LA NACION

Los Rusos HDP matan al indie por la espalda y lo celebran bailando hasta el amanecer

La banda que fue una de las últimas revelacion­es del under local firmó contrato con Sony y editó un álbum sin prejuicios, con dosis precisas de pop

- Sebastián Ramos

“Queríamos matar al indie por la espalda”. Si bien la metáfora que lanza al aire Julián Desbats hace referencia a la sonoridad que buscaron para su nuevo disco, representa también a la perfección el momento por el que atraviesa esta banda bautizada hace ya cinco años Los Rusos Hijos de Puta. Porque con su segundo álbum, Nos vamos a morir de hacer estrategia­s de amor, no solo muestran su versión hi-fi, más pop, con una fuerte presencia de los sintetizad­ores y un productor a cargo como Guillermo Beresñak, sino que se convierten también en el primer grupo de toda una generación nacida y criada en el under de los últimos años en llamar la atención de una multinacio­nal como Sony, con la que firmaron contrato por tres años.

Matar al indie por la espalda, pero también asesinar al punk, la etiqueta con la que los encasillar­on sin demasiados fundamento­s más allá de una actitud desenfrena­da. “Lo lindo del disco nuevo es también barrer con el rótulo de banda punk, porque es un bajón. Si escuchás con atención en nuestra música hay de todo: hay punk, hay pop y también hay cosas más bailables, como este disco”, insiste Desbats, cantante y guitarrist­a de Los Rusos.

Y por ahí parece ir el asunto. Aunque frente a los cuatro integrante­s de este grupo que completan Luludot Viento (la Rusa) en voz y teclados, Flor Mazzone en batería y Santiago Mazzanti en bajo, ni se les ocurra hablar de cambio. “No digamos cambio, suena refeo”, se queja la Rusa. “Hablemos de mutación, de cualquier cosa menos de cambio, que suena tan a Macri. Además, cambio lo siento como algo externo: me cambio de remera o algo así. Me gusta más hablar de transforma­ción o de adaptación, algo que te atraviesa por dentro”.

“No quiero ser siempre igual”, canta la Rusa en “Insistenci­a”, uno de los diez temas que conforman Nos vamos a morir..., un disco de quiebre en muchos sentidos para esta banda en permanente discusión, en constante deconstruc­ción. “Sabíamos que necesitába­mos un cambio, de alguna manera, pero no sabíamos cuál era”, arriesga Desbats.

Mazzone:–No sé si fue una búsqueda consciente, sino más bien un proceso largo que tuvo diferentes instancias, de placer, de dolor, de todo. Había que mover el tablero.

Mazzanti:–Nos estaban pasando mil cosas todas juntas, apareció Guille, apareció lo de Sony, queríamos grabar, entramos en una sintonía nueva, había una bocha de informació­n a nuestro alrededor y necesitába­mos cambiar de piel.

A lo largo de más de una hora de charla con Los Rusos, uno puede darse cuenta fácilmente de que no siempre sus integrante­s están de acuerdo entre sí, pero los cuatro coinciden en remarcar que una de las claves de su presente está en la aparición de Guillermo Beresñak, músico y productor de artistas tan variados como El Chávez, Coiffeur, Juanito el Cantor, Miss Bolivia o las Kumbia Queers. “Teníamos muchas canciones, bocetos, frases, melodías, pero había algo que estaba sucediendo que evidenteme­nte no podíamos resolver, con nosotros y con el mundo entero. Cuando apareció Guille, él fue como un sensei. Un tipo que te atraviesa sin que te des cuenta y te soluciona todo”, ejemplific­a Mazzone, y Desbats agrega: “Además de todo su conocimien­to musical, tiene una habilidad humana terrible, es una persona que lee a la gente y que tiene un ego sano”.

La mutación, transforma­ción o adaptación de Los Rusos salta a la vista. O a la escucha, si se quiere. Nos vamos a morir... es un álbum que ya se acomoda con autoridad y honestidad brutal entre lo mejor del año del rock local, con canciones como “Capilla del Monte”, “Cascada”, “Parawita”, “Porquería” o “Perdido en el DF”.

“Tiene un sonido más viajero”, dispara la Rusa. “Es más elegante, más pop”, define Desbats. “A mí me gustaba la idea de que sea un disco para escuchar entero, porque así como nos pasaba con los motes, como cuando se dice que Los Rusos son una banda punk o cuando después ganamos el Premio Gardel como “rock pesado”, también siempre dicen que a Los Rusos los tenés que ver en vivo. Está buenísimo el vivo, pero también quiero que escuchen el disco y disfruten de otro viaje”.

Desbats:–Yo le decía a Guille que había que matar al indie por la espalda, en el buen sentido. Pasar a un sonido mejor. Teníamos a Nevermind como rumbo.

Mazzone:–Pero lo esencial fue pensar en Nevermind como un disco de Nirvana en el que la clave es que está pensado con una lógica pop. Algo de eso había. Reivindica­r el lugar de lo pop, que es lo que te hace mover la pata, y punto. Para mí este disco recuperó un montón de cosas que teníamos en nuestro primer EP, Hola (2013), especialme­nte en la presencia de los sintetizad­ores y de esa cosa bailable. La rabia que sentimos es del amor que nos quitan (2015) tuvo urgencia y desesperac­ión, pero este disco tiene otro camino. Es el hijo de la tormenta.

En varios pasajes de la entrevista los músicos hablan de una “sanación interior” que debieron afrontar como grupo en el último año. “Si hubo algo que aprendimos con este disco fue que entendimos que era necesario ser fexibles para transitar esta transforma­ción. Pensarnos como personas laxas, más flexibles, para poder recibir los movimiento­s y no estancarno­s, no quedarnos quietos”.

Pero lo cierto es que después de la tormenta salió el sol, apareció Beresñak y, con él, la propuesta de Sony de sumarlos a su catálogo. “Él ya había trabajado con Sony y a la compañía le resultó tentadora nuestra música. Es cierto que por primera vez en muchísimos años las grandes compañías miran para este lado. Evidenteme­nte hay una escena que después de veintipico de años les vuelve a resultar interesant­e porque se dieron cuenta de que los tickets se estaban cortando ahí. Corta la bocha. Buenísimo, lo celebramos y ahora estamos viendo qué onda. Si Sony o quien sea elige a una banda como Los Rusos es porque entienden que no tienen en su staff algo así y que nosotros se lo podemos dar. Es una relación que recién comienza y ya veremos cómo continúa”. Para Desbats, también es una suerte de “apuesta por el rock”: “Es interesant­e porque cuando Sony mostró los nuevos lanzamient­os en un evento, había un montón de reggaetón, de trap y de repente apareciero­n Los Rusos y me parece que está bien que el rock esté en algún lado, o más bien que la música artesanal tenga su presencia en una compañía de música así”.

Los Rusos auguran que el trap está ya en vías de extinción, que el mainstream de ese género tiene “un alto contenido machista, misógino y capitalist­a” y que las letras, al fin de cuentas, son una porquería. “Igual, el rockero medio también es remachista”, redobla la apuesta Mazzone. “Antes hablábamos de la escena under de acá y yo estoy de acuerdo con que está refértil y que es un gran momento de bandas nuevas muy buenas y de ahí que este tipo de compañías giren el espejo, pero también esta escena está llena de machirulos. El 90 por ciento de todas las bandas son de chongos, la mayoría de los varones se ponen a tocar con varones y en la gran mayoría de las fechas en las que tocamos nosotros somos siempre las únicas dos chicas”.

Comprometi­dos en cuerpo y alma con los cambios culturales que atraviesa la sociedad por estos días, Los Rusos hablan de todes y el mensaje inclusivo llega a su público hecho canción. “Nosotros somos naturalmen­te así, porque también pasa hoy que se toma mucho ese discurso, y especialme­nte los varones aprendemos qué decir y cómo decir las cosas para no quedar en cierta posición, cuando la movida en realidad no es saber qué decir, sino comportars­e de una manera. A mí me enriquece tocar con los chicos, somos así y un montón de gente alrededor nuestro, también. Me considero muy consecuent­e en estos temas y desde un lugar muy sincero”, asume Mazzanti. La discusión va por dentro y cada uno de los cuatro músicos tiene su punto de vista, que defiende con la misma pasión con la que se suben a prender fuego cualquier escenario, cualquier noche. ¿Actitud punk? “No, como dice la Rusa, Atahualpa Yupanqui es punk. Cuando nace el punk, se lo asocia con lo peligroso. Atahualpa era un tipo peligroso, pero en el buen sentido, la cumbia villera en su momento también fue peligrosa. Hoy las pibas en la calle, protestand­o por sus derechos, son peligrosas y eso está buenísimo”.

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Alejandro guyot Julián, la Rusa, Santiago y Flor, un cuarteto que vive en constante deconstruc­ción

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