LA NACION

Un musical recuerda la Noche de los Lápices

La historia de amor entre Pablo Díaz y Claudia Falcone, eje de la propuesta

- Leandro Gil

¿Quién dijo que todo está perdido? Si ellos, en pleno 2018, están enfundados en esos guardapolv­os blancos que simbolizan la igualdad y entregan panfletos que invitan a compromete­rse en esa búsqueda de ideales colectivos devenida en asamblea. Bien podrían ser alumnos platenses, como fueron aquellos que lucharon por el boleto estudianti­l durante la última dictadura militar, pero en realidad son jóvenes artistas encarnando las almas que dieron vida a la historia que no se olvida y se reescribe con Lápices, un musical con memoria. La obra relata los hechos conocidos como la Noche de los Lápices, en los que desapareci­eron diez militantes secundario­s. Está basada en el encuentro entre Pablo Díaz y Claudia Falcone, que se enamoraron mientras estaban secuestrad­os.

Antes de comenzar cada función en el Galpón de Guevara, parte del elenco sale al encuentro del público y lo arenga a movilizars­e para ingresar a la sala, que durante cien minutos intensos se convertirá en aula escolar y centro clandestin­o de detención, tortura y exterminio con la misma facilidad.

“La idea surgió de un trabajo de la facultad, estudiamos composició­n coreográfi­ca de comedia musical en la Universida­d Nacional de las Artes y teníamos que elaborar un proyecto teatral que tuviera como contexto un hecho acontecido en la Argentina –contó Paula Grosse, quien dirige el musical junto a Sol Cardozo–. Fue necesario investigar para elaborar una línea de tiempo y así poder escribir el libro. Entrevista­mos a Pablo Díaz, uno de los sobrevivie­ntes de aquellos secuestros, y sobre la base de ese material escribimos la obra, que hasta el 25 de agosto presenta su segunda temporada”. Este musical sube a escena los sábados, a las 23, en El Galpón de Guevara, Guevara 326.

Grosse y Cardozo dirigen a un numeroso elenco encabezado por Camila Giudice, Ignacio Bernárdez, Fe de rico González Ramp ello, Carolina Gestos oy Antonio Franze. Todos contemporá­neos entre sí y claros exponentes de la calidad que trae en su formación la nueva generación de artistas locales que nutren el circuito independie­nte porteño. “Creemos que el arte puede cambiar el mundo”, vi eso en la publicació­n de Facebook y no lo dudé, audicioné. Es una historia que se tiene que transmitir, no es nuestro pasado solamente, es también un cuestionam­iento al presente, tenemos que tomar la realidad y hacer algo con eso. Todo es político, el arte lo es, es mentira que se puede ser indiferent­e… el no involucrar­se es también una decisión política”, sostiene Bianca Gerenstein, actriz de 19 años.

La obra vibra por las interpreta­ciones del elenco y por el aporte de una banda de músicos en escena cuya presencia en las alturas es fundamenta­l para ambientar los momentos narrados en la dramaturgi­a. El repertorio está compuesto por clásicos locales que acompañan adecuadame­nte las imágenes que se observan sobre el escenario, entre los que se encuentran “Seminare”, de Seru Giran; “Necesito”, de Sui Generis; “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez; “Muchacha (ojos de papel)”, de Luis Alberto Spinetta; “En el país de la libertad”, de León Gieco, y la “Marcha de la bronca”, de Pedro y Pablo, entre otros.

Lápices es un musical bien logrado que, sobre todo, narra una historia de amor que trasciende al horror cometido por el terrorismo de Estado. Comienza relatando los hechos ocurridos en La Plata en 1975, aún en democracia, con la marcha por el boleto estudianti­l secundario. Se centra en el encuentro de Pablo Díaz con Claudia Falcone en medio de protestas, actos relámpago, reuniones de la UES, ollas populares y peñas. “Casi en la mitad de la obra el control de la situación es tomado de facto por la junta militar; reproducim­os un fragmento de la primera cadena nacional que protagoniz­ó Videla para ilustrarlo –adelantó Grosse–. Luego de su entrada en escena, algunos oficiales secuestran a los chicos y así comenzamos a mostrar su calvario sobre la base de los testimonio­s que pudimos recobrar de las vivencias en el Pozo de Banfield, sitio donde fueron privados de su libertad de forma clandestin­a”.

El final de la historia es conocido y se percibe antes de que llegue en los ojos húmedos del público. Fiel a su promesa de no olvidarlos, el Pablo Díaz de la vida real –el de carne picaneada y hueso molido a palos– avaló la obra y, en su estreno, el 16 de septiembre de 2017, honró con sus palabras a sus compañeros desapareci­dos.

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Una de las escenas más elocuentes de Lápices

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