Lollapalooza. El gran festival de música que transcurre de frente y de espaldas al escenario
Rap, trap, música electrónica, pop, pequeñas dosis de rock, house, techno, soul, r&b y todo mezclado al mismo tiempo para crear la banda sonora de la nueva generación, que se amontona en Chicago
CHICAGO.– El Lollapalooza vuelve a su casa y la rueda comienza otra vez a girar. Este circo musical itinerante, único en su especie, vive por estos días su decimocuarta edición en Chicago, el lugar que recibió con los brazos abiertos a la criatura montada por Perry Farrell en su peor momento, justo cuando la industria y los jóvenes consumidores de música se dispersaban buscando un nuevo rumbo en el recambio cultural. Era 2005 y el Lollapalooza, por primera vez desde su creación en 1991, venía de cancelar el festival por falta de interés tanto de los públicos como de los sponsors. Pero fue aquí entonces, en este extenso terreno que ocupa el Grant Park, en el centro mismo de Chicago, a orillas del imponente lago Michigan y bajo las luces de los rascacielos que ya son marca registrada del encuentro en esta ciudad, donde el Lollapalooza resurgió como el ave fénix, se reinventó como “experiencia” más allá de una grilla multisectorial y salió a rodar por el mundo con un esquema comprobadamente exitoso. Así, el circo primero aterrizó en Santiago de Chile, luego en San Pablo y por fin en Buenos Aires, para poco después sumar Berlín y París y el año próximo agregar una sede más: Estocolmo.
¿Hasta dónde llegará este monstruo que nació como cobijo de la nación alternativa y hoy tiene tanto de Disneylandia como de Cirque du Soleil de la música moderna? Si hay que responder por lo que se ve y se escucha y se vibra en esta ciudad literalmente tomada por el Lollapalooza este fin de semana, habrá que decir que aún puede llegar más lejos. Aquí, ahora, el festival está cambiando una vez más uno de sus engranajes para mantenerse en lo más alto del mundo del espectáculo y seguir convocando multitudes como la que se concentra en Chicago: 100.000 personas por día van y vienen buscando su lugar ideal en este predio que posee ocho escenarios y cientos de oportunidades extramusicales.
Por eso es que el cambio que experimenta por estos días el festival transcurre entre una grilla que parece haber dejado afuera a las leyendas del rock, al rock adulto, y un público cada vez más teen que apenas se interesa por las bandas más representativas del género en el line up, como podrían ser Arctic Monkeys o The National en los dos primeros días (Alex Turner y compañía perdieron la batalla contra Travis Scott en el cierre de la primera jornada en cuanto a preferencia del público, mientras que al día siguiente, lo de Bruno Mars fue arrasador y si bien superó cualquier tipo de expectativa de convocatoria, fue realmente extraño ver tocar a la misma hora a The National ante un puñado de fans nomás).
Así es, el circo avanza seguro y sin piedad, dejando afuera a la generación rockera que le dio vida allá por los años 90 y abriéndose a un recambio que hasta incluye a un tal Tyler Blevins, mejor conocido como Ninja, uno de los gamers más exitosos del momento, jugando al Fortnite en pantalla grande y dejando una postal inédita para un festival de música: una multitud bajo el sol, mirando un escenario vacío en el que proyectan un videojuego de tiros, mientras un muchacho con el pelo rojo furioso juega muy confortablemente sentado frente a su computadora en el backstage.
“El cambio generacional existe, camino constantemente en todos los festivales y sé de qué se trata”, dice Farrell en la trastienda de su festival, siempre cerca de su creación. “Yo tengo chicos y veo con mis propios ojos lo que está sucediendo en sus vidas. Lo que busco en lo personal, como cualquier padre, es asegurarme de que ellos usen sus mentes, abran sus ojos y sus oídos y me encanta lo que escuchan y estoy de acuerdo con su mirada. Estar cerca de los chicos es una gran energía para mí y, honestamente, la necesito. Me encanta ir por el festival e ir a ver al próximo gran artista, que suba al escenario y ahhhhh... Lo sentí anoche con Travis Scott, tiene la energía correcta, es salvaje, y groovy y sexy y todos estaban conectados con él y fue hermoso. Las nuevas generaciones están haciendo música nueva uniendo estilos, como sucedía en mi época con el rockabilly y el punk rock, que juntos se convertían en psychobilly. Eso es la música hoy: todo lo que tenga que ver con la unidad y hacer el amor con otros sonidos. El otro día descubrí el emorap, nunca había escuchado algo así y está muy bien, con melodías y un poco dark, ja, ja... Por eso este lugar sigue siendo tan divertido”.
