LA NACION

Lo que Vidal no puede contar

La denuncia sobre las campañas de Cambiemos expone el punto oscuro del financiami­ento político, pero también a los enemigos de la gobernador­a

- Laura Di Marco

¿Qué cree en la intimidad? Está convencida de que exfunciona­rios kirchneris­tas se llevaron las listas de quienes reciben la Asignación Universal por Hijo

“Lo vivo mal, con bronca… Este es el sistema contra el cual yo vine a pelear”, respondió María Eugenia Vidal a una de sus colaborado­ras cuando le preguntó, en privado, cómo estaba viviendo las denuncias por fraude en los fondos de campaña de Cambiemos. No solo está angustiada, sino bastante más delgada. Su descenso de peso acompaña su baja en las encuestas. Es la dieta, producto del estrés, que le impuso el combo de la corrida cambiaria sumada al escándalo por los aportes truchos. “No la recomiendo”, bromea, en la intimidad.

“Entré a la política sin apellido, sin padrino y sin plata… ¡No tengo ninguna offshore! Antes tenía una casa y un auto y, después del divorcio, me quedaron media casa y medio auto”, se descarga, en la intimidad de su equipo, para argumentar que quien la eligió como blanco le está pegando en el centro de su capital político más marketiner­o: la honestidad. En efecto, como funcionari­a del Estado, jamás tuvo una denuncia por corrupción. Y, sin embargo, como gobernador­a y presidenta del Pro bonaerense, es innegable que es políticame­nte responsabl­e por las dos últimas campañas: al menos, por no haber activado los controles necesarios.

“Yo no la pondría como la gran responsabl­e”, exculpó Margarita Stolbizer, durante la última semana, al presentar ante la Justicia 150 nuevos casos de donantes apócrifos a la campaña oficialist­a, no solo de 2017, sino también de 2015. “Pero alguien armó y planificó todo esto”, disparó. Más allá de Margarita, sin embargo, son pocos los dirigentes opositores que se atreven a levantar el dedo acusador. Un dedo que podría volverse, rápidament­e, hacia sus propios espacios. Tal como reveló Hugo Alconada Mon en la nacion, los tres principale­s partidos –Cambiemos, el Frente para la Victoria y el Frente Renovador– falsificar­on unos 7000 aportantes en las dos últimas elecciones. Es que el tema que instaló el sitio K El Destape apunta al corazón del agujero negro de la política: las afiliacion­es (un enorme escollo para fuerzas políticas nuevas como el Pro) y la financiaci­ón en campañas que pueden costar 10, 20 y hasta 100 millones de dólares, en el caso de las presidenci­ales. Pero, a diferencia del peronismo, las sospechas de lavado de dinero son doblemente dañinas en el caso de Cambiemos: se supone que eso era, entre otras cosas, lo que venía a cambiar.

Un culebrón en desarrollo en el que hay, al menos, tres preguntas inquietant­es: ¿quién o quiénes armaron la tramoya de las afiliacion­es apócrifas para las campañas de 2015 y 2017? Dos: si el dinero no fue aportado por afiliados, verdaderos o truchos, ni tampoco por los beneficiar­ios de planes sociales (que figuran como aportantes y nunca pusieron un peso), ¿de dónde salieron esos fondos? Y, tal vez lo más perturbado­r, ¿quién filtró esa informació­n?

La última pregunta encuentra dos posibles respuestas dentro de Cambiemos. Una interpreta­ción apunta a los K o a sus aliados circunstan­ciales. “Los únicos que pueden beneficiar­se atacando mi transparen­cia son ellos”, desliza la gobernador­a, entre muy pocos. La segunda interpreta­ción es una bomba: sugiere la hipótesis del “fuego amigo”. Alguien desde el propio frente oficialist­a buscó herir a la estrella más rutilante de la política argentina, que en la provincia les arruinó negocios no solo a los peronistas, sino también a los del propio palo. “La realidad es que cuanto más crecés, más son los que querrían cortarte cabeza”, apunta una fuente clave de la Casa Rosada. El fenómeno político que ella encarna no solo genera celos políticos, sino que les pone un tope a las ambinefici­os ciones políticas de los demás en la provincia. Pero Vidal niega de plano la tesis del “fuego amigo”, entendida como la traición de las espadas propias, en el máximo nivel de Cambiemos. El fuego amigo, una vez desatado, podría devorarlos a todos.

Entonces ¿qué cree en la intimidad? Está convencida de que exfunciona­rios kirchneris­tas se llevaron las listas de quienes reciben la Asignación Universal por Hijo y otros be- estatales (listas que no son de acceso público) y las filtraron. En La Plata apuntan directamen­te al exvicemini­stro de Desarrollo Social Carlos Castagneto. Suponen que él le habría pasado la informació­n al periodista de El Destape. Un equipo oficialist­a hizo un estudio sobre el impacto del escándalo en las redes: el 90 por ciento de la conversaci­ón provenía de Santa Cruz.

En los despachos platenses sospechan, además, de Gustavo Vera, el

alma mater de La Alameda, la ONG que hizo la denuncia por lavado de dinero ante el juez federal Sebastián Casanello. ¿Cuál sería la lógica? Vera aparece, por estos días, aliado a Hugo Moyano, y hay quienes vinculan al mandamás de La Alameda con un sector de los viejos servicios de inteligenc­ia del kirchneris­mo. “La filtración podría ser una devolución de favores por las denuncias de Graciela (Ocaña) a Moyano”, deslizan en los despachos bonaerense­s. Vidal suele recordar que, en tiempos del kirchneris­mo, la ex-SIDE tenía una oficina destinada solo para ella.

De paso, dirigentes expulsados del Pro (algunos por razones éticas) o algunos “heridos” aprovechar­on el escándalo para echar más leña al fuego. Es el caso de Osvaldo Marasco, excandidat­o a intendente de Ituzaingó, o de Carlos Arroyo, jefe comunal de Mar del Plata, quien negó pública y enfáticame­nte un supuesto aporte de 50.000 pesos. Arroyo tiene una histórica mala relación política con la gobernador­a y, como contracara, exhibe bajos niveles de aceptación en su propio municipio.

Pero ¿quién diseñó este armado sospechoso, que luego se filtró? En la línea del fuego amigo, desde las propias entrañas de Cambiemos, hay voces que le apuntan a Jorge Macri, el “primo pobre”. En 2006, el primo presidenci­al se convirtió en presidente del Pro bonaerense. Desde el inicio, fue el primer adelantado del macrismo en esa tierra hostil y tuvo a su cargo no solo aspectos del financiami­ento, sino la crucial estrategia de las afiliacion­es, para legitimar su fuerza política en un territorio alambrado por el peronismo. El primo construyó el macrismo bonaerense con un aliado fundamenta­l: el binguero Daniel Angelici.

Desde que es gobernador­a, y apoyada por la Iglesia, María Eugenia limitó concretame­nte la expansión del juego en la provincia, un submundo en el que todos los actores están, de algún modo, entrelazad­os. Vidal fue a contramano de Daniel Scioli, quien, por cada año de su gobierno, aumentó un 20 por ciento el parque de las máquinas tragamoned­as, sobre todo en los barrios más pobres. Ella, en cambio, frenó la inauguraci­ón de una megasala en Puente La Noria –proyectada como la más grande de América Latina–, cerró otra en Temperley y, en la práctica, dejó afuera al propio Angelici en la licitación de los casinos bonaerense­s. Para tener una idea de lo que eso significa, basta decir que la recaudació­n anual de las tragamoned­as, instaladas en los casinos, es de 17 mil millones de pesos. “Esas cosas nunca son gratis”, acota una dirigente nacional aliada de Cambiemos.

Tal vez por todo eso, días después de la dura embestida de monseñor Jorge Lugones, en Mar del Plata, cuando el religioso acusó a Vidal de “insensibil­idad”, varios obispos la llamaron, en secreto, para disculpars­e.

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