LA NACION

Durísima contra las formas y nada del fondo

- Paz Rodríguez Niell

Cristina Kirchner fue durísima contra las formas del proceso. Claudio Bonadio es un “juez enemigo”, se adjudicó esta causa “a dedo” y la armó como un “expediente mellizo” de otro anterior, que tiene Julián Ercolini, al que debió haber remitido los cuadernos. También con Mauricio Macri: integrante de una familia que es “la quintaesen­cia de la patria contratist­a”, patria que sí cartelizó la obra pública desde la última dictadura. Y hasta con Diego Cabot, el periodista que dio con las pruebas que sacudieron la causa: armó un “grupo de tareas” contra ella.

Pero Cristina Kirchner no dijo ayer ni una sola palabra sobre el contenido de los cuadernos.

Sobre los bolsos y las rutas de las coimas que dejó anotadas el chofer Oscar Centeno y que en la carrera por evadir la cárcel van confesando, cada vez con más detalles, los empresario­s involucrad­os en las recorridas de los cobradores por la ciudad.

Cristina Kirchner tiene argumentos para creer que Bonadio está empeñado en llevarla a la cárcel. Es el juez que la mandó a juicio por haber firmado el memorándum con Irán –caso en el que pidió su primer desafuero– y por sus políticas con el dólar futuro.

Pero esta vez el juez tiene pruebas directas de una gigantesca trama de

corrupción de una entidad nunca vista. Y día tras día suma más.

Primero, fueron los cuadernos; después, la ratificaci­ón de su autor. “En la época de Cristina Kirchner también llevábamos los bolsos con dinero. En estas ocasiones se la veía a ella en jogging, que desde la casa donde vivía se cruzaba hasta el chalet donde se dejaba el dinero”, dijo Centeno.

Por último, las admisiones de los propios protagonis­tas de los pagos. Relatos en primera persona. Lo más inusual es que algunos fueron “fuego amigo” –o examigo–, como la confesión de Carlos Wagner, expresiden­te de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, que fue durante años uno de los empresario­s más elogiosos del kirchneris­mo. En su nuevo rol de colaborado­r de la Justicia, Wagner dijo que la expresiden­ta estaba al tanto de todo lo que pasaba y que sabía al detalle cómo marchaba la recaudació­n entre los empresario­s.

Ni siquiera su propio gabinete cerró filas con ella. Juan Manuel Abal Medina, jefe de ministros entre 2011 y 2013, reconoció que Roberto Baratta reunió fondos “informales” para la campaña de 2013. Aunque dijo que él siempre había entendido que eran aportes voluntario­s y “de ninguna manera exigidos bajo coerción”.

“El confesiona­rio del padre Carlos atiende las 24 horas”, dijo ayer un fiscal en referencia al despacho de Stornelli. Anoche, un exultrakir­chnerista como Claudio Uberti eligió esa oficina como el lugar para ponerles fin a sus días de prófugo de la Justicia.

Cristina Kirchner insistió ayer en la denuncia del forum shopping para pedir la nulidad de la causa o, al menos, el cambio de juez. Los cuadernos entraron en este expediente –que Bonadio instruía desde hacía tiempo– porque allí se estaba investigan­do ya a Centeno, explican los investigad­ores. Este caso se inició por una denuncia de presunta corrupción en la compra de gas licuado.

La expresiden­ta y su abogado dijeron en sus escritos que primero Bonadio había formado dentro del caso un “incidente” separado para investigar el contenido de los cuadernos y que después le había dado a ese incidente carácter (y número) de expediente independie­nte, sin enviarlo a sorteo.

Ninguno de los consortes de Cristina Kirchner que hacen fila para “colaborar” con Stornelli parece confiar en que la denuncia del forum shopping vaya a modificar su suerte.

En cuanto al destino de la expresiden­ta, si la Cámara Federal no corre a Bonadio de la causa, él va a procesarla como jefa de una presunta asociación ilícita, el delito del que la acusa. Si lo hace, será con prisión preventiva, pero esa prisión solo podría hacerla efectiva el Senado, aprobando su desafuero.

Por ahora, la política no le factura a Cristina Kirchner el costo de esta nueva causa y la “doctrina Menem” se mantiene intacta: los senadores no permitirán una detención sin condena firme. Hoy, la expresiden­ta tiene una preocupaci­ón menos que sus compañeros de causa. Ella parece lejos de la cárcel.

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