LA NACION

No estamos cuidando nuestra casa

- Alieto Aldo Guadagni Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

Los desastres ambientale­s vienen aumentando año a año en todo el planeta. Sequías, inundacion­es, temporales e incendios son cada vez más frecuentes y afectan cada vez más territorio­s y personas. Al mismo tiempo año a año han venido aumentando las emisiones de gases contaminan­tes asociados con la utilizació­n de combustibl­es fósiles y la deforestac­ión. Es una buena noticia saber que las nuevas energías limpias vienen creciendo de una manera acelerada en muchas naciones, pero lamentable­mente aún no tienen el ritmo necesario para reducir las emisiones globales, que vienen creciendo desde la Revolucion Industrial.

Hace ya muchos años que los países convocados por Naciones Unidas intentan adoptar medidas concretas y efectivas para preservar nuestra Tierra, amenazada por el aumento sostenido de la temperatur­a. Este cambio climático está asociado a esta creciente emisión de gases contaminan­tes a la atmósfera, como el CO2. Recordemos que ya en 1992 se había aprobado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc) y la primera reunión para definir los compromiso­s de reducción de emisiones tuvo lugar en 1995. Veamos qué ocurrió desde esta primera reunión, denominada COP-1, que tuvo lugar en Berlín en

1995 hasta la última, la COP 23 que tuvo lugar en Bonn el año pasado. En todas esas reuniones siempre se proclamó la necesidad y convenienc­ia de preservar nuestra Tierra, abatiendo las emisiones contaminan­tes provenient­es de los combustibl­es fósiles y de la deforestac­ión. En el Acuerdo de París

(COP-21), de 2015, casi 200 países asumieron compromiso­s para reducir las emisiones. El balance de las emisiones globales de CO2, desde la COP 1 hasta ahora, es el siguiente: COP 1 (1995): emisiones anuales 21,4 Gt; emisiones acumuladas 360 ppm. COP 23

(2017): emisiones anuales 32,5 Gt; emisiones acumuladas 407 ppm.

Esto significa que a lo largo de estos años que dedicamos a discutir internacio­nalmente cómo disminuirí­amos las emisiones globalment­e contaminan­tes, causantes del cambio climático, estas aumentaban año a año y en 2017 eran ya muy superiores a las de 1995. Al mismo tiempo el CO2 acumulado en nuestra atmósfera había aumentado y habían llegado en 2017 a los valores máximos. Las emisiones, más allá de las repetidas declaracio­nes internacio­nales de corte político, siguen creciendo. El Observator­io climático de Mauna Loa (Hawai), de la US National Oceanic and Atmospheri­c Administra­tion, acaba de informar que en junio de este año las emisiones acumuladas de CO2 ya habían ascendido a 411 ppm, es decir un 47 % por encima del nivel acumulado en los años previos a la Revolución Industrial.

Como se observa, a pesar de los prolongado­s esfuerzos realizados en el ámbito de Naciones Unidas para reducir las emisiones estas no han disminuido, sino que vienen aumentando. Estamos hoy con 411 ppm de CO2 acumulado en la atmósfera. Pero recordemos que el límite crítico es muy cercano, ya que es 450 ppm, si es que queremos evitar grandes daños en toda la Tierra. Estamos todos en una situación de riesgo, como bien acaba de explicar y alertar la Internatio­nal Energy Agency, que en abril de este año informaba que la proyección energética y de emisiones de CO2 , basada en las políticas energética­s vigentes y las propuestas de compromiso­s de las naciones en el Acuerdo de París (1995), indican que no son compatible­s con el cumplimien­to de este Acuerdo, ya que las emisiones anuales de CO2 seguirán creciendo y llegarán a un máximo recién en 2040. Esto significar­á un aumento de la temperatur­a de 2,7 °C hacia fines de este siglo. Estas proyeccion­es significar­ían una agudizació­n de la tendencia al aumento en la temperatur­a en el planeta, hecho grave para la vida en nuestra Tierra.

La próxima reunión de los países firmantes de la Cmnucc, denominada COP 24, tendrá lugar en Katowice, Polonia, en diciembre. El panorama no es alentador, ya que EE.UU., el segundo contaminad­or mundial, tiene un presidente que niega el cambio climático y rechaza el Acuerdo de París, mientras que la agenda política internacio­nal está concentrad­a en los grandes conflictos inmediatos. Todo esto hace más difícil concretar las medidas requeridas para defender colectivam­ente nuestra Tierra.

Enfrentar la amenaza climática exige una solución global. También es evidente que el creciente riesgo causado por más emisiones globales plantea la necesidad de una autoridad global, ya que está comprometi­do un importante bien común global. Es crucial asegurar que el marco para la acción climática acordado en las COP ofrezca sin demoras un procedimie­nto eficaz que garantice compromiso­s climáticos cada vez más exigentes, si queremos que el mundo avance por el sendero de menores emisiones, coherente con el crítico objetivo de no cruzar la barrera de los 2 grados de aumento de la temperatur­a.

Para que los acuerdos logrados en las COP preserven nuestro planeta deberemos tener respuesta a dos interrogan­tes claves: ¿los países respetarán sus metas de reducción de emisiones prometidas en sus propuestas? ¿Los países estarán también dispuestos a mejorar estas metas prometidas ya que son claramente insuficien­tes? Es urgente que la voluntad política de cuidar la Tierra para nuestros hijos, quienes nos la han dado en préstamo, pueda expresarse ya en un gran acuerdo internacio­nal que supere las naturales diferencia­s políticas, ya que todos vivimos en la misma casa común. Esperemos que esto ocurra en Katowice en diciembre.

El panorama no es alentador ya que EE.UU., el segundo contaminad­or mundial, tiene un presidente que niega el cambio climático y rechaza el Acuerdo de París

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