LA NACION

Los riesgos de querer manejarse en secreto

- María Zysman

En los últimos días se ha viralizado un nuevo “juego” en las redes sociales. En él, Momo, un ser deforme e irreal, invita a niños y jóvenes a cumplir retos y desafíos extremos, al mismo tiempo que amenaza con castigarlo­s en caso de desobedece­r. Este enmascarad­o de ojos saltones contacta a nuestros chicos, juega con su curiosidad y búsqueda de pertenenci­a y, por supuesto, despierta inquietud y temor en padres, abuelos y docentes.

¿Por qué Momo tiene lugar en los celulares de los chicos? Momo entra –como antes lo hizo la “ballena azul”– allí donde lo reciben. No se infiltra con formato de virus ni con mentiras, sino con su propio nombre y avatar. Se presenta a los chicos como lo que es: un desenteran conocido. El contacto es sugerido por las mismas redes y se aprovecha de la necesidad de los niños de probarse a sí mismos. Parecería buscar que ellos lo acepten para desafiar su propia omnipotenc­ia: “yo puedo con esto”, “a mí no me va a hacer nada”, “le voy a ganar”, “los tontos son los que caen”.

Esta habitual creencia de “poder manejarlo” lleva también a los chicos a mantener en secreto el intercambi­o y así, entre despertare­s a la madrugada y propuestas peligrosas, los pone en riesgo. Quedan en manos de Momos y ballenas: los monstruos los amenazan y les advierten que si hablan las consecuenc­ias serán trágicas. Y los chicos les creen. Momo, cual vidente natural, les muestra informació­n supuestame­nte privada –que toma de las mismas redes–, les da datos generales que caben a cualquiera. Así, los chicos tienen miedo de hablar y pedir ayuda, temen a sus propios padres: “Si se de que admití a un desconocid­o, me sacan el celular”. Y quedan entonces a merced de los monstruos.

Las redes están plagadas de propuestas desafiante­s. Retos, concursos, intercambi­os, imágenes, ideales inalcanzab­les son moneda corriente para niños y adolescent­es. Allí ponen en juego la construcci­ón de su identidad, su autoestima, sus habilidade­s sociales. El miedo debe ser transitado –según la óptica de los chicos– para formar parte y pertenecer. El temor a ser excluido es mucho más fuerte que el de comer algo en mal estado y sus consecuenc­ias. Bancarse una película de terror es prueba de valentía, así como aceptar y cumplir propuestas de todo tipo.

Pero a diferencia de las películas o las novelas de terror, en la web los peligros son reales. No quedan en la pantalla o en el texto: los atraviesan. Del otro lado del chat hay alguien hábil que busca hacer daño manipuland­o a los chicos. Sabe cómo conseguir lo que quiere.

¿Qué podemos hacer? Para poder acompañar es imprescind­ible conocer. Qué les gusta a nuestros hijos, en qué páginas y sitios se mueven, qué les da miedo, qué necesitan.

Instalar aplicacion­es de control parental en los dispositiv­os tecnológic­os de los chicos es una opción válida, pero mucho más importante es ofrecernos como referentes para que no solo hablen, sino que “griten” cada vez que alguien les pida mantener en secreto su relación. Nadie que los quiera y tenga buenas intencione­s les pedirá que oculten su contacto. Nadie mejor que sus padres podrá protegerlo­s de lo monstruoso.

La autora es directora de Libres de Bullying y autora de libros como Ciberbully­ing. Cuando el maltrato viaja en las redes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina