LA NACION

El nuevo apogeo de un festival histórico

Desde 2012, el encuentro español de teatro clásico experiment­a un sostenido crecimient­o de espectador­es

- Laura Ventura

MÉRIDA.–La diosa Ceres los ve llegar. Desde su trono, da la bienvenida a los mortales. Se ubican en aquel colosal espacio construido en su honor. Son las once de la noche y el calor apenas da tregua. Más de tres mil personas al aire libre se entregan a un rito de más de dos mil años de antigüedad, ubicadas precisamen­te allí donde comenzó todo. El Teatro Romano de Mérida, a 330 km de Madrid, es el coliseo más grande de España y alberga un festival donde se representa­n exclusivam­ente piezas de temática grecolatin­a. Además de su imponente escenario, de 52 metros de ancho, este evento, que se extiende durante los meses del verano tórrido, tiene otra particular­idad: en los últimos siete años ha triplicado su concurrenc­ia.

El Festival Internacio­nal de Teatro Clásico de Mérida vivió momentos complejos, como su cese durante la Guerra Civil Española y la mísera posguerra. Desde hace 64 años, durante el estío, esta ciudad de 60.000 habitantes se viste de gala y se convierte en la anfitriona de un amplio público. “Eran las mejores condicione­s para salir huyendo”, resume Jesús Cimarro, director del festival, el “Rottemberg español”, su gestión iniciada en 2012, en medio de una crisis económica en la que el IVA a las entradas escaló del 8 al 21% y con una importante deuda heredada de ediciones anteriores. El año previo al que asumió, luego de ganar un concurso público, 52.000 personas habían asistido al festival, mientras que el año pasado lo hicieron más de 168.000.

Una versión de Electra a cargo del Ballet Nacional de España; una parodia de Ben-Hur; dos tragedias puras; Nerón, con Raúl Arévalo, y Fedra, con Lolita Flores; un elenco de 18 actores en Las amazonas, y adaptacion­es de Filoctetes, de Hipólito, entre otras produccion­es, conforman la grilla. Un año antes del estreno, Cimarro comienza a pensar la programaci­ón del festival. “Intento que haya espectácul­os que no se hayan hecho nunca. Uno de los éxitos que creo que he tenido es que siempre se hacían los mismos espectácul­os y le di la vuelta a eso. Propongo a dramaturgo­s contemporá­neos que se escriba sobre personajes que nunca se han hecho: Aquiles, Alejandro Magno… No existen espectácul­os con esta temática, hay que crearlos”. Además de tener su propia empresa productora con 15 espectácul­os de gira por el país, es el presidente de la Academia de las Artes Escénicas de España y el presidente de la Asociación de Productore­s y Teatros de Madrid y el propietari­o de dos salas: La Latina y el Bellas Artes.

Con un presupuest­o de tres millones de euros –una mitad depositada por la administra­ción; la otra, por la empresa concesiona­ria–, Cimarro calcula que por cada espectador que se moviliza al festival la región obtiene un promedio de 150 euros (en alojamient­o y en comida donde el jamón, sostienen los locales, es el mejor del país). Es decir, no solo se beneficia la industria cultural, sino también la turística. ¿Cuál ha sido la fórmula de este emprendimi­ento? “Pienso espectácul­os que pueden encajar en el festival y los encargo. Combino generacion­es veteranas con otras jóvenes, y actores de cine y TV como atractivo. También se realiza una fuerte labor de comunicaci­ón con la prensa. Y, fundamenta­lmente, trabajo pensando en el público, un conjunto ecléctico con variedad que pueda llegar a distintas franjas. A veces esas mentes que van de puristas no piensan en la economía sostenible”. Uno de estos ejemplos es la apuesta de Fedra con la popular y famosísima Lolita Flores acompañada por Eneko Sagardoy, protagonis­ta de Handia, que arrasó con los últimos premios Goya.

Producir una obra de teatro clásico tiene complejida­des: sus elencos suelen ser numerosos y la escasa demanda por presenciar estas puestas, una situacione­s que no resulta irreversib­le: “Creo que he conseguido bajar la edad media del público. Mi obsesión no son los mayores, un público cautivo, sino los jóvenes”, explica Cimarro. El realizador además trabaja en una coproducci­ón con Luis Scalella, el productor de Perfectos desconocid­os [en España, la película, dirigida por Álex de la Iglesia, fue un éxito] para estrenarla en un teatro madrileño en septiembre, y además tiene otros proyectos de coproducci­ón con directores argentinos.

El flamante ministro de Cultura, José Guirao, viajó pocos días después de asumir su cargo a Mérida. El IVA a las entradas de teatros comerciale­s es hoy del 10%, pero de 21% en los teatros públicos, una paradoja, puesto que este hecho constituye un muro para los espectácul­os que realizan giras por el país, obras representa­das en su mayoría en salas oficiales. Cimarro confía en el diálogo y agrega: “A mí me contrató un gobierno de un signo político, luego perdió las elecciones y me ha mantenido otro gobierno de otro signo político, porque he conseguido que el festival esté por encima de las disputas políticas”.

El festival de Mérida extiende sus brazos una vez concluido el verano en otras sedes oficiales, en teatros romanos ubicados en Medellín, Regina y Cáparra, locaciones de la provincia de Extremadur­a, pero también en Tarragona, en Cataluña, y la producción Medea, con Ana Belén, inauguró el último Festival de Teatro de Bogotá. La diosa Ceres, deidad de la agricultur­a, rige las estaciones y también tiene poder sobre las temporadas teatrales, mucho más allá de la pequeña ciudad extremeña.

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El imponente Teatro Romano de Mérida, sede de un festival de teatro clásico

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