LA NACION

Hamburgo, un sitio que energiza a Mayer hasta en las derrotas

El argentino perdió ante Basilashvi­li la final del Abierto de Alemania, donde ganó sus dos títulos; las pelotas pesadas, una ayuda

- Sebastián Torok

“Es difícil saber exactament­e qué es. Es complicado encontrar una explicació­n. Muchas veces los jugadores llegan a un torneo y sienten una energía distinta. En Hamburgo hay algo, un aura especial. El primer año que Leo llegó a la final y ganó, en 2014, él estaba en un muy buen nivel. El año pasado no, pero estaba con su hijo recién nacido y le dio una energía de locos. Ahora volvió, tenía algunas dudas con su tenis, pero arrancó y se sintió bien. No sé, habrá algo en el aire, porque las canchas son de polvo como en todos lados”. El testimonio le pertenece a Mariano Hood, uno de los entrenador­es de Leonardo Mayer. Y lo que relata el ex Nº 20 del mundo en dobles es lo mismo que se pregunta la mayoría. Antes de la final de ayer frente al georgiano Nikoloz Basilashvi­li, el correntino registraba un récord de 15 victorias y dos derrotas en el Abierto alemán, con dos títulos incluidos (los únicos de su carrera).

Esta vez llegó a definición con pocos triunfos en la temporada, pero se energizó en la ciudad portuaria y construyó una semana positiva en la que, incluso, venció a Diego Schwartzma­n y Gael Monfils. No fue bueno el cierre, claro: Mayer cayó frente a Basilashvi­li por 6-4, 0-6 y 7-5. Pero el argentino superó la frustració­n de la derrota y lució una gran sonrisa durante la premiación, encabezada por Michael Stich, Nº 2 de ATP en 1993 y recién incorporad­o al Salón de la Fama, en Newport.

La ansiedad, probableme­nte, le jugó en contra a Mayer ante un rival que acarreaba el peso de no haber ganado trofeos( el georgia no acumulaba finales en Memphis 2017 yKitzbüh el 2016), pero que tuvo mayor lucidez en el tramo definitori­o. Desde el inicio, Basilashvi­li se mostró más conectado y así fue como concretó, en el tercer game, la única opción de break que dispuso en el parcial. Al igual que en las semifinale­s frente al chileno Nicolás Jarry, Basilashvi­li se derrumbó en el segundo parcial y ni siquiera ganó un game (Mayer logró tres breaks en cinco intentos y un 80% de puntos con el primer servicio). El set final fue ajustado, con errores y nervios en ambas raquetas. El quiebre recién se produjo en el undécimo game y Basilashvi­li, que entró en el cuadro principal al superar la clasificac­ión, se adelantó 6-5. Luego del descanso, el jugador nacido en 1992 (la misma camada de Schwartzma­n), cerró el partido con su servicio, pese a quedar 3040. Tres puntos consecutiv­os le entregaron su primer título ATP y le impidieron al tenis nacional sumar el 221º trofeo individual (son 206 las finales de single perdidas por argentinos; Guillermo Vilas, con 62 y 42, es el que más ganó y perdió).

“He jugado los mejores partidos de mi vida en esta cancha”, dijo, pese a la caída, Mayer. Y, al margen de las buenas sensacione­s que logra en Hamburgo, hay un detalle que lo impulsa. Las pelotas de origen sueco que se utilizan allí, de marca Tretorn, son mucho más duras que las que se usan en los otros torneos, pican más y se convierten en verdaderos escopetazo­s cuando salen despedidas de raquetas explosivas como la de Mayer. “Generalmen­te estas pelotas le ayudan a Leo a tomar la iniciativa. Además, su segundo saque, que suele hacerlo con kick, le pica muy alto al rival”, aporta Leonardo Alonso, otro de los entrenador­es de Mayer. La pelota, que se suele comerciali­zar en países escandinav­os y, en el tour, también se utiliza en Esto colmo, prácticame­nte no pierde la presión. De hecho se publicitab­a con un clavo atravesado y, pese a eso, no se dañaba. Incluso, la leyenda indica que en 1976 el italiano Adriano Panatta logró vencer a Bjorn Borg en los cuartos de final de Roland Garros porque se jugó con esa marca de pelotas y el sueco no pudo lograr sus clásicos efectos.

Luego de cuatro meses de residencia en Europa, Mayer regresará a Buenos Aires esta semana para empezar a prepararse para la gira sobre canchas duras en los Estados Unidos. En marzo pasado, el Yacaré tomó la decisión de instalarse junto con su mujer (Milagros Aventín) y su hijo (Valentino, de un año y medio) en Estepona, España, donde posee familiares, con el objetivo de viajar menos y que su mujer y su hijo vivan en una casa y no en un hotel mientras él compite. Incluso, hasta lo acompañaro­n a algunos torneos, como a Hamburgo .“La experienci­a fue positiva ”, dijo Alonso, independie­ntemente de los resultados. Luego del Masters 1000 de Miami, en marzo pasado, Mayer jugó diez torneos en el Viejo Continente. El final, en Alemania, no fue como soñó, pero así y todo sacó conclusion­es positivas. Cincinnati, Winston-Salem y el US Open serán las próximas estaciones del correntino.

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Reuters Mayer, sonriente pese a la caída en la final de Hamburgo

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