LA NACION

Mohamed y Barijho, dos apellidos que vuelven a unirse en Huracán

Shayr y Jonathan, los hijos del Turco y Chipi, llevan cinco años juntos en el Globo y hoy juegan en la quinta división, que acaba de resultar subcampeon­a; los dos señalan que tienen pocas similitude­s con sus padres

- Andrés Vázquez

El respeto a la herencia funcionó a la perfección. No hace falta indagar demasiado en sus vidas para descifrar un ADN donde los colores de Huracán aparecen soldados en todos los rincones de su mapa genético. Con solo nombrar sus apellidos alcanza para comprender un legado que se resistió a ser alimentado con otra receta. Jonathan Barijho y Shayr Mohamed son quemeros de sangre y buscan escribir sus propias historias en el club donde sus padres, Chipy y Antonio, se convirtier­on en referentes durante los años noventa.

Con tan solo 18 años, los jóvenes aportan talento y goles a la quinta división del Club Atlético Huracán. Consciente­s de la carga y los prejuicios que portan por ser hijos de dos exjugadore­s de la institució­n, ellos solo piensan en trabajar duro para cumplir su propio anhelo: debutar en Primera. “Para llegar tengo que entrenar y sacrificar­me igual que mis compañeros. Con el pasado de mi viejo no alcanza”, dispara, sonriente, Jony. En tanto, Shayr admite lo que significa el Globo en su familia y se ilusiona con repetir la historia de su padre: “Él me habla mucho de todo lo que nos dio el club a nosotros; yo sueño con debutar en Huracán sin pensar en el apellido que llevo”.

Por lo pronto, entre esfuerzos y condicione­s, el presente les sonríe a Jonathan y Shayr. Con caracterís­ticas de juego totalmente diferentes a la de sus padres, ambos construyen sus promisoria­s carreras como socios dentro del campo. Uno aporta despliegue y pegada (Shayr), el otro potencia ofensiva y goles (Jony). Lejos de la irreverenc­ia que mostraron Chipi y Toni en sus comienzos, los pibes optan por la sobriedad y el perfil bajo. Mucha picardía en sus miradas y pasión en sus palabras. Mucho fútbol en sus venas. Nada de vinchas, pelo largo, calzas multicolor­es y aros. Nada de comparacio­nes que dañen sus propias condicione­s. “No tengo muchas similitude­s al estilo de juego de mi viejo. Él fue un delantero más bien exquisito y yo soy un volante de contención, con mucha marca y despliegue. Por ahí, por lo que veo en Youtube o me cuentan, tenemos parecida la forma de pegarle a la pelota”, analiza Shayr, que el pasado 15 de mayo tuvo su debut en la reserva, contra Belgrano de Córdoba, ante la atenta mirada de su papá Antonio, quien se desvinculó del Monterrey de México y el próximo semestre dirigirá a Celta, en la liga española.

“Fue una linda sorpresa que mi viejo haya viajado a Córdoba para ver mi debut en reserva. Si bien la que se ocupa de todo, porque vivo con ella, es mi mamá, Patricia, él está muy pendiente de mí. Después de cada partido me llama para preguntarm­e cómo me fue y me aconseja. Me encanta hablar de fútbol con élmi viejo”, cuenta Shayr, que actualment­e cursa 5º año en el colegio Estrada de Barracas y tiene entre los referentes de su puesto a Israel Damonte, “porque le gusta jugar con la pelota al piso y llega mucho al área rival”, explica.

Jonathan, por su parte, admite tener cosas del carácter de su padre, pero futbolísti­camente se diferencia de su estilo de juego. “Yo soy un delantero un poco más técnico: él era 9 de área, yo soy más de trasladar la pelota y pedirla siempre. No me escondo nunca. Si las cosas no me salen, soy de los que insisten. El hambre y la personalid­ad que tenía él en la cancha es en lo que más me parezco. Eso lo heredé de mi viejo”, afirma Jony, el hijo mayor del Antonio Barijho.

Al igual que el Turco Mohamed, Chipi oficia de consejero en la carrera de su hijo. Sin embargo, por cuestiones laborales (dirige a la séptima división de Huracán y juegan en simultáneo en canchas diferentes), muy pocas veces puede ir a los partidos. “Me habla todos los días, me dice cómo jugar en el área y me da tips para cuidarme en las comidas. Pero como él trabaja en el club trata de mantener cierta distancia para no generar presión. Cuando subí a quinta división pidió dirigir la séptima para no tenerme a cargo”, cuenta Jony, que tiene como espejo en su puesto a Wanchope Ábila. “Me gusta ver videos de él para copiar lo que hace dentro del área, para analizar su definición y observar cómo se mueve sin la pelota”, confiesa.

Uno de los mentores del gran momento que atraviesan Jony y Shayr es Néstor Apuzzo, elcoordina­dor general de las divisiones juveniles del Globo. Fue él quien observó sus condicione­s y decidió pasarlos al fútbol de AFA con edad de Novena. Desde entonces, ambos son compinches y están entusiasma­dos con lograr lo que sus padres no pudieron hacer: compartir el plantel en primera división (el Chipi debutó en el 94 y el Turco se había ido en el 91). “Venimos jugando juntos desde hace cinco años, ojalá podamos llegar varios a primera”, se ilusiona el Turquito, quien muchas veces, con su propio auto, se encarga de acercar a los compañeros del club hasta sus casas o paradas de colectivos.

La quinta división que dirige Héctor Balsa, una de las que más esperanzas despierta en el Globo, es subcampeon­a en el último torneo de AFA. Además de Mohamed y Barijho, sobresalen Sebastián Ramírez y Agustín Currinca, quienes ya tienen contrato profesiona­l y juegan asiduament­e en reserva. Sin embargo, el técnico le atribuye este buen momento al factor humano del grupo. “Todos tienen un enorme compromiso y mucha actitud. Los que no juegan, van siempre donde sea a ver a sus compañeros. Y Jonathan y Shayr, con el apellido que tienen, son tremendame­nte humildes”, destaca el Polaco, quien fue compañero del Turco Mohamed en Huracán y lo enfrentó aquella tarde del mito, en la que este, jugando para Boca, no le quiso convertir el gol al Globo.

Como todos los futbolista­s adolescent­es, Shayr y Jonathan están cargados de sueños e ilusiones. Llegar a Primera, jugar en algún club grande, emigrar a Europa y vestir la camiseta de la selección suelen ser algunas de las metas a cumplir. Sin embargo, ninguna de estas dos joyas quemeras se desespera por pensar más allá de Huracán cuando se los consulta por anhelos más exagerados. “Ahora solo pienso en seguir creciendo en el club del cual soy hincha”, responde Barijho. Mohamed aplica conceptos similares: “Obviamente serían objetivos para un futuro, pero ahora no me pasa por la cabeza. Estoy de lleno en Huracán, mi sueño es jugar en primera con esta camiseta. Es donde voy a ser feliz siempre”.

Los pibes son quemeros de ley. La sangre y sus historias lo refrendan. Amigos en el fútbol y en la vida, Jonathan Barijho y Shayr Mohamed sueñan con escribir sus propios capítulos gloriosos en el club donde sus padres se convirtier­on en ídolos. El presente es bueno y el futuro, alentador.

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P. pidal / afv En La Quemita, Shayr Mohamed y Jonathan Barijho, un volante de contención y un delantero de buena técnica, ambos de 18 años

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