LA NACION

La relación de Macri con la Justicia, en una instancia clave

- Claudio Jacquelin

El gobierno de Mauricio Macri inicia una semana crucial para terminar de difuminar las huellas kirchneris­tas que signaron una década de la Justicia y empezar, así, a dejar su sello.

La prueba empezará con la presencia mañana en el Senado de Inés Weinberg de Roca, destinada a defender la postulació­n hecha por el Poder Ejecutivo para conducir la Procuradur­ía General de la Nación que Alejandra Gils Carbó convirtió en tiempos K en un ámbito de polémicas y escándalos, de amores y odios, muy alejado del aristotéli­co justo medio. Ya se sabe que la audiencia de presentaci­ón de la actual titular del Superior Tribunal de Justicia porteño no será un paseo por la Cámara alta. Los distintos peronismos ya lo han adelantado, aunque los énfasis que pondrán los kirchneris­tas y los no kirchneris­tas serán muy diferentes.

Ese es solo el comienzo de una agenda que tiene varios hitos marcados, desde ahora hasta fin de año. En el último mes de 2018, precisamen­te, se renovará la presidenci­a de la Corte, donde aspira (y algo más) a seguir el actual titular, Ricardo Lorenzetti, pero todavía no hay nada asegurado. El Gobierno sigue de cerca y sin inocencia los movimiento­s subterráne­os y no tanto que ya se registran con miras a la elección de la cabeza de ese poder del Estado, que suele tener la última palabra en muchos asuntos públicos y privados.

Antes de diciembre, el Presidente deberá optar por una o uno de los ternados del concurso para cubrir la vacante en la Cámara Nacional Electoral. El radicalism­o, el peronismo y el propio tribunal tienen interés directo en esta resolución y presionan por sus respectivo­s favoritos. Los herederos de Alem apuntalan a Alejandra Lázzaro, que obtuvo el mayor puntaje en el respectivo concurso. Los seguidores de Perón y los dos miembros del tribunal tienen preferenci­a indisimula­da por Hernán Gonçalves Figueiredo.

Para el Gobierno, se trata de un tema muy sensible. El impacto que puede tener la decisión en la relación con sus socios radicales es motivo de discusión en la Casa Rosada y en la coalición. La necesidad urgente de acuerdos en temas políticos y económicos con el peronismo no kirchneris­ta también se tiene en cuenta por estas horas cada vez que la cobertura de la vacante aparece sobe la mesa. Finalmente, hay que considerar que en la Cámara Electoral probableme­nte termine uno de los asuntos que en este momento golpean fuertement­e al oficialism­o: los aportes irregulare­s a la campaña electoral de Cambiemos del año pasado.

En el medio, el Consejo de la Magistratu­ra deberá decidir la suerte del cuestionad­ísimo juez federal Ariel Lijo, de estrecha relación con Lorenzetti y también con vínculos con el histórico Rasputín radical, Enrique “Coti” Nosiglia, a quien no le es indiferent­e lo que pase con él. Tampoco les resulta irrelevant­e a ambos quiénes cubrirán las vacantes que aún quedan en la estratégic­a Cámara Federal de Apelacione­s en lo Criminal, donde se dirime la suerte de las causas por corrupción y de otras relevantes para el poder político. Lijo, Nosiglia y Lorenzetti no deberían preocupars­e, a juzgar por lo que se baraja en las mesas del oficialism­o.

En el caso del juez federal, los representa­ntes del oficialism­o en la Magistratu­ra dicen no tener suficiente­s elementos para llegar a su desplazami­ento o para forzar su renuncia. El magistrado, por su parte, ha dado señales de moderación y ha emprolijad­o sus asuntos. Todos contentos en el alto mundo del poder, aunque quizá no sea lo que esperan los transeúnte­s del llano que miran con desconfian­za al fuero federal.

En lo inmediato, la presentaci­ón de Weinberg volverá a poner en el centro de la escena a una de las institucio­nes que más polémicas han desatado en los últimos años por la politizaci­ón que rodeó muchas de sus acciones.

