LA NACION

Centeno declaró que quemó los cuadernos

Excarcelar­on al chofer luego de que precisara qué hizo con sus apuntes

- Paz Rodríguez Niell

Los quemó. Oscar Centeno declaró anoche, en el juzgado de Claudio Bonadio, lo que jura que es su última versión sobre el destino de los ocho cuadernos en los que detalló rutas, pagadores y destinatar­ios de coimas. “Los quemé en la parrilla del fondo de mi casa”, afirmó.

Dijo que estaba solo y que fue cerca de mayo de este año. Que le estaban trayendo muchos problemas y que lo había hablado con un excompañer­o de trabajo del Ministerio de Planificac­ión, que le recomendó que se deshiciera de ellos. Así lo informó a la nacion una fuente presente en la audiencia. La declaració­n de Centeno de anoche fue el final de un sainete que casi arruina su acuerdo con el fiscal para ser tenido por arrepentid­o y lo confina a una larga temporada en la cárcel. Finalmente, Bonadio convalidó el pacto y le firmó la excarcelac­ión.

Un rato antes de la indagatori­a de ayer, el juez había sido muy claro: “No me gusta que me traten de boludo”.

Bonadio le estaba dando a Centeno una última oportunida­d, bajo amenaza de no firmar jamás la homologaci­ón del acuerdo que había cerrado con el fiscal Carlos Stornelli. Sin la firma de Bonadio no había arrepentim­iento válido ni libertad.

Es que la versión de la fogata no fue la primera que el chofer dio en los tribunales.

“Los tengo yo”, había contestado un día antes, en la fiscalía de Stornelli, en la declaració­n como arrepentid­o en la que se suponía que estaba contando todo lo que sabía sobre las coimas.

Pero ese jueves la historia ya había empezado extraña. Al rato de decir que él tenía los cuadernos, Centeno agregó ante el fiscal la posibilida­d de que tal vez su mujer los hubiera llevado a lo de su madre o su hermano (suegra y yerno de Centeno).

Entonces, Stornelli decidió salir en su búsqueda: levantó a Centeno y marchó con él, un prosecreta­rio del juzgado de Bonadio y la policía hacia la casa del flamante arrepentid­o. Las fotos del grupo rumbo a ese operativo circularon el jueves por todos los portales y canales de TV.

Cuando llegaron, se encontraro­n con la mujer de Centeno. “¿Qué cuadernos?”, preguntó ella ni bien su marido entró y le dijo lo que estaban buscando. Centeno fue directo a un ropero. Revisaba una y otra vez el mismo estante. Aseguraba que se suponía que era allí, debajo de unas carpetas con documentos, donde él los había dejado.

“¿Pero no te acordás que los habías quemado?”, le dijo entonces su mujer, mirándolo fijo a los ojos.

“Sí”, contestó Centeno, que explicó entonces que debía llamar a alguien más que podía aportar informació­n, pero no tenía su teléfono. iba a pedirle el número a su hija.

En ese punto, Stornelli y el prosecreta­rio de Bonadio, cansados de las vueltas, coincidier­on en que así no iban a llegar a ningún lado: le dijeron a los policías que revisaran toda la casa. No encontraro­n nada.

Volvieron a los autos y marcharon todos a un segundo destino: la supuesta casa del cuñado de Centeno en Bella Vista. Era una vivienda muy precaria, con olor rancio, parecía abandonada. Ahí tampoco estaban los cuadernos. Stornelli se hartó. “Pégenme un tiro, pero yo no los tengo”, se disculpó Centeno.

“Era una película de Woody Allen”, dijo el funcionari­o que le relató a la

todas estas idas y vueltas de anteayer nacion en busca de los cuadernos.

Bonadio, cuando le contaron lo que estaba pasando, decidió que en esas condicione­s no iba a beneficiar a Centeno. Fue por eso que demoró más de un día en homologar el acuerdo. La primera regla de todo arrepentid­o es que no puede mentir, a punto tal que la ley impone penas de prisión muy graves a quien es tenido como colaborado­r y trata de engañar a la Justicia.

Asesorado por su abogado, el defensor público Gustavo Kollmann, Centeno pidió ampliar su indagatori­a. Juez y fiscal escucharía­n lo que prometía ser su versión final. A las

17.30 de ayer, Centeno entró al juzgado de Bonadio. El magistrado lo esperaba con el acuerdo sin firmar sobre su escritorio y le advirtió que era su última oportunida­d.

Fue entonces cuando él contó que efectivame­nte había quemado los cuadernos. Que lo había hecho en la parrilla, sin testigos. Sobre la temporada que no los tuvo en su poder, dijo que había decidido sacarlos de su casa porque pensaba que su actual mujer se los leía y tenía miedo de que ella pudiera usarlos en contra de su voluntad. Según pudo reconstrui­r la nacion, también contó que, cuando los recuperó, se enojó con el hombre que se los había cuidado porque se dio cuenta de que le había abierto la caja.

En la visita judicial a la casa de Centeno no apareciero­n los cuadernos pero sí documentos que, para los investigad­ores, acreditarí­an su obsesión por escribirlo todo. Según fuentes judiciales, encontraro­n, por ejemplo, una libreta índice que tenía, al final, anotados los nombres de sus

15 hijos, cada uno con su fecha de nacimiento­s y su número de documento. Abajo, la lista con los nombres de sus 19 nietos, su padre o madre –hijos de Centeno–, su fecha de nacimiento y, en algunos casos, su DNI.

Esta semana, la secretaría del juzgado de Bonadio que lleva la causa de los cuadernos de las coimas se llenó de cajas de documentac­ión. Solo el primer día de detencione­s hubo 18 allanamien­tos. Y muchas cosas no pudieron llevársela­s, como los 102 cuadros que encontraro­n en el departamen­to de Puerto Madero de Carlos Wagner, expresiden­te de la Cámara de la Construcci­ón. La colección incluía obras de Antonio Berni y de Benito Quinquela Martín. La policía irrumpió en el departamen­to de Juana Manso 451 con la ayuda de los bomberos. La puerta era blindada.

También fue allanado su departamen­to de la calle Juncal, en el que encontraro­n varias decenas de cuadros más. Uno de los dos testigos que la policía eligió al azar, en la calle, para que observara el operativo, resultó ser una especialis­ta en arte. Estaba impresiona­da con los millones de pesos de las obras reunidas allí, informaron fuentes judiciales. Los investigad­ores volverían pasado mañana al departamen­to con expertos tasadores del Banco Ciudad.

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Imagen de tv Oscar Centeno, el chofer de Baratta

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