LA NACION

María Victoria. “Es una práctica que se debe normalizar y dejar de ser juzgada”

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María Victoria Di Pace (35) tiene tres hijos, de 8 y 6 años y un bebé de cinco meses. Con los dos primeros volvió a trabajar cuando tenían entre cuatro y cinco meses, y les dio leche materna hasta los 3 años. Con el último, aún está de licencia. En ambos casos, al momento de regresar a sus tareas en un organismo público, ella sabía que no quería destetar. “Pude hacerlo, pero no fue fácil”, reflexiona.

“En mi trabajo no podía perder tiempo yendo al lactario, que estaba alejado, así que optaba por sacarme leche en el baño. Era un lugar sucio, incómodo. Me acuerdo de la sensación de no querer que el aire entrara en contacto con mi leche”, explica. Además, recuerda que entre las cosas que más la incomodaba­n estaba guardar la leche en la heladera comunitari­a. “Sentía que era mejor no hablar de que me ausentaba para extraerme leche. Es muy común que la gente opine sobre hasta cuándo y por qué una debe hacerlo”, sostiene.

En cuanto a qué cosas deberían cambiar, Victoria cree que primero

que nada se debe “normalizar” la lactancia materna. “La trabajador­a que haga uso de las leyes que la amparan para retirarse antes o extraerse leche tiene que dejar de ser vista como una ventajista que busca eludir sus obligacion­es”, dice. Por eso, considera que una medida imperiosa es la licencia mínima de seis meses.

A una mamá que está por regresar al trabajo le sugiere informarse, acudir a grupos de apoyo como la Liga de La Leche y compartir todo con la pareja para que sea un tema de ambos. Desde lo práctico, extraerse leche unos meses antes para congelar y tener como reserva.

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