Palacio Hirsch. Una joya de la arquitectura inglesa en la zona más residencial de Belgrano
Construido en 1895, sirvió como residencia familiar y como espacio para una de las colecciones de arte más importantes del país; en 1990, se trabajó para su puesta en valor
El Palacio Hirsch se levanta imponente en la esquina de Conde y Juramento. Su ubicación, cercana a la estación de tren, no fue definida al azar por su impulsor, John Angus, un ingeniero mecánico nacido en Escocia en 1858 que se enamoró de la Argentina. Instalado en Buenos Aires, fue gerente del frigorífico River Plate Fresh Meat Co., que estaba en Campana. Hasta esa ciudad iba en tren y la cercanía de la estación fue vital para decidir que era allí, en Belgrano R, donde iba a construir su casa.
“Era una construcción de volumen compacto, de planta central, en dos niveles principales, además del semisótano y el entretecho. Tiene mucho del planteo de una villa italiana con el ropaje de la arquitectura británica, teniendo en cuenta el referente cultural que era Italia en la Inglaterra victoriana”, señala Adolfo Lucas Brodaric, que trabaja en la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos y se encargó de indagar en los orígenes del palacio.
Al frente del diseño y la construcción estuvo el arquitecto inglés John Robert Sutton, que llegó en 1889 a la Argentina. En un principio (luego se anexarían dos alas), la obra se enfocó en el edificio principal, que Angus llamó Residencia Belmont y que se inauguró en 1895.
En la década de 1910, compró la propiedad el empresario alemán Alfredo Hirsch, que fue presidente y copropietario del grupo Bunge y Born. También era un refinado coleccionista de arte. Él comenzó con las modificaciones del palacio. Lo primero que hizo, según reconstruyó Brodaric, fue agregar un ala izquierda, en dos niveles, cuando comenzaba la década de 1920. Se dispuso una gran sala de música en la planta baja y, para engalanar el salón, colocaron un órgano de tubos que, luego, fue donado a la Iglesia de San Patricio.
“Una década después, entre 1930 y 1931, se construyó el ala derecha, que fue ocupada por un nuevo gran comedor, decorado con puertas y frisos de la Casa de la Inquisición de Sevilla, piezas del siglo XVI. Esta última ampliación es atribuida al arquitecto húngaro Juan Kronfuss”, detalló Brodaric.
Hoy, la construcción tiene cinco plantas y conserva en funcionamiento el ascensor original marca Otis, que fue el segundo que se instaló en el país.
En el palacio, Hirsch también se dedicó a la colección de arte y de platería colonial, que llegó a ser una de las más importantes del país. Sus descendientes continuaron su legado y decidieron, en la década del 80, donar al Museo Nacional de Bellas Artes 26 obras del siglo XVI y XVII, entre las que se destacan cuadros de Rembrandt y Rubens.
En el casamiento de su hija, que se festejó en la vivienda con una orquesta en vivo, la Plaza Castelli, que está enfrente, se llenó de vecinos. Invadido por la emoción, Hirsch le ordenó al personal doméstico que les entregara champagne para que todos brindaran por la nueva pareja, según recuerdan vecinos del barrio que rozan los 80 años.
“En líneas generales, el palacio responde al estilo eduardiano. Esta tendencia, como expresó Federico Ortiz, recuperó el clasicismo del 1900, luego de un largo período victoriano en el que habían primado el neogótico y la estética medieval”, señala Nani Arias, especialista en patrimonio cultural y dirigente del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo.
En la década de 1990, el palacio renació. Comenzó un proceso de restauración y puesta en valor de la residencia, que hoy no se usa como vivienda familiar, tal como fue ideada. Durante el proceso de restauración, se decidió que el inmueble volviera a su diseño original. Para eso, consiguieron los planos originales de Sutton.
El año pasado, una tataranieta del arquitecto sorprendió al golpear la puerta para visitar y conocer una de las obras de su antepasado. Quedó impactada por la construcción, que también fue declarada patrimonio histórico con protección estructural sobre la base de la ley 449 de la ciudad. La casona es uno de los 30 edificios de una época dorada de la arquitectura que se conservan, como lo son también los palacios Barolo, Paz, Duhau y Fernández Anchorena.