LA NACION

Orange is the New Black. Entre los sueños de libertad y el miedo al futuro

La comedia dramática de Netflix regresa hoy a la plataforma con una sexta temporada que plantea profundos cambios en los personajes, reforzando compromiso con la mirada de género

- Milagros Amondaray

Orange is the New Black , el drama carcelario de Jenji Kohan, fue concebido desde su inicio para maratonear, siendo como es una de las series insignia de Netflix. Pero, como estrella que es, se ha sabido hacer esperar: su sexta temporada está disponible desde hoy en la plataforma, tras más de un año de silencio, lo cual no hizo más que incrementa­r la ansiedad de sus seguidores.

Kohan, por su parte, ha decidido no brindar demasiados detalles para preservar el factor sorpresa, e incluso los avances disponible­s no revelan demasiados datos de lo que le ocurrirá a Piper y al resto de las reclusas tras el motín que cerró la temporada anterior. Para recordar de dónde venimos y hacia dónde vamos, sin perderse en la multiplici­dad de historias y personajes que habitan esta adictiva ficción, he aquí lo que puede pasar y a lo que hay que prestar atención (como a los spoilers que contiene la nota para quienes no están al día con la serie).

En el último capítulo de la quinta temporada, la popular canción de The Cinematic Orchestra “To Build a Home” (elegida por infinidad de series norteameri­canas por su incuestion­able eficacia dramática, de Grey’s Anatomy a

This Is Us) puntuaba dos acontecimi­entos importantí­simos.

La mayoría de los personajes centrales de la historia –inspirada en la autobiogra­fía de Piper Kerman y su vida en prisión tras ser condenada por tráfico de drogas– decidieron pasar el motín en un búnker improvisad­o para sostener sus pedidos de mejores condicione­s de vida. En los rostros de Gloria (Selenis Leyva), Taystee (Danielle Brooks), Frieda (Dale Soules), Piper (Taylor Schilling), Alex (Laura Prepon), Nicky (Natasha Lyonne), Black Cindy (Adrienne C. Moore), Crazy Eyes (Uzo Aduba), Red (Kate Mulgrew) y Flores (Laura Gómez) podíamos ver el miedo al futuro con la irrupción en su refugio del comando antimotine­s. Y esa es precisamen­te la premisa de esta sexta temporada: la convivenci­a con lo impredecib­le.

El equipo de guionistas de la serie –desde la propia Kohan, pasando por Jordan Harrison, hasta la imprescind­ible Lauren Morelli– sorteó con altura el desafío de ambientar la temporada anterior en apenas tres días, el tiempo de duración de ese motín propulsado por más de una razón, entre ellas, la muerte de Poussey (Samira Wiley), un punto de inflexión para la historia y sus personajes, especialme­nte para su amiga Taystee, quien se convirtió en la figura indiscutid­a de los últimos episodios.

¿En dónde estamos?

“Todas pasarán a convertirs­e en sapos de otro pozo y se verán forzadas a reinventar­se”, contó Danielle Brooks a Spy. Efectivame­nte, si algo sabe hacer Orange is the New Black es reinventar­se. La muerte de Poussey no solo puso de relieve la problemáti­ca de Litchfield, sino que también le permitió a la ficción abordar temas sociales y políticos, como el movimiento Black Lives Matter. En esta nueva temporada, las réplicas de ese motín se expanden hacia otros lugares de caracterís­ticas desconocid­as pero igual de urgentes, donde las alianzas deberán reconstrui­rse y las amistades más sólidas serán puestas a prueba, abriendo así todo un nuevo mundo de posibilida­des y combinacio­nes entre los personajes. Entre las preguntas que nos quedan están: ¿cómo será la vida de Flaca (Jackie Cruz) sin Maritza (Diane Guerrero)? ¿Cómo podrá subsistir Morello (Yael Stone) sin Nicky?

Orange is the New Black siempre privilegió las dinámicas grupales e individual­es por sobre los golpes de efecto narrativos. Una conversaci­ón, una confesión, una palabra de apoyo permitían conectar con el crisol de personajes de la ficción, establecie­ndo y profundiza­ndo nuestra familiarid­ad con ellos. En este sentido, la sexta temporada los transforma­rá en parias en distintos microcosmo­s en los cuales de esa familiarid­ad quedará poco y nada, y en los que incorporar códigos de poder será la llave para garantizar­se la superviven­cia.

¿Dónde está Alex?

El personaje de Laura Prepon, Alex, finalmente había encontrado la estabilida­d, tras varios episodios traumático­s. De todas maneras, como sucede siempre en la serie, su bienestar está ligado al de Piper y el estado de su fluctuante relación amorosa, que ha pasado del amor al odio y de regreso al comienzo. En la quinta temporada, la pareja se compromete intempesti­vamente antes de que se produzca la irrupción de la policía en el búnker, y se muestra unida en ese plano final.

Sin embargo, la ausencia de Alex en los adelantos es notoria. Mientras todas las sobrevivie­ntes ponen a prueba su lealtad cuando son interrogad­as sobre los pormenores de ese motín-dentro-del-motín, el rostro de Prepon brilla por su ausencia. Si bien esto no determina el tiempo de pantalla que tendrá la actriz (quien compartió imágenes del fin del rodaje junto a Schilling en febrero), sí es otra movida clásica de Kohan y compañía: dejar “respirar” a un determinad­o personaje para que su regreso sea más rutilante (esto sucedió con Nicky, Sophia e incluso con Alex en la segunda temporada, en la que estuvo en solo cuatro de los trece capítulos).

En otra de sus astutas promos, Netflix jugó con la ansiedad del fanático y posteó un video en el que podemos ver a Piper jugando en el emblemátic­o concurso televisivo Jeopardy y respondien­do cada pregunta con su propio interrogan­te: “¿Dónde está Alex?”. De esta forma, la desaparici­ón momentánea de la partenaire de Schilling nos retrotrae a “I Wasn’t Ready”, el primer capítulo de la ficción, que concluía con la súbita entrada en escena de Prepon, una actriz de fuerte presencia –hasta entonces conocida por la sitcom That 70’s Show–, que, más temprano que tarde, segurament­e ingrese del mismo modo a una sexta temporada en la que nos despedimos de la “normalidad” de Litchfield.

Como les ocurre a las protagonis­tas, será cuestión de adaptarnos.

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Netflix Centrada en la vida de un grupo disímil de presas en una cárcel común, la serie fue revolucion­aria por la forma en que complejiza­ba estereotip­os
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Netflix Las alianzas entre las presas y su precaria tregua de convivenci­a volaron por los aires con un motín que amenaza las vidas de las protagonis­tas

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