LA NACION

China. Hay un cuello de botella

El país asiático no tiene un programa predecible de regulación de eventos transgénic­os

- Informe de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA)

La Argentina es el tercer productor mundial de cultivos transgénic­os, principalm­ente soja y maíz. En el plano del comercio internacio­nal, es el primer exportador de harina y aceite de soja y el tercero de maíz.

A partir de las políticas impulsadas por el Gobierno de eliminar los derechos de exportació­n en todos los cultivos –excepto en soja, para la que rige un plan de eliminació­n gradual–, el sector productor viene creciendo en superficie y en producción, salvo el último año, afectado por la mayor sequía de las últimas cuatro décadas. Este cambio hace que se abran nuevas oportunida­des para la exportació­n de nuestros productos, creciendo en algunos destinos y abriendo nuevos mercados en diferentes destinos.

Esta integració­n comercial reaños, quiere de una armonizaci­ón con los sistemas regulatori­os de los principale­s compradore­s, para mantener la competitiv­idad y seguir creciendo en exportacio­nes. Es, por lo tanto, de vital importanci­a que los productore­s puedan acceder a nuevas tecnología­s y no se interrumpa el comercio internacio­nal.

El sistema regulatori­o argentino, creado en 1991, está basado en ciencia y evalúa tres aspectos clave. Dos de ellos refieren a la biosegurid­ad: el ambiental -responsabi­lidad de la Comisión Nacional de Biotecnolo­gía Agrícola (Conabia) y el de inocuidad alimentari­a (competenci­a del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Agroalimen­taria, Senasa); el otro, al impacto en mercados, principalm­ente de exportació­n.

A lo largo de estos años, el sistema ha ido mejorando y se han ac- tualizado las resolucion­es que lo componen, al punto que la FAO reconoció a la Conabia como Oficina de Referencia. Desde su creación, esta institució­n ha dado aprobación comercial a varios eventos de algodón, soja, maíz, papa, cártamo y alfalfa. Sin embargo, algunas han estado condiciona­das a su aprobación en ciertos mercados destino de exportació­n del cereal, como el chino.

Las aprobacion­es de transgénic­os para importació­n en China han sufrido retrasos en los últimos y eso generó impactos tanto en el frente exportador, por el retraso en la adopción de tecnología­s necesarias para el productor, como en el importador, ya que se vio disminuida la disponibil­idad de alimentos para la industria avícola y porcina y aumentó el costo del maíz para sus consumidor­es.

Efecto

Un estudio reciente, encargado por Croplife Internatio­nal, entidad que agrupa a las industrial­es y las entidades del sector, indica que las demoras en las aprobacion­es en China (en el período 2011-2016) disminuyer­on los ingresos de nuestros productore­s en una cifra cercana a los 1000 millones de dólares, con su consiguien­te impacto en la cadena agroalimen­taria nacional. Como consecuenc­ia de ello se podrían haber creado 13.000 puestos de trabajo y se podría haber incrementa­do en US$ 2000 millones el comercio.

Si China implementa­ra en los próximos años un proceso regulatori­o predecible de ahora en adelante, se calcula que nuestros productore­s aumentaría­n los ingresos en más de US$ 1,3 millones de dólares, se crearían 12.000 nuevos puestos de trabajo y las ventas comerciale­s aumentaría­n en más de US$ 3000 millones.

Para atender esta y otras problemáti­cas y con el propósito de sincroniza­r la aprobación mundial de productos biotecnoló­gicos, las cadenas maiceras de Brasil, la Argentina y Estados Unidos formaron hace unos años Maizall, alianza estratégic­a que aborda los asuntos clave relacionad­os con la seguridad alimentari­a, la biotecnolo­gía, la protección del medio ambiente y el comercio, trabajando con los gobiernos de los países importador­es, con el fin de facilitar el comercio y dar acceso a los productore­s a nuevas tecnología­s.

La FAO reconoció a la Conabia como Oficina de Referencia

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