Cientos de miles de adolescentes y sub-25 le dan la razón a Perry. Ellos se han apropiado de este encuentro que existe mucho más allá de los géneros y de los nombres y apellidos (por algo aquí, allá y en todas partes, el Lollapalooza vende casi la totalidad de sus tickets bastante antes de dar a conocer el line up final). Con los años, Farrell logró moldear un concepto globalizador que le permite exportarlo tanto a América del Sur como a Europa, con resultados similares e incluso en permanente crecimiento. Ahí, el ejemplo argentino es uno de los preferidos del cantante de Janes Addiction que montó todo esto en 1991 con casi el único objetivo de poder salir de gira con su banda y algunos amigos más que no tenían espacios donde actuar. “Buenos Aires es muy parecida a Chicago en muchos sentidos. Aquí yo encontré un hermoso balance entre naturaleza y arte, y ustedes también lo tienen allá. Es una ciudad hermosa, en donde conviven los edificios viejos preservados con el arte y la cultura”, dice mientras augura una expansión aún mayor para el Lolla vernáculo en el futuro.
Pero lo cierto es que mientras en Buenos Aires la transformación del festival está en proceso, aquí es una realidad irrefutable, con imágenes como la de Bruno Mars, micrófono en mano y al frente de sus músicos, haciendo bailar a 100.000 personas, un océano de jóvenes que agotaron las entradas tanto para esa jornada del viernes como para la de ayer, con un line up encabezado por The Weeknd. Resta esperar qué pasará hoy, en el cierre, cuando la última estrella de rock surgida en el nuevo milenio, Jack White, se suba al escenario principal. ¿Podrá el hombre de la guitarra encendida dar vuelta la ecuación?
De todas formas, para comprender mejor este corrimiento etario y de género en el Lollapalooza, no hay que olvidar que un informe de la consultora Nielsen realizado el año pasado, analizando las ventas de la industria musical, concluyó que el rock ya no era el género más popular en los Estados Unidos. Y Farrell lo sabe.
“Nuestro secreto, si es que tenemos un secreto, es simplemente acercarles la música a los jóvenes y proveerles un mensaje de amor y de paz. El mensaje de los políticos es malo, es triste y es mentiroso, mientras que el nuestro es hermoso, pacífico o incluso de protesta, pero siempre una protesta intelectual y honesta”, define el dueño del circo antes de hacer una nueva recorrida por el festival.
Rap, trap, música electrónica, pop, pequeñas dosis de rock, house, techno, soul, r&b y todo mezclado al mismo tiempo para crear la banda sonora de la nueva generación. En lo estrictamente musical, hasta el momento la decimocuarta edición consecutiva del Lollapalooza en Chicago coronó a Bruno Mars como la megaestrella que es, marcó el ascenso en el público de raperos como Khalid, Travis Scott, Post Malone y Tyler The Creator, mostró a unos Arctic Monkeys sin concesiones, imbuidos en su nuevo mood apto para casinos y hoteles y confirmó las buenas performances de bandas como Crvrches o los jóvenes zeppelinianos (una raza que parece no extinguirse con el tiempo) Greta Van Fleet. Entre tanta oferta, también se destacaron artistas como la adolescente Billie Eilish (16 años, pelo platinado y un charm de estrella pop más allá de todo a pesar de su edad) y Walk The Moon y el escenario Perry Farrell, siempre a tope, con multitudes bailando, con propuestas arriesgadas como las de Galantis, Rezz, Kayzo o Shiba San. Pero lo dicho, el Lollapalooza es mucho más que música y la fiesta se vive, en muchos casos, de espaldas a los escenarios, con las pantallas de los celulares en alto y el Instagram siempre a mano.
El estilo argentino
Los productores del Lollapalooza Buenos Aires también están aquí, precalentando motores para lo que será la sexta edición del festival en el país, en 2019. No quieren hablar aún del line up (se está cerrando por estos días, contra reloj, y será anunciado el mes próximo). Teniendo en cuenta la gran demanda de entradas anticipadas, lo más probable es que llegado el momento de develar el cartel, las entradas ya se encuentren agotadas.
De los artistas que se presentan aquí en Chicago, existen buenas chances de que Arctic Monkeys y Travis Scott sean de la partida el año próximo en el Hipódromo de San Isidro, pero hasta aquí son apenas rumores o gestos aprobatorios hacia estos músicos por parte de la productora. ¿Jack White volverá al país tras aquel paso por el festival junto a Robert Plant? ¿Y Dua Lipa? Ambos han sido parte del festival en ediciones pasadas en Buenos Aires, pero todavía nadie confirma nada por aquí. Ahora, en la era Lollapalooza de los festivales, no adelantar quiénes actuarán parece ser la estrategia adecuada.
Por su parte, Perry no pierde oportunidad para mostrar su amor por Buenos Aires. “Me encanta el estilo de los argentinos. Cuando voy allá aprovecho y voy a ver desfiles también. Los hombres usan sombreros cool todavía, ya no hay tantos hombres que usen sombreros. Veo su estilo y, honestamente, cuando hacemos nuestro trabajo para el sitio web o para la imagen general del Lollapalooza, busco a una mujer y a un hombre que representen al amante de la música global. Entonces, pienso en los argentinos. Creo que en su cultura convergen todos los diferentes aspectos y estilos, tanto el norteamericano como el europeo”.