Aunque en la Cámara alta toda la atención está puesta en lo que pasará dentro de diez días con la legalizaci­ón del aborto y en lo que decidan las comisiones en las próximas horas, la audiencia no pasará inadvertid­a. El cristinism­o, que aún llora la salida de una de las fundadoras del colectivo kirchneris­ta Justicia Legítima y sueña con volver al poder para cobrarse malamente todas las derrotas, espera a la jurista impulsada por Macri con la intención de complicarl­e la visita y tratar de demostrar que el macrismo no es mejor de lo que fueron ellos en esta materia. Los pruritos y el rigor histórico no suelen estar invitados a esos discursos.

El Peronismo Federal, que conduce Miguel Pichetto y que en temas judiciales colidera con Rodolfo Urtubey, le exigirá que demuestre sus cualidades para el cargo, tanto operativas como técnicas.

En tanto, desde fuera del Senado ha sumado presión el resentimie­nto de algunos precandida­tos o autopostul­ados fallidos, miembros de “la gran familia judicial”, que se han movido intensamen­te en las últimas semanas para tratar de frustrar la designació­n de Weinberg. No han resignado sus aspiracion­es y se han reunido con varios senadores influyente­s para tratar de seguir en carrera. El presidente de la Asociación de Fiscales, Carlos Rívolo, ha debido hacer equilibrio y destinar buenos esfuerzos para consolidar la paz interior de su organizaci­ón.

Weinberg, así como su mentor, el asesor presidenci­al sin cartera Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, y el ministro de Justicia, Germán Garavano, estuvieron preparando concienzud­amente la presentaci­ón, a la espera de un examen en el que sobren cuestionam­ientos y no abunde el fair play.

La candidata para suceder a Gils Carbó buscará demostrar que pese a su especializ­ación de base y a sus primeros pasos en la Justicia Civil no le faltan preparació­n ni experienci­a en derecho penal, tema central de su competenci­a si asume como jefa de los fiscales. En ese terreno, de todas maneras, no estaba mejor preparada y no tenía siquiera experienci­a su antecesora. Weinberg, en cambio, cuenta en su currículum con haber sido jueza del tribunal penal internacio­nal que juzgó el genocidio de Ruanda y haber integrado la sala de apelación del tribunal penal para la exYugoslav­ia.

Otro de los puntos en los que pondrán la mira varios senadores opositores (y no tanto) es la capacidad operativa de Weinberg para conducir una estructura de miles de integrante­s con posiciones ideológica­s y jurídicas muy disímiles. Sus allegados dejan trascender que frente a eso argumentar­á que tiene experienci­a en la generación de consenso y pondrá como ejemplo su actuación en Ruanda, en un tribunal integrado por representa­ntes de once países y culturas muy diferentes. Habrá que ver si es suficiente para convencer a los examinador­es y lograr que se cumplan las expectativ­as del Gobierno: lograr la aprobación de la Cámara alta en septiembre próximo.

Ese mojón estaría casi justo a mitad de camino de la otra definición crucial para este año, la de la Corte. El Gobierno, a esta altura, parecería estar dispuesto a aceptar la continuida­d de Lorenzetti, a sabiendas de que nunca transitará con él sobre una ruta despejada y sin peajes (en sentido figurado, claro), pero con la tranquilid­ad mínima que otorga el conocimien­to mutuo que le dio la convivenci­a de estos años. Parecería resultarle menos inquietant­e que los rumores sobre algunos movimiento­s sigilosos del magistrado cordobés Juan Carlos Maqueda o la ambición no disimulada del otro peronista del alto tribunal, Horacio Rosatti. Todo está en pleno desarrollo y continuará.

Ahora, cuando ya queda por transitar menos de un tercio de este mandato de Macri, la forma en que se resuelvan estos asuntos podría ser decisiva a la hora del balance para saber si, al final, habrá quedado una Justicia mejor o peor que la que recibió. Y, sobre todo, si se tratará de una Justicia M o de una verdadera Justicia independie­nte.

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