LA NACION

El arte, la nueva forma de meditación de Pacho O’Donnell

muestra. A los 76 años, comenzó a pintar platos de madrugada; ahora los expondrá en el Borges

- Celina Chatruc

“Lo hago a puertas cerradas, casi a escondidas –confiesa Pacho O’Donnell–. Me da mucho pudor, pero me parece maravillos­o hacer algo por primera vez a los 76 años”, agrega este médico especializ­ado en psiquiatrí­a y psicoanáli­sis, historiado­r y escritor, que entre otros cargos políticos ejerció como secretario de Cultura de la Nación y de la ciudad de Buenos Aires.

Premiado como dramaturgo y por el programa cultural que conduce en Radio Nacional, con gran experienci­a como conductor televisivo, el multifacét­ico O’Donnell cultiva desde hace unos años un “placer secreto” que decidió revelar ante la insistenci­a de amigos y de Marina, su mujer. Y lo hará a lo grande, en una muestra curada por Rodrigo Alonso en el Centro Cultural Borges, del 30 de agosto al 23 de septiembre.

“Trabajo con platos”, explica sobre la tarea que lo lleva a encerrarse ciertas noches hasta las cuatro o cinco de la mañana, cuando aparece el impulso creativo. “Es el momento de estar conmigo mismo, de vaciar mi mente de ocupacione­s y preocupaci­ones –dice–. Alguien opinó que es mi manera de meditar”.

Inspirado en su admiración por el fallecido artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, que fue amigo suyo, realiza composicio­nes sobre platos de barro con piezas de metal, anteojos e incluso celulares.

“Aprendí que una tuerca puede ser la cabeza de Cristo –observa–; un pestillo, el cañón que detiene a los migrantes en su marcha hacia algún destino posible; un reloj, el límite entre vida y muerte; una cadena, la línea quebrada de una composició­n abstracta”.

Mientras algunos platos reflejan “el juego de la forma pura”, otros abordan historias de migrantes, la lucha entre David y Goliat o los instantes finales del Che Guevara arrinconad­o en la selva boliviana. “Con frecuencia asoman las relaciones de poder –señala Alonso–, las contiendas entre débiles y fuertes, las tensiones, los conflictos, la desigualda­d”.

Admirador de grandes artistas como Antonio Berni, Carlos Alonso, Guillermo Roux, Luis Benedit, Carlos Gorriarena y Luis Felipe Noé, O’Donnell dice que tiene algunas obras, pero no se considera coleccioni­sta. Recuerda que su primera “compra de arte” fue, justamente, un plato turístico que reproducía el Don Quijote de Picasso mientras recorría Europa en sus épocas de “hippie” adolescent­e. “Lo cuidé obsesivame­nte a lo largo de mi viaje –asegura– para que, inevitable­mente, se rompiera al volver a Buenos Aires”.

Décadas después, tras una carrera de alto perfil, nació este hobby que le permite relajarse. En este punto, O’Donnell compara su proceso creativo con la relación que Juan Carlos Onetti decía tener con la escritura: “Nunca he sido un esclavo del escribir, como lo son Vargas Llosa o García Márquez –explicó años atrás el escritor uruguayo al diario El País–. Alguna vez se lo he dicho a ellos: lo que tú tienes son relaciones conyugales con la literatura, tienes que cumplir con tu señora esposa, mientras que yo tengo relaciones pasionales con mi amante. Cuando noto esa pasión, escribo, y cuando no, pues no”.

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O’Donnell pinta y compone con metales

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