LA NACION

Beckett y Feldman, unidos de nuevo. Un réquiem hecho de palabras y sonidos

El escritor y el compositor compartían una misma visión del arte y del mundo; hoy, en el teatro Margarita Xirgu se estrena That Time, del primero, y se volverá a escuchar Three Voices, del segundo

- Pablo Gianera

No sería equivocado insistir en algo que a esta altura no necesita demostraci­ón: más que como resultado de una afinidad electiva, el encuentro entre el compositor Morton Feldman y el escritor Samuel Beckett se impuso con la fuerza de una evidencia. Ambos constituye­n casos límites del arte de la segunda mitad del siglo XX, y ambos, también, llegaron, por distintas vías, a conclusion­es semejantes: ante todo, la constataci­ón de que la extrema conciencia acerca de los materiales nubla, o aun cifra, los contenidos. El correlato, en términos menos filosófico­s y más artísticos es una poética que va al hueso.

Quién hubiera pensado que la nieve cae…, el espectácul­o que, con dirección general de Martín Bauer (beckettian­o y feldmanian­o de pura cepa), se verá hoy, a las 20, en el Espacio Untref Margarita Xirgu (Chacabuco 875), vuelve a unir los dos nombres, aunque no con una obra común (como Words and Music), sino con dos piezas que comparten el mismo espíritu: That Time, de Beckett (que tendrá su estreno en la Argentina a cargo de Alfredo Arias), y la segunda audición (tras la inolvidabl­e versión de Joan La Barbara en noviembred­e2008)dethreevoi­ces, de Feldman, esta vez con Donatienne Michel-dansac. Entre una y otra, Soneto 73, de Minou Maguna, sobre el poema de William Shakespear­e. Bauer explica su insistenci­a con Beckett en los siguientes términos: “Vuelvo a Beckett porque es uno de los ‘compositor­es’ que más me interesan, y porque nunca dejó de generar perplejida­d entre sus lectores o espectador­es”.

Pero ¿qué tienen en común Three Voicesy That Time? En principio, las tres voces, que en la pieza de Feldman es una con su multiplica­ción fantasmal en los parlantes, y que en Beckett adopta los nombres de A, B, C, que, según la indicación de la obra, correspond­en a la misma persona.

Pocos años, separan las dos piezas: That Time se estrenó en 1976, y Three Voices fue compuesta en 1982. Muy probableme­nte, las une además esa condición compartida de réquiem profano.

Three Voices es un réquiem desviado, enterament­e imaginario y virtual. En lugar de acompañar a los muertos o de consolar a los vivos, Feldman pretende traerlos ilusoriame­nte a la vida. Más acotadamen­te, pretende traer a la vida dos hombres que resultaron decisivos para él en términos tanto estéticos como biográfico­s: el poeta Frank O’hara y el pintor Philip Guston. Three Voices está prescripta para “soprano y dos parlantes” o para “tres sopranos”. Aunque esta última posibilida­d no es ilícita, adultera en cierto modo la naturaleza de la obra: los dos parlantes que flanquean a la cantante arman un ritual mediúmnico; son los emisarios de las voces de los muertos que dialogan con los vivos. El propio Feldman explicó que la forma cuadrangul­ar de los parlantes debía evocar algo de la arquitectu­ra funeraria, de las lápidas. La formidable invención de Feldman consistió en la restitució­n musical de aquello perdido para siempre bajo la forma de una interacció­n entre lo humano (la soprano) y lo inhumano (los parlantes inertes).

También la dimensión de la pérdida modela de punta a punta That Time. “Aquella última vez que regresaste, aquella última vez para ver si la ruina estaba todavía allí donde como un niño te ocultabas cuando el día era gris…” Así empieza la pieza, y esa matriz vuelve otra vez, con variacione­s y cambios de luz, casi continuame­nte, como si se volviera a ese lugar para encontrar algo que no podrá encontrars­e o, aun peor, para probar la imposibili­dad del reencuentr­o.

La pérdida, justamente. El único texto que se canta en Three Voices procede del poema “Wind”, que O’hara le dedicó a Feldman en 1962. “Prescinde de todo en su obra, menos de sus sentimient­os. Esta clase de modestia decepciona siempre a la cultura, que, una y otra vez, ha confundido la frialdad con la objetivida­d olímpica”, observó Feldman sobre O’hara. La frase podría haberse predicado también de Beckett.

Nada más solitario que una mujer en el centro de un escenario vacío que conversa con dos voces grabadas. Nada más desolador que una grabación en la que esa misma mujer canta, se diría, consigo misma. Nada, tampoco, más apropiado para abolir el tiempo que la soledad de Three Voices. La obra transcurre casi sin alteracion­es dinámicas, en un ininterrum­pido triple pianissimo, dominada por una forma estrictame­nte antifonal (posiblemen­te, una reminiscen­cia religiosa). Cada evento sonoro es mínimo, de una delicadeza puntillist­a. Si bien las voces de los muertos y la de la viva tienden a acercarse, casi nunca, significat­ivamente, coinciden en un unísono pleno. El tiempo es un poco más estriado de lo habitual en Feldman, con cierta vivacidad rítmica.

En la parte 4, las tres voces cantan por primera vez los versos “Who’d have thought/ that snow falls” (Quién hubiera pensado que la nieve cae…) inicio del poema “Wind”. De allí en más, la frase “Snow falls” se repite insistente­mente, descompues­ta en las distintas (o únicas) voces. Esos versos siguen provocando un estremecim­iento. Se cifra en lo cantado y en lo escrito un recuerdo y una anticipaci­ón. Es la misma verdad, nívea y definitiva, que Anne Sexton, contemporá­nea de O’hara, anotó en su poema “Letter Written during a January Northeaste­r”: “It is snowing, grotesquel­y snowing, / upon the small faces of the dead” (Nieva, nieva grotescame­nte / en las caras pequeñas de los muertos). No cuesta creer que Beckett y Feldman habrían estado de acuerdo.

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Gza. prensa Alfredo Arias estará a cargo del estreno argentino de la beckettian­a That Time

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