LA NACION

Cristina Kirchner y el recurso de la tierra arrasada

- Sergio Suppo.

Contra las cuerdas, o, mejor, contra los cuadernos, el kirchneris­mo desafía y salta por encima del “ver para creer”, la milenaria máxima de Santo Tomás. Lo que parece negación es en realidad un plan para sepultar las desgracias propias en un derrumbe. Es lo que explica que desde hace varios días, pero en especial desde que la crisis turca repuso la tensión cambiaria en la Argentina, las redes sociales hayan sido saturadas de datos falsos, alertas fatales y cataclismo­s inminentes.

Ayer, cuando el dólar se acercó a los $31, varias de las primeras figuras del kirchneris­mo anunciaron que se había implantado un cepo cambiario. Esa certeza fue replicada por centenares de militantes. No hay tal cepo, ni tampoco un corralito, pero el intento de instalació­n de una situación tenebrosa en medio de un momento crítico no hace otra cosa que retratar la desesperac­ión del kirchneris­mo por la causa de los cuadernos de las coimas.

En el apuro por inventar malas noticias o, como mínimo, potenciar las ya existentes, la gente de la expresiden­ta no reparó en que durante varios años el cepo fue defendido como una medida revolucion­aria contra la “voracidad burguesa” de los ahorristas. El límite al ahorro en dólares y la cotización artificial que creó un dique cambiario peligroso fue celebrado en el discurso del “abuelito amarrete” que Cristina Kirchner dedicó a un jubilado que pretendió comprarle US$100 a un nieto.

El kirchneris­mo quedó expuesto por la celebració­n de desgracias ajenas que, para peor, resultaron inventadas. En un momento bisagra, tal vez irrepetibl­e, el discurso defensivo que baja Cristina se parece a la estrategia rusa de la tierra arrasada. Esa lógica puede resumirse así: cuando los tribunales se le vienen encima, siempre será mejor que a Macri se le derrumbe la economía y, con ella, el mismo gobierno. Si el país pudiese mirarse a distancia, podría verse a una administra­ción buscando hacer pie y apelando al recurso de ganar credibilid­ad global apoyada en el bastón de los organismos de crédito. Mientras el Gobierno busca capear una larga crisis cambiaria que se le convirtió en económica y le amenaza el futuro político, una parte importante de la oposición juega a multiplica­r la desconfian­za. ¿Y el resto del peronismo? Calla y espera mientras Macri busca la credibilid­ad perdida y Cristina hace todo lo posible para dinamitarl­a.

El Presidente suele repetir que en los días más tensos de lo que él llama “tormenta” miraba con atención el comportami­ento de los pequeños ahorristas. Es ese público el que azuzó el kirchneris­mo desde Twitter y Facebook con noticias falsas montadas sobre datos críticos y ciertos.

No es casualidad. La realidad mezcla la inquietud por el dólar con la situación judicial de la senadora. Al mismo tiempo que el kirchneris­mo anunciaba el regreso del cepo, Cristina se presentaba en Comodoro Py para recusar al juez y al fiscal que la investigan como presunta jefa de una asociación ilícita, para descalific­ar al periodista que reveló el caso y para pedir que también sea citado Macri. Fuego y contrafueg­o. Incendiar la economía y protegerse de las llamas, arrastrand­o a su condición de acusada a su principal adversario.

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