en donde organizó con algunos compañeros una productora para hacer películas sobre ciertas causas, sin fines de lucro. Después de graduarse tomó ese modelo y fundó su propia productora. Brooklyn Bridge, de 1982, le valió una nominación al Oscar en el rubro documental y le dio un muy buen comienzo a su carrera profesional. La consagración de Burns llegó con The Civil War, una serie de once horas de duración sobre la guerra civil norteamericana, que se estrenó en la televisión en 1990 y ganó dos premios Emmy. Sus series dedicadas al béisbol y al jazz, dos pilares de la cultura popular de los Estados Unidos, terminaron de cimentar su reputación como uno de los grandes documentalistas contemporáneos, que continuó acrecentándose con sus trabajos sobre Thomas Jefferson, Frank Lloyd Wright, la Segunda Guerra Mundial y la época de la prohibición, entre otros.
La mayoría de los documentales de Burns –algunos de ellos llevaron una década de producción– cuentan con financiación y exhibición de pBS (public Broadcasting System), el sistema de medios públicos de los Estados Unidos.
Tras el estreno de La Guerra de Vietnam, Burns y su equipo siguieron trabajando sobre nuevos proyectos. Florentine Films, su productora, cuenta con 34 empleados full time que se dedican a investigar los distintos aspectos de los temas que el director elige junto con Lynn Novick y otros colegas. En la actualidad tienen un plan de producción hasta 2030, que incluye proyectos sobre la revolución americana, Ernest Hemingway, la relación de Lyndon B. Johnson con los derechos civiles y el gran sueño de Burns: un documental sobre su amigo, el expresidente Barack Obama.