LA NACION

Testimonio. “Esta casa está fichada; te tienes que ir, y tu hermano, también”

Una psicóloga de 24 años que participó de las protestas relata cómo debió abandonar el país

- Delfina Galarza

“Tranquila, mi niña, aquí estás segura, sabemos lo que está pasando en Nicaragua y no te vamos a entregar”, le dijo a Siria un oficial de la policía fronteriza de Costa Rica, y por primera vez en varios días se sintió aliviada. Después, le volverían el miedo y, dependiend­o del día, la culpa de haber abandonado su “lucha”, familia y amigos.

Al igual que muchos jóvenes nicaragüen­ses, Siria, psicóloga, de 24 años, tuvo que inventarse un apodo, rotar por distintos hogares y pasar días sin ver la luz del sol. Pero todos sus recaudos fueron insuficien­tes a la hora de resguardar­se de las fuerzas de choque sandinista­s. O por lo menos eso creyó su familia, que la obligó a abandonar Nicaragua no bien se enteró de que una amiga de ella había sido torturada por viralizar un video de las últimas protestas.

“Mañana se van del país, los pasamos a buscar a las 8”, fue la única consigna que ella y su hermano menor recibieron de su mamá.

Imprevista­mente, pensaron: “Pero cómo, si no tenemos nada para irnos”. Los dos habían formado parte activament­e de las protestas que se iniciaron en Nicaragua el 18 de abril.

Durante 69 días estuvieron atrinchera­dos en la toma de la Universida­d Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), ubicada en Managua, la capital, en donde participar­on más de 600 jóvenes de entre 17 y 30 años que reclamaban el reemplazo de las autoridade­s a cargo por estar vinculadas al gobierno de Daniel Ortega.

Pero el deseo de Siria excedía la esfera académica y el límite de lo concreto. El motivo principal de su lucha: el amor a su país y a la vida.

Lo que nunca se imaginó es que viviría, junto con su hermano de 19 años, apodado Punta Fría, uno de los peores enfrentami­entos ocurridos en estos últimos tres meses en Nicaragua: el feroz desalojo de la UNAN. El tiroteo se trasladó pocos metros, a la parroquia Divina Misericord­ia, donde grupos paramilita­res abrieron fuego durante más de 20 horas. No era la primera vez que Siria compartía desde su propio perfil de Facebook denuncias o videos de lo acontecido en Nicaragua y esta no fue la excepción. Su “error” fue no taparse la cara.

Por medio de la intervenci­ón de la iglesia, la mañana del 14 de julio, ella y Punta Fría fueron liberados de la parroquia y trasladado­s a la Catedral de Managua, donde se encontraro­n con su papá y su hermano mayor. Después del reparto de abrazos les contaron que el video de Siria se había difundido de tal forma que las cadenas televisiva­s de Univisión y Telemundo lo habían levantado y ahora su cara se paseaba por el mundo.

“Esta casa está fichada; te tienes que ir y tus hermanos no pueden volver”, le dijo la dueña del departamen­to que alquilaban al mayor de los hermanos. Lo que sigue no es más que el reflejo de una situación que viven muchos jóvenes en Nicaragua. En una semana cambiaron cuatro veces de casa, hablaron corto y conciso por celular y sus padres nunca usaron tanto los monosílabo­s o el “lenguaje en clave” como en esos días. Así lo hicieron cuando le avisaron que se iba. Una de sus compañeras estaba detenida y había sido torturada porque el diario El País levantó el video que, como ella, había grabado. Nada más que hablar.

Por la mañana salieron vestidos de religiosos para simular que iban a un retiro espiritual. Pero ella, Punta Fría y dos jóvenes más, acompañado­s de una tía de ellos, caminaron cuatro kilómetros por uno de los “puntos ciegos” de la frontera sur con Costa Rica. Una vez en suelo “tico”, no sabe si fue su llanto, cara o qué, pero los oficiales que los intercepta­ron les dijeron que los iban a ayudar, simplement­e que “tenían que hacer las cosas por la vía formal”.

Ahora sostiene un papelito que dice que el 14 de agosto es su turno en la oficina de migracione­s. Ese día le van a dar un carnet que la acredita como “solicitant­e de refugio”, pero eso no la alivia. Además de no saber lo que va a pasar con ella y su hermano, Siria tiene una duda que le da mucho miedo. “No sé si vamos a poder contra el gobierno de Ortega”.